Instituto Comunicaciones: de la quiebra a cooperativa para reconstruir un sueño

Por Santiago Carrillo

 

El club Comunicaciones es un símbolo de la Ciudad de Buenos Aires que supo tener su época dorada, con instalaciones privilegiadas y el épico carnaval que se realizaba allí, en el barrio de Agronomía. Pero lamentablemente no pudo escapar a la modernización de los ’90. En 1997, el entonces presidente, Carlos Saúl Menem, privatizó la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos, quien financiaba al club con los aportes de los trabajadores postales.

El servicio fue entregado a Sociedad Macri (Socma), que debería pagarle un canon de 51 millones de pesos al Estado; compromiso que los Macri no asumieron, porque en el año 2001 tenían una deuda de 206 millones de pesos, sumado al vaciamiento laboral por no haber pagado los sueldos de los 13 mil empleados y cesanteado a otros 7 mil. En ese mismo año la quiebra del “Cartero” fue inminente: Comunicaciones fue clausurado con la atenta vigilia de la policía federal que impedía el acceso al club.

La administración fue otorgada a un órgano fiduciario, enmarcado en lo que se conoció como la ley Racing, para que las entidades deportivas pudieran continuar, luego de la experiencia similar que vivió la entidad de Avellaneda. En agosto de 2002, Francisco D’ alessandro, el juez que atendía la causa, tomó como una de sus primeras medidas informarle a los docentes del Instituto Comunicaciones –colegio primario y secundario dependiente del club- que la escuela cerraría en el próximo marzo, dejando en un limbo a los trabajadores y los más de 90 alumnos.

Los profesores, quienes dejaron de cobrar su sueldo desde aquel agosto, tenían que salvar al colegio. No estaban dispuestos a armar un curriculum y buscar otra escuela. Mucho menos ver ignotos como arremetían contra sus puestos de trabajo.

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Nace la cooperativa

La noche del 30 de septiembre los docentes se juntaron a resolver la cuestión. Una madre de un alumno los contactó con el abogado Diego Kravetz -diputado porteño por el Frente Para la Victoria, en 2007-, quien les propuso conformar una cooperativa. Sin muchas más opciones y adentrándose en un camino desconocido, aceptaron, y en el inicio de la primavera los trabajadores también florecieron.

13 años más tarde de la inauguración del Instituto Comunicaciones A-1442, de la cual participó el entonces Secretario de Educación porteño, Daniel Filmus, en el edificio ubicado sobre la calle Tinogasta al 2685, pintado del preponderante verde y con detalles en amarillo y luego de atravesar un patio cubierto -recientemente inaugurado-, donde hoy pasan más de 450 alumnos, al subir unas escaleras, a mitad del pasillo se encuentra la oficina de la rectora María Verónica Mohr.

Allí está también Eloy Rubini, ex alumno del colegio y actual preceptor, tutor y quien también coordina los talleres extracurriculares de comunicación.

Mohr se recibió como profesora de historia, en el Instituto Nacional Superior Joaquín V. González. Es una mujer alta y delgada, con una cabellera castaña oscura y enrulada que parece ser el aura que la recubre. Aparenta menos edad de los 49 años que realmente tiene, tal vez rejuvenecida por la constante sonrisa que enmarca su rostro rectangular y el tono de su voz que no suele elevarse. Ella ingresó como docente en 1998, casi por casualidad, porque vio un anunció en el diario y solo se animó a presentarse a la entrevista porque una amiga la convenció. A los dos años asumió como rectora con tan solo 35 julios y fue partícipe fundamental de la conformación de la cooperativa.

Rubini, por su parte, es un músico de 27 años, bajista y compositor de la banda Cliptomacos, que la educación despertó en él sin previo aviso una nueva vocación. Las tonalidades castañas claras van desde su cabello hasta su barba un tanto recortada, que intentan esconder una cara dormilona. Mejor dicho de “buen tipo”, porque su personalidad activa y de constante cuestionamiento están lejos de la siesta. Tiene una voz particular, que va en camino a convertirse en ronca hacia la madurez, que junto a su mirada de ojos marrones y pequeños, enroscan y cautivan en camino a una filosófica conversación.

Vivió los momentos más álgidos del colegio, porque cuando (casi) todos pronosticaban que la escuela se cerraba, cursaba el tercer año de la secundaria. Egresó en 2006, y al año siguiente lo llamaron sorprendiéndolo al ofrecerle que “querían un ex alumno para el cargo de preceptor”. Ni siquiera buscaba trabajo en ese entonces y descubrió así “la pasión de trabajar con los chicos”.

