Apuntes sobre una sociedad que se debate entre el ser, el tener y la indiferencia

Por Ricardo Guaglianone. La visión de la vida expresada en una sociedad de consumo donde el valor más destacado es el de tener por sobre el ser, está devastando al mundo.

 Los núcleos de poder, de las llamadas sociedades desarrolladas están dispuestos a sacrificar cualquier límite moral o ético a fin de mantener los niveles de opulencia materiales actuales, sin importarles las crisis ambientales, sociales o financieras sufridas aún en sus propios países, producidas por un modelo económico de producción de lucro sin reparar en el cómo.

Con la guerra de Rusia contra Ucrania y todos sus derivados, se evidencio sin mascaradas la lucha por un nuevo orden territorial del mundo y por los recursos naturales, incluida la tierra fértil de los ucranianos, uno de los mayores productores de cereales en el mundo.

Ni a Estados Unidos ni a Europa le interesan los ucranianos y son varias las guerras actuales que repiten viejas fórmulas detestables, como es el caso de las masacres en Yemen, en Palestina o en Siria.

Cuando estos países poderosos quieren mantener su poder, desarrollan sin ruborizarse, guerras por doquier. Esto les permite seguir vendiendo armas y mejorar sus economías a costa de masacrar pueblos por todo el planeta. En estos momentos estas guerras feroces, hicieron posible, por ejemplo, que la actividad comercial aumentara un 4% en el país del norte.

El otro motivo derivado de estas sangrientas guerras, es que se ha reactivado la llamada “guerra fría” donde centralmente Estados Unidos, Europa, China, Rusia se disputan territorios a costa de la muerte de miles de ciudadanos de los países más débiles.

Los recursos del planeta son limitados, por lo tanto, la formula sabida hasta el hartazgo es cada vez más cierta y se muestra avasallante. Las potencias y los individuos multimillonarios quieren mantener sus estándares de vida y la formula es 

Actualmente, mil millones de seres humanos no tienen la posibilidad de comer un puñado de arroz o tomar un poco de agua medianamente limpia, mientras se gastan cifras siderales en estas nuevas guerras coloniales, como fueron los casos de Irak, Afganistán, Libia y ahora Ucrania, Palestina, Kurdistan, o Yemen.

 Aparte de las guerras, el planeta está colapsado por una política predadora e irracional de la naturaleza, que causa desequilibrios irreparables a los ecosistemas.

El efecto invernadero, la basura en los mares, la putrefacción de los ríos provocada por los desechos industriales o la minería, el aire venenoso de las grandes urbes, (en Pekín no se ve el sol durante el día por el smog), la extinción de cientos de especies animales, la tala de bosques, los alimentos transgénicos industriales que hacen perder biodiversidad agrícola.

Estas situaciones son un precio demasiado elevado que paga el mundo para sostener el despilfarro de los países más opulentos y el mantenimiento de un capitalismo cada vez más salvaje como filosofía básica.

Necesitamos cambiar esta filosofía que arrasa con todo y nos lleva a un individualismo egoísta, que nos hace abandonar el sentido de comunidad. Hay dejar de lado la indiferencia para avanzar hacia la igualdad todos los seres humanos.

La Naturaleza existe como sustento para todos los que habitan La Tierra y es simplemente criminal que se margine hasta niveles infrahumanos a los pueblos para que los poderosos mantengan sus privilegios.  En el caso de nuestro país morirá mucha gente por las políticas de ajuste en salud y asistencia social.

 Esta filosofía predadora de la naturaleza y martirizantes hacia los seres humanos, el mundo ha sido convertido, por unos pocos matones armados hasta los dientes, en un lugar hostil para miles de millones de personas.

Depende de los pueblos, de los seres sensibles, hacer algo para que estas situaciones de injusticia y de destrucción del planeta no nos lleve al abismo. Y en nuestra querida Argentina, es urgente parar el martirio de miles y miles de ciudadanos a manos de un presidente desequilibrado, cruel, violento y profundamente antidemocrático.

El primer paso a lograr es reconstruir el sentido de comunidad solidaria y trabajar fuerte por una sociedad más justa e igualitaria, comenzando en cada pequeño lugar donde estemos, revisando y alimentando el crecimiento interior propio y de nuestros semejantes, para lograr ser mejores seres humanos al servicio de esta causa.

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