Cambio climático: en 2013 los eventos fueron graves y generaron conciencia

Tenemos un solo mundo que es nuestra casa común

Los profundos cambios de la naturaleza están provocando aconteceres que nos llevan poco a poco al desastre global, noticia importante si las hay, pero minimizada o invisibilizada por la gran prensa mundial. Existen grandes eventos climáticos inusuales como inundaciones, sequías, sismos, que arrasan países enteros y son mostrados rápidamente como notas de color o como algo que es inevitable, sin nunca abordar las causas de tales eventos.

Para pensar soluciones reales al cambio climático se tendrá que discutir, seriamente, el modelo de globalización consumista que está vigente. El globo terráqueo no puede seguir las metas y el modelo de consumo irracional impuesto por el capitalismo. NO NOS ALCANZA EL MUNDO.
El llamado “desarrollo”, desconectado de su base de sustentación real, es decir la naturaleza, lleva a nuestra especie a un solo camino: el abismo.
Sobre esta certeza con base científica algunos analistas dicen: “la tierra se “inició” sin el hombre y también “terminará” sin él”. Podemos concordar o no con este mensaje, pero si, entenderlo como un alerta frente a nuestra irracionalidad económica y social.

El buen vivir y el desarrollo

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Lamentablemente para la visión de la economía actual y la de algunos líderes del mundo, la única manera de resolver la “ecuación económica y por lo tanto la del bienestar” es seguir creciendo. Y cuando esta tasa de crecimiento sea más alta, mejor. Solo algunos gobiernos (Evo Morales en Bolivia o Rafael Correa en Ecuador) y otros en Francia y Grecia con su terrible crisis, comienzan a incorporar en sus discursos la idea del bienestar humano, promoviendo el cambio de índices arcaicos para medir el “desarrollo económico”, como el PBI, por otros que incorporen medidas como la calidad de vida de toda la población involucrada, o el “buen vivir”. La propuesta no es menor en los tiempos que corren.
Ya en 1990 se habían asumido, por parte de muchos científicos, los impactos catastróficos por venir con el cambio climático. Veintitrés años después, muy poco hemos hecho y en países como Argentina, la situación puede hacerse también muy compleja. Los gases de efecto invernadero global, en particular el dióxido de carbono, pero también el metano aportado por la ganadería o los basurales, el óxido nitroso (proveniente de la industria y la agricultura), los hidrofluorocarbonos (refrigeración), perfluorocarbonos y el hexafluoruro de azufre, han crecido exponencialmente en los últimos quince años, aumentando en un 50% en el caso de la energía, un 100% en relación a los procesos industriales, un 100% respecto de los residuos y un 30% considerando a la agricultura.
Lo más grave en el caso argentino, en relación con los aportes dados al calentamiento global, es en la última década los cambios de uso del suelo y la deforestación para liberar tierra de bosques nativos para sembrar soja, tendencia que parece no tener freno.
Economía y ambiente

Las conferencias mundiales no son una discusión “ambientalista”. Se han convertido en una discusión económica, donde los países más ricos hacen esfuerzos por aportar la menor cantidad de dinero posible para subsidiar la adaptación de las economías pobres al nuevo escenario e intentan garantizar sus estilos de vida y de consumo, por lo tanto, no hacen nada para mitigar los efectos de calentamiento global. Un tercio o poco más de la población mundial vive en áreas de borde costero hasta unos 100 km de esta línea. Es una de las porciones de la humanidad en mayor riesgo, por la llegada de mayores inundaciones, el crecimiento de los niveles de los océanos y eventos climáticos extremos. Argentina no está exenta de ello y los principales impactos se perciben en la Cuenca del Plata, en particular en su porción inferior. Pero también se encontrarán en riesgo el noroeste argentino y el noreste por la implementación de un modelo extractivo agrícola, que está eliminando las áreas boscosas nativas.
La función de los bosques nativos y la noción de trabajo

El bosque no es importante sólo por su cuestión estética o paisajística. Lo es y mucho más por los servicios ambientales que presta: mitigación de las inundaciones, regulación del clima, atemperación de la sequía, mantenimiento de la biodiversidad, sostenimiento de la base alimentaria (miel de palo, carne de monte, medicinas naturales) de nuestros pueblos originarios y de las poblaciones campesinas.
Todo esto tiene un enorme valor y no es el precio coyuntural de la tierra que lo sostiene.
El desmonte irracional se refleja en la aparición de eventos extremos como sequías e inundaciones, con costos sociales y ambientales muy importantes.
La recurrencia de estos eventos extremos mundiales y locales obliga a prever formas de manejo más racionales de los recursos para acompañar a los ciclos de la naturaleza y no a los de la economía.
El globo terráqueo no puede ni debe seguir las metas de consumo impuestas por el capitalismo, orientadas principalmente por Estados Unidos.
¡No nos alcanzan dos mundos!
Se debería promover el decrecimiento económico sostenible, y el crecimiento sostenible de las economías en desarrollo: alimentación, educación, salud, derechos al buen vivir.
En los niveles tecnológicos actuales y de productividad global, el hecho que la tecnología haga crecer a la economía en niveles del 3,5% como mínimo, estaremos de seguro enfrentando problemas de empleo que, a su vez, es medido solo en términos de “productividad”.
Es posible, tal vez, que una humanidad más solidaria y viendo lo que está pasando, reconsidere la existencia de otras formas de entender el trabajo.

Cambio climático y crisis financiera

El último gran cataclismo financiero mundial que afectó a Europa, Estados Unidos y golpeó la economía global, tiró por la borda en poco menos de unos meses, las previsiones sobre el hambre en el mundo planteadas por organismos como la FAO y aportó a la pobreza mundial, unos 200 millones más de hambrientos a los 1.100 millones existentes hasta la crisis.

Ciertamente, los pobres no piensan en el cambio climático. Piensan en comer.

Por lo tanto, la crisis financiera ha podido generar más daños a la población global que la crisis climática.
Pero esto ha sido solo una advertencia.
El efecto combinado en el futuro de ambas crisis tendrá consecuencias impredecibles en el mundo.

La responsabilidad por un lado, está en manos de las economías ricas, en la disminución de sus pautas de consumo de materiales y energía y en segundo lugar, la responsabilidad de los países pobres está en resguardar sus recursos naturales y reconocer su valor real.

No hay que seguir a pie juntillas, el canto de sirenas de la economía ortodoxa y la alocada carrera por el consumo superfluo, porque esa irracionalidad nos ha traído hasta este punto, donde estamos cerca de un abismo climático global por la irracionalidad de la explotación de los recursos de la naturaleza y aún así, cada vez hay más poblaciones a nivel mundial excluidas del sistema imperante.

Por Walter A. Pengue
Ingeniero Agrónomo. Agencia Biodiversidad,RENACE (Red Nacional Ecológica)

Autorizado a publicar en El Adán

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