Acerca de la inflación, de Alfonsín, la democracia, el poder mediático, Venezuela y otras cuestiones

Cada vez que nuestro país empieza a levantar su estándar de vida con gobiernos populares, a desarrollar políticas que recomponen situaciones económicas cuasi catastróficas generadas en períodos de administraciones militares o gobiernos liberales, suceden movimientos financieros y económicos que quieren quedarse con la renta producida, sea dinero del estado o de las mejoras económicas de la población.
Estas situaciones cíclicas son históricas y el mecanismo es siempre el mismo: provocar desestabilización al gobierno de turno con desarrollo de períodos de inflación descontrolada, provocado por los sectores de economía concentrada que manejan las variables de precios.
En general las políticas que siguen a estos procesos cuando consiguen sus objetivos, es el desarrollo, nuevamente, de políticas liberales que tratan de llevar el avance logrado a foja cero.
En realidad, los sectores concentrados de la economía consideran que el estado son ellos y que les pertenece todo lo que en el país se produce.
Cuando no tienen el control para hacer trabajar al estado para ellos, se oponen a toda política de ampliación de derechos ciudadanos o mejoras en las condiciones de vida de la población, justamente porque esa inclusión les limita sus aspiraciones desmedidas de rentabilidad y poder.
Para lograr estos objetivos cuentan con la poderosa alianza de la prensa que a su vez, son participes de los intereses y negocios concretos de esos sectores concentrados.

El caso de Raúl Alfonsín

El ejemplo más claro de la implementación de estas políticas predadoras contra un presidente, fue el gobierno de Alfonsín, quien asumió su mandato en 1983, debiendo enfrentar una crisis política, social y económica superlativa heredada de los militares.
Su acción de gobierno se centró en una recomposición guiada por un fuerte sentido nacional para superar la situación heredada de la dictadura que lo precedió.
Con una visión de estadista recompuso las condiciones de trabajo, despejó la situación política donde existía un partido militar sumamente poderoso y mejoró los ingresos populares y estatales con políticas activas. Además, recompuso aspectos simbólicos muy deteriorados, entre otros, el sentido de Nación y la revalorización de la democracia como sistema de convivencia política.
Antes de su gobierno, una crisis cambiaria tuvo lugar en 1981, durante la dictadura de Videla, que devaluó el dólar un 226%, beneficiando a sectores financieros. La deuda externa había crecido a 40 mil millones de esa moneda partiendo de los 7 mil millones que se debía apenas 5 años antes.
Esta realidad generada por los militares se desarrollaron con el ministro de economía Martinez de Hoz y tenía un objetivo bien claro. Como el país no podría pagar nunca esa deuda, la idea era que se pague con activos del estado. De allí surgió el Plan Brady desde Estados Unidos, que planteaba justamente esa opción: no pueden pagar con dinero, bien, entonces paguen con las empresas y activos del estado.
Raúl Alfonsín resistió estas políticas y como era un gobierno que había denunciado a las corporaciones tanto mediáticas como económicas de ser agentes contrarios al interés nacional, le desataron una corrida inflacionaria que llegó a la hiperinflación y con campañas bien articuladas de prensa lo obligaron a dejar su gobierno.

 

Luego de Alfonsín, en nombre de la democracia vino el profeta riojano, quien produjo el mayor desastre jamás recordado en el plano económico, político y social, completando las exigencias que los factores de poder le quisieron imponer a Alfonsìn. Menem cumplió con todas las políticas que el sistema tenía preparada para apropiarse del destino de la República, entre ellos, cumplir a rajatablas con el Plan Brady.
Cumpliendo estas directivas, Menem remató las empresas del estado que se compraron con bonos de la deuda externa que eran incobrables, destruyó a niveles increíbles las fuentes de trabajo nacional abriendo la economía a las grandes potencias, entregó los recursos naturales al capital extranjero, destrozó el desarrollo científico y por supuesto, la inflación se terminó de inmediato, casi mágicamente.
La explicación es más que obvia: dejaron tranquila a la gente que sufría la situación inflacionaria para lograr sin resistencia el remate del país.
La democracia con estas características es bien aceptada por los factores de poder económico. El problema es el resultado de esas políticas que completaron con De la Rúa y un país quebrado en el 2001.
Aún así, quisieron más todavía, entonces Duhalde, devaluó el dólar en un 200% y les otorgó la pesificación asimétrica a las grandes empresas endeudadas en dólares licuándoles sus cuentas.
En 1992 Cavallo había estatizado las grandes deudas de las mayores empresas del país tomadas en 1982, antes de Alfonsín y 10 años después, Duhalde les licúa sus deudas. Este es el juego democrático que quiere el poder pre-establecido.

Nuevamente hay que reconstruir de la nada

Cuando el actual gobierno nacional asume su mandato con un mínimo de votos (22%), el país estaba quebrado y la política era muy mala palabra.
Había que generar nuevamente, puestos de trabajo, reservas monetarias, industria.
Si bien el gobierno entrante tuvo esa intención y la fue concretando con una mirada sumamente inteligente de parte de Nestor Kirchner, también hay que decir que el poder no es estúpido.
Se habían quedaron con todo, incluidos los depósitos bancarios de los particulares. Sabían que el país estaba al borde de todo. Alguien tiene que recomponer y volver a producir renta y es muy bueno que lo haga un gobierno débil, fácilmente sacable si hace falta.
El nuevo mandatario, al igual que Alfonsìn, recompuso aspectos simbólicos esenciales a la democracia y comenzó a ganar la mirada de la población, mostrándose con autoridad. El ejemplo más claro fue la bajada del cuadro de Videla del salón de los presidentes. Siguió con la apertura de fuentes de trabajo al revertir la entrada indiscriminada de productos extranjeros. Igual que Alfonsín pero más lentamente, restituyó el sentido de Nación, de pertenencia, los jóvenes volvieron a la participación política, entre otras cosas de mucho valor. La política ya no era una mala palabra y el país, ya no era de mierda.
Alfonsín había impulsado el Mercosur como mercado común. El nuevo gobierno lo lleno de definiciones políticas fuertes con la anuencia de mandatarios de otros países y comenzó a tener apoyo y peso regional.
A medida que creció en la consideración popular y con muchos errores en su accionar, comenzó a disputar ideológicamente los fundamentos de la democracia con los sectores concentrados de poder económico y mediático. Ya no era tan fácil echarlo.

