“Lo que más me atraía de los linyeras era el sentido de la libertad que tenían”

A 40 años de la primer publicación de La Patagonia Rebelde, Osvaldo Bayer nos cuenta sobre el exilio, la democracia y de sus ideales anarquistas.

 

En la esquina de la calle Arcos y la avenida Monroe, en pleno barrio porteño de Belgrano, una amplia pared se destaca por su estética. En lo alto, una frase del General José de San Martín titulaba el mural allí pintado: “Nuestros paisanos los indios”; y por debajo,  atravesando un Wiphala – bandera de los pueblos originarios -, un hombre y una mujer se abrazan formando el continente latinoamericano.

A la derecha de las ventanas del  muro, una mujer con un gorro de paja contempla el vuelo de un águila. En el medio, la puerta gris de la casa tiene un cartel fileteado que indica que no se trata de una simple casa: es “El Tugurio”, nombre inspirado por su amigo Pepe Soriano.

Al ingresar a la casa, a la izquierda veo una biblioteca alta desbordada de libros. En frente, una sala propia para la lectura con otra biblioteca – más grande que la anterior – con más libros, diferentes premiaciones, cuadros y muchas hojas amontonadas.
En el medio de esa sala, una lámpara de suelo brinda una cálida luz tenue que invade de paz el lugar, en un barrio donde el ruido de los colectivos es sonido ambiente.
Debajo de la iluminación, Osvaldo Bayer está sentado en un sillón, con una reconfortante sonrisa de abuelo misericordioso y amable, nos invita a sentarnos a su lado.
Es el menor de los tres hijos de un matrimonio de alemanes y  junto a Rogelio García Lupo de la revista Continente, fundó “La Chispa” en 1958, “el primer diario independiente de la Patagonia”, en Esquel, provincia de Chubut  y fue redactor en Clarín hasta 1971 cuando el director, Héctor Magnetto, lo echó.
“Las pasé todas” nos dice, y no exagera: preso, exiliado, despedido de empresas por ser fiel a sus ideas,  nos cuenta de la importancia de su esposa en esas circunstancias, “hubiera sido todo más difícil si se hubiera separado de mí, porque cuando me quedaba sin trabajo ella alimentó a mis hijos”.

Los 87 años de Bayer solo se notan por sus lentos pasos y la curvatura de su espalda. Sin embargo, la fuerza de su grave voz denota un hombre que sigue fiel a sus ideas como cualquier adolescente socialista y revolucionario: “a mi edad, sigo trabajando para mantenerme joven”.

El historiador, guionista de cine y  periodista está incursionando por primera vez en teatro como actor en la obra “Las putas de San Julián”, el último capítulo del segundo tomo de su obra célebre, “La Patagonia Rebelde”, que el 7 de noviembre pasado cumplió 40 años de su primer publicación.
En 1974 basada en el libro de Bayer, se proyecta una película dramática, dirigida por Héctor Olivera y protagonizada por Héctor Alterio y Luis Brandoni.
El gobierno de María Estela Martínez de Perón no estaba contento con que se contara la historia de unos obreros rurales que fueron masacrados por el Ejército, al exigir condiciones dignas de trabajo a los terratenientes del sur argentino.
Bayer fue incluido en las listas negras de la Alianza Anticomunista Argentina, dirigida por José López Rega, y tuvo que exiliarse con su esposa y sus cuatro hijos a Alemania para que no lo asesinaran. Nunca, a pesar de las circunstancias, dejó de pregonar el anarquismo como pensamiento político.

– Existe en el imaginario social la consideración de que el anarquismo es caótico. ¿Cree que hay algún error de comunicación  que malinterpreta al movimiento, sabiendo que pregona la camaradería y la igualdad?

– El anarquismo es la mejor de las sociedades. Se trata de disfrutar la esencia de la vida en comunidad; es una verdadera organización de base. Aunque ha habido grandes pensadores en el anarquismo y sus principios estén bien conceptualizados, nunca se han analizado bien las ideas libertarias. Jamás se pudieron llevar a cabo, salvo en pequeñas regiones de España durante la Guerra Civil, donde se vivía en igualdad de condiciones.
La sociedad toma ese concepto equivocado del anarquismo porque el capitalismo es muy poderoso, no quiere ni que los pueblos intenten esas ideas y se basa inmediatamente en la policía y las fuerzas armadas para la represión.