La rectoría tiene un ventanal con vista a la calle y la característica arboleda del Barrio Rawson. En un rincón hay una bandera argentina y a su izquierda una biblioteca, con varios biblioratos, una nota de Página12 detrás de su vidrio y un papel que parece ser la letra de una canción.

Allí,  Mohr y Rubini organizan el acto para el día del trabajador, que se celebraría el viernes 29 de abril. Luego de charlas con los profesores que estuvieron en el proceso de la cooperativa, reflexiones y exposición de videos, pretenden culminar con una presentación que revalorice el espíritu que salvó al colegio, conformándolo en una cooperativa y con una frase del ex profesor de cívica, Carlos Gálvez, dicha el día de la inauguración del 2003, que aún retumba en sus oídos:

“Tenemos el desafío de construir desde abajo lo que se destruye desde arriba”.

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-En la época que se vivió la quiebra de Comunicaciones la crisis laboral era generalizada y resultaron ser un símbolo las fábricas recuperadas por los trabajadores, ¿Cuánta influencia tuvieron de esas experiencias en la conformación de la cooperativa?

-V.M.: Era una etapa muy crítica en todo sentido. No teníamos muchas opciones más, porque nosotros lo único que teníamos era nuestra fuerza de trabajo, no disponíamos de dinero, y la cooperativa era lo que más nos cerraba. Había que abrir el colegio en marzo.

-Eloy, ¿Cómo te impactaba a vos y tus compañeros desde el lugar de alumno?

-E.R.: En ese entonces tenía 14 años y las herramientas de discernimiento eran limitadas. Con el tiempo fui entendiendo más, pero yo no quería perder a mis compañeros. Estaba en el colegio desde jardín y había un sentido de pertenencia que se ponía en juego.

-¿Cómo fue el proceso de tareas para que pudieran abrir en marzo de 2003?

-V.M.: ¡De mucho esfuerzo! En principio, esa noche del 30 de septiembre formamos el consejo de administración, que se encarga del día a día de la gestión y son tres docentes que rotan cada dos años. Después, todo ese verano vinimos la gran mayoría -en mi caso me acompañaban mis hijos- a limpiar el colegio, pintar y todo lo que haga falta.

Además, había que hacer las gestiones con la Dirección General de Educación de Gestión Privada, debíamos hacer una nueva habilitación del edificio porque comprendía otro colegio. Era todo muy complicado. Estaba de licencia en otros dos colegios donde trabajaba, que podría haber vuelto, pero decidí apostar por Comunicaciones.

-E.R.: También fue un cambio muy grande para nosotros. La escuela tenía otro espíritu: se armaban eventos para juntar fondos, que nosotros después los veíamos invertidos en la escuela. Ver que los profes se quedaban a pintar porque no había un mango nos hizo entender de qué se trataba una cooperativa.

-Imagino también otro tipo de relación del trabajo, ya que todos los docentes son socios de la cooperativa…

-V.M.: Es la mejor organización laboral de todas. Con los conflictos que podamos tener la seguiría eligiendo, porque en un lugar de servicio como el nuestro estamos todos implicados, desde la directora hasta la señora que abre la puerta. Hay una apropiación muy diferente a estar en relación de dependencia, nosotros que vivimos solo de las cuotas y no tenemos ningún subsidio, hacemos retiros mensuales como monotributistas. Es una apuesta muy distinta desde lo económico.

-E.R.: El sistema escolar mantiene una verticalidad, donde hay jerarquías que se respetan y las autoridades están en orden. Pero en la asamblea somos todos iguales y discuto de igual a igual con mi jefe, tenemos el mismo voto. De repente me encontré debatiendo con personas que habían sido mis profesores.

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-¿Qué es, entonces, lo que seduce a los padres para enviar a sus hijos al Instituto Comunicaciones?

-V.M.: Nuestro perfil está íntimamente relacionado con la actividad deportiva. Pero no tiene que ver solo con ello, sino que a partir del deporte los chicos puedan trabajar el liderazgo de proyectos y grupos para que obtengan las capacidades de encarar lo que quieran hacer en sus vidas. Los chicos de cuarto y quinto año pueden estar al frente de un grupo, tanto inicial como primario, con una clase, taller, torneo o campamento. Aprenden a trabajar en equipo.

-E.R.: También cambió, la escuela de antes que tenía un perfil muy autoritario. Además de fomentar el trabajo en equipo, hay una contención a los chicos con temas que no podemos darle la espalda, y uno se da cuenta que desde el cariño y el respeto se llega mejor a los pibes. Intentamos  fomentar que se sientan acompañados y que vean en nosotros una figura de apoyo, no de control. No hay una sola familia que haya puesto al hijo acá y no entienda porque lo hizo.