La sucesión

Lo sucede su esposa, Cristina Fernández que al igual que Alfonsín, desarrolló amplias críticas y acciones contra algunos poderes concentrados, con políticas públicas activas que beneficiaron durante varios años a la población y desafiaron al poder pre-constituido: poder mediático, sindicatos, poder judicial. Además, recuperó fuentes primarias de desarrollo como el petróleo y el polo científico en pleno reconocimiento internacional. Hay innumerables trabajos publicados en revistas científicas de primer nivel. Sin embargo, por cuestiones de tensiones sociales, campañas sucias de prensa pierde las elecciones legislativas dos años antes de terminar su primer mandato.
Esto dio letra para decir que estaba muerta políticamente y que la línea del gobierno estaba totalmente equivocada.
De allí que fue intolerable para el poder concentrado, que la actual presidenta tuviera un apoyo del 54% de la población en su reelección, hace apenas dos años y dos años después de aquella derrota electoral.
Alguien que cortó de cuajo negocios multimillonarios como la jubilación privada y es capaz e inteligente, de ninguna manera es tolerable.
Por lo tanto, apenas se repusieron del impacto de la contundente elección presidencial, comenzaron a desgastar, a carcomer la base electoral de la presidenta y uno de los más poderosos instrumentos a mano es la inflación desmedida porque afecta fuertemente a la población y debilita a los gobiernos.

El poder mediático

diariosweb2

Desde hace dos años, todos los días, Clarín publica entre 20 y 26 páginas donde todo está pésimo y cuando hay algo bueno, sale en la página 35 en un pequeño recuadro.
Luego esa línea de acción, esa agenda política propuesta en el matutino, la toman las múltiples repetidoras que son los grandes periódicos de las principales provincias, decenas de programas de radio, más los espacios televisivos y así van completando la campaña de desgaste.
Para el poder pre-constituido, es intolerable que la presidenta tenga dos años más de mandato. No lograron con demasiada potencia, instalar la idea de que ya está para irse a la casa y es mejor que se vaya ya, porque no tiene nada que ofrecer y tenemos otros candidatos para mejorar el desastre universal.
Es casi inmoral ver los personajes que desfilan por los distintos medios, en especial la televisión, hablando siempre que está todo mal, cuando han participado activamente del desguace del país en otros gobiernos, como es el caso del economista Melconian.
La estrategia de sacar a la presidenta antes de terminar su mandato la desarmaron también, algunos políticos de oposición, desde el PRO hasta el socialismo poniendo fuerte la voz y diciendo que hay que respetar el mandato hasta el final.

La agenda política

El problema del poder concentrado es que a pesar de todo este andamiaje de desgaste sumamente eficaz, la presidenta sigue marcando agenda política y sigue encarando temas muy centrales como la Ley de Medios, la reforma del código civil y penal, que tendrán sus discusiones para mejorarlos, pero sin duda, son iniciativas políticas poderosas y necesarias, que nadie abordó nunca.
Y el caso es que para el poder pre- establecido, ya está conformada la renta que se llevan cada 10 o 12 años.
Este gobierno ya no sirve y tienen candidato que les va a permitir lograr el propósito.
El objetivo es el mismo desde siempre y lo pueden lograr colocando en el poder a su candidato: desarmar los derechos adquiridos, hacerse con la renta del estado y la particular, bajar costos laborales, reducir al mínimo la asistencia social.
La inflación es el arma predilecta de estos sectores para hacerse nuevamente del control del estado.
Saben lo que van a hacer y la presidenta es un estorbo.

Alfonsín y Venezuela

A Alfonsín lo echaron con una hiperinflación galopante y con un desgaste diario producido por campañas mediáticas arteras, furiosas.
La idea era agobiante, o se retiraba del poder o venía el caos (producido por ellos mismos).
Están intentando lo mismo ahora.
El arma desestabilizante es la inflación, que ya está comiendo, a través de los sectores concentrados formadores de precios, una buena parte de la renta social.
Si esto finalmente no da resultado en el objetivo de sacar, desgastar, liquidar a este gobierno nacional, vendrán otras acciones más violentas, como sucede en Venezuela, con un gobierno que ganó las elecciones hace solo un año, pero hace mucho que interrumpió el poder pre-establecido en el país caribeño.
Allì es intolerable que el 30% del presupuesto del estado sea manejado directamente por las misiones sociales, es decir por el pueblo organizado.
Es de una tremenda ignorancia pensar que es malo un gobierno que tiene el apoyo del 50% de la población. Entonces el arma para desgastarlo es la inflación, el desabastecimiento y como no alcanza, ahora es la violencia en las calles.
Ya sucedió en Ecuador, Bolivia, Brasil, todos gobiernos con fuertes bases populares que los sustentan y que cambiaron los paradigmas políticos en la región.
Esperamos que no ocurra en Argentina.

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