Por Silvia V Rolandi*
“El desapego no es que no debes poseer nada, es que nada te posea a ti”
Ali Ibn Abi Talib
Pensar en desapego muchas veces se puede interpretar mal porque se lo piensa como “mantenerse al margen “o no involucrarse.
Sin embargo, el desapego es un acto profundo por el cual re-ubicamos nuestro eje en lo imperecedero, y podemos soltar lo impermanente, dejando que la vida fluya.
Cuando lo hacemos, lejos de mantenernos al margen, fríos y distantes, tomamos conciencia de que la vida es más bien un juego, y que esa energía que estaba retenida en aferrarnos a nuestras opiniones, a la juventud, al ego, al desapegarnos queda disponible para vivirlo todo con pasión, para comprometemos con la vida desde un lugar mucho más libre.
En la mayoría de las personas, en esta sociedad de consumo, el eje de la identidad está desplazado hacia la periferia, en las demandas del afuera. Cuando ejercemos el desapego, restamos importancia a esa periferia y pegamos un salto hacia nuestro núcleo interno, nuestra esencia de vida.
El desapego profundiza en todos los niveles, hasta los más internos de nuestro ser. El nivel más superficial de apego son los objetos y las personas de la vida cotidiana. Si se profundiza el desapego puede incluir todos los objetos o experiencias, pensamientos, emociones, hasta “este cuerpo “que habitamos por un tiempo.
Cuando la muerte advenga lo que morirá será la periferia, la materia. Parados desde este lugar, sabemos que nuestra esencia no se encarnó para cumplir con las expectativas de otro; este criterio hasta puede brindarnos cierta liviandad para ejercer una auténtica entrega al respirar el momento presente, convirtiendo cada instante de nuestra vida en un acto de libertad fundamental.
Respirar es vivir
La respiración es la principal razón por la que estamos vivos y es la que permite que nuestro organismo desarrolle todas sus funciones. Es posible abstenernos de alimento sólido durante semanas, de líquido durante algunos días; pero privados de aire falleceremos en unos pocos minutos. Sin oxígeno no hay vida.
Todas las células de nuestros tejidos (órganos, huesos, piel…) necesitan oxígeno para funcionar. La sangre es la encargada de proveérselo y de llevarse los residuos que producen fuera del organismo (pasando por la purificación en los pulmones y evacuados como dióxido de carbono). La respiración está íntimamente ligada a la circulación sanguínea, así como lo están sus dos bombas motrices: pulmones y corazón.
Por eso, para que nuestro organismo funcione correctamente y gocemos de buena salud es fundamental que respiremos bien. Y poder hacerlo es cuestión de técnica y práctica: el “arte de respirar” es otro gran aporte de los maestros yoguis.
Antes que aprender ejercicios respiratorios complejos, lo necesario es “volver a aprender” a respirar bien como lo hacíamos de niños. Cuando llegamos al mundo, en nuestro primer contacto con el exterior, nuestro centro respiratorio pone en marcha la primera inspiración de la melodía cotidiana: inhalación-exhalación.
Inhalación-exhalación… que ritmará nuestra vida hasta el último suspiro. Todo lo dicho es para recordar que la respiración es anterior a nuestra voluntad, es innata, natural, no requiere que hagamos nada más que dejarla ser y alejar los obstáculos que le impidan su acción normal: tensiones físicas, malos hábitos, actitudes físicas y mentales erradas. La forma más sencilla de describir el desapego es como el proceso de dejar ir, en la espiración.
Es bueno, poco a poco, aprender a dejar ir nuestros apegos y aversiones, practicar el desapego o desidentificación nos coloca en un lugar mucho más sensible y receptivo, lo que en yoga se llama el camino del medio.
Tanto el yoga como la meditación nos proveen las herramientas para hacer consciente el acto de respirar y adentrarnos en las capas más sutiles de nuestro ser.
En yoga la práctica de posturas, ( asanas), es una actividad solar y tiene que ver con la inhalación. Mientras que desapegarse o desidentificarse es una actividad lunar, algo relacionado al no hacer, la exhalación, está ligada al soltar. De aquí la importancia de una respiración consciente, un acto reflejo al cual muchas veces no le prestamos atención y que es el alimento fundamental en nuestras vidas.
Por otro lado, y desde lo emocional, el apego a nuestros padres o cuidadores representativos, son necesarios cuando somos niños para poder crecer, pero en la vida adulta, las relaciones de apego que tan beneficiosas nos fueron, pasan a convertirse en fuente de sufrimiento. Si nos apegamos a relaciones de pareja, amigos, a nuestra casa, nuestro coche, incluso a nuestro celular, es ese mismo sentimiento de apego que nos hace creer que necesitamos de esas cosas para ser felices.
Se cree que el apego nace del amor, contrariamente a eso, el apego nace de la necesidad, de la dependencia, está basado en el miedo a perder.
Recordemos que en la vida material nada es permanente, las pérdidas son inevitables y darán comienzo a otro ciclo. Todo comienza en cada uno.
Por eso hablo de desapego, es la toma de conciencia del sentido de la vida desde el amor, desde la independencia emocional y desde la propia responsabilidad.
*Counselor –Profesora de yoga.
silviavrolandi@gmail.com