-V.M.: El único requisito para entrar al colegio es tener una entrevista con el chico, sus padres y la psicopedagoga, pero solamente para conocerlos. Nos parecemos más a una escuela pública que privada, porque armamos un proyecto con tutores que no es obligatorio desde lo curricular y agregamos horas para que los acompañen. En comparación a otras instituciones, creo que estamos muy adelantados en la inclusión porque llevamos varios años de trabajo. Esto compatibiliza con la cooperativa, porque si hay un dueño con una idea contraria a este funcionamiento no se podría hacer nada.

-Ahora están preparando una exposición integradora sobre el día del trabajador, ¿Qué pretenden construir en estas actividades que suelen realizarlas enmarcada en un contexto social, como fue  el acto por el Día de la Memoria?

-V.M.: El proyecto se llama “El trabajo en la escuela”. Con los profesores de la época del cambio vamos a ir dando charlas en los cursos, mostrando un vídeo llamado “todos ponen” y el día del acto lo exponemos. Vamos a ver si nos animamos a cantar una canción, que es una versión modificada del tema El equilibrista, de Hilda Lizarazu. Pretendemos generar conciencia y hacerles ver desde la gestión el cuidado del espacio y que la escuela tiene que ver con todos nosotros, la conformación de la cooperativa. Si bien ellos no formaron parte que entiendan lo que costó.  

 -¿Cuál es la importancia de pensar la educación desde otro plano y que aporta la lógica cooperativista?

-E.R.: En principio, una intención de animarse constantemente, que los más conservadores le tienen miedo a eso. Nosotros somos de probar, arriesgarnos, con cosas que son interesantes pero también jugadas. La cooperativa tiene que ver mucho con eso: el profesor que perdía su trabajo en 2002 y que el sistema o la sociedad le decía que arme su curriculum para buscar un nuevo trabajo. ¡Pero no! Decidir “me la juego toda acá”, aunque pudiera terminar igual en la calle, hay algo que marca. Desde ese inicio, el espíritu se traslada a todo lo que hacemos.

-¿A qué cosas se estuvieron animando en el último tiempo?

-V.M.: Hace tres años tenemos un centro de estudiantes, cosa poco común en las escuelas privadas. Fue toda una apuesta animarse como colegio, lo más fácil hubiera sido decir que no. Pero, ¿Qué clase de cooperativa seríamos si no nos animábamos a esa organización? Los viernes, junto a Carlos Gálvez, ex profesor de cívica y actor fundamental en la construcción de la cooperativa, tenemos reunión con los chicos del centro.

-Su único ingreso es la cuota, ¿Cómo piensan encarar el aumento docente del 19 por ciento sin subir los aranceles?

-E.R.: Fue un tema principal en las asambleas, que sacan la ideología de cada uno, que no es poca cosa. Estamos viendo con distintas instituciones a ver si nos dan un apoyo de algún tipo, como el Ministerio de Trabajo, pero no es fácil porque nos encontramos con un cambio de gobierno en el medio. Pero también apuntamos desde la autogestión, porque la cooperativa no deja de ser un aspecto político y golpear una puerta te puede definir: donde una persona pone inversión también agrega otras cosas. Por eso realizamos recitales, bingos y actividades familiares, tanto para que la gente se involucre, como también para juntar fondos y reinvertir. Todos los años hacemos desde el taller de periodismo una revista que se financia de esta manera.

 -V.M.: Uno de nuestros lemas es que nos movemos en tempestades. Y este tema es una de ellas. A las familias les cuesta mucho pagar la cuota y logramos dar el aumento, pero casi no llegamos. Las cosas nunca están dadas, pero tampoco sé si estaría bueno que lo estén.

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-Por último, ¿Les puedo pedir un adelanto de la canción para el día del trabajador?

Verónica Mohr y Eloy Rubini rieron, un poco avergonzados. Pero rápidamente aceptaron el desafío, tomaron la hoja que se encontraba apoyada en la biblioteca y donde estaba escrito el tema redactado por todos los docentes, y cantaron al unísono:

“Soy cooperativa en Agronomía/ También una escuela / Nací en 2002, de todo aprendí/ Contar con nuestro trabajo/ Los chicos, sus padres/ Mil inconvenientes/ Ganas de seguir/ Seguir/ Yo soy lo que hago/ Estoy de tu lado/ Cooperativistas/ Igual a vos…..