– Antes de dedicarse a la investigación, usted tuvo diversos oficios. Uno de ellos fue marinero timonel en un barco por el río Paraná; en esa embarcación fue el único que adhirió a la huelga marítima con tan solo 18 años, ¿Cuáles fueron las motivaciones que le despertaban esas ideas?

– Mi hermano mayor fue muy consejero mío. Sin embargo, la influencia más grande fue mi padre que era socialista. Cuando yo era niño me contaba las matanzas que sufrieron los obreros en las huelgas patagónicas de la década del ‘20, porque con mi madre vivían en Santa Cruz cuando se desataron las manifestaciones. Luego de aquella huelga de 1950 me echaron por ser el único que paró las actividades en el vapor Madrid, en Rosario. Sin embargo, 50 años más tarde fui homenajeado por la Asociación Argentina de Derecho Marítimo.

– En su libro “Los anarquistas expropiadores” se detiene a contar el origen de los linyeras, ¿Tiene alguna afinidad por ellos teniendo en cuenta también que su abuelo fue vagabundo por decisión propia luego de construir arados en El Tirol, Alemania?

– Siempre admiré a los linyeras. Su estilo de vida en comunidad, su trabajo en el campo y el armado de las cooperativas me pareció fabuloso. Lo que más me atraía de ellos era el sentido de la libertad, sin darle importancia a la propiedad. Yo he conocido a muchos de ellos y eran casi todos poetas o filósofos. Sin embargo, la mayoría decaían y vivían como pordioseros; a mí me gusta ser parte de la sociedad y luchar desde adentro.

– En abril de 2012, en la contratapa de Página/12, usted contaba con indignación que le habían cerrado las puertas radiales de la ciudad a Herman Schiller, quien contaba las historias de los que no tenían voz, ¿El rol que cumplía Schiller debería ser un deber del periodismo?

– Exactamente. En una verdadera democracia todos deberían tener el derecho de voz, y no solo aquellos que pagan los avisos publicitarios. Las grandes empresas informan lo que quieren: uno lee Página12 – donde escribo porque no me aplican censura – o Clarín y son informaciones completamente distintas. Cada uno sigue su ideología, en vez de brindar la noticia tal cual es. Los organismos de difusión tienen que ser cooperativas de periodistas, donde ejerzan aquellos que conozcan la profesión y no representen los intereses empresariales.

– ¿Qué piensa de la democracia como sistema político, como mecanismo de poder?
– Por supuesto que mientras haya dictaduras apoyo a las democratizaciones del país y durante la democracia hago las críticas necesarias para demostrar que no es una verdadera democracia. No se trata de poner un papelito en una urna cada dos años; no hay democracia mientras haya personas viviendo en una villa miseria, niños que pasen hambre y existan regiones donde las poblaciones no.

mural bayer

“Las putas de San Julián”

La obra recupera la historia de cinco mujeres de un prostíbulo de San Julián, provincia de Santa Cruz, que mostraron su fortaleza al enfrentar lo que consideraron una injusticia.

El hecho que refiere Bayer en el Capítulo XV del tomo II de “La Patagonia rebelde” ocurrió el 17 de febrero de 1922 durante la denominada “Patagonia trágica” – cuando Hipólito Yrigoyen era presidente – y tuvo como protagonistas a cinco mujeres prostitutas o pupilas de cabaret que ofrecían sus virtudes en “La Catalana” de Puerto San Julián, en Santa Cruz.

Ese día se convirtieron en símbolo de resistencia frente al ejército, negándose a atender a quienes, con las manos manchadas de sangre buscaron sus servicios como premio y espacio de descanso luego de ejecutar y enterrar en fosas comunes a los peones y trabajadores en huelga.

Osvaldo Bayer comparte escena con el numeroso elenco. Recuperar los hechos ocultos de estas historias, da la oportunidad de reflexionar como sociedad acerca de la vida, la valentía, la dignidad, el amor, contrapuestos a  la infamia y la muerte.

 

Por Santiago Carrillo

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