Un grito desde el CEAMSE

                                                                                                                              Por Nicole Martin

No te voy a contar mi historia. No voy a revivir el horror del infierno para tu placer. No me interesan tus fines académicos ni lo que te propongas.
Si yo dejo salir este monstruo ya no voy a poder encerrarlo más.
No. No vas a saber lo que me pasó. Si de verdad crees saberlo porque leíste los diarios o hablaste con la policía, entendes mucho menos sobre cómo funcionan las cosas de lo que las entendía yo.

angeles

Pero lo que me hicieron no puede ser olvidado.
Yo nada más estaba volviendo de gimnasia. Estaba pensando en qué iba a almorzar. Y en ir al cine el viernes.
Cuando el diablo se encontró conmigo, yo ya estaba desnuda. No iba a resistirme porque de eso no sabía nada, de hacer el mal. Era ingenua. No era lo que soy ahora: rasgada por mis propias uñas. Sucia. Yo era inocente, no podía enfrentarlo.

De hecho, cuando lo conocí, no me di cuenta de quién era. Eso lo supe después, cuando me ordenó que lo mire a los ojos. Al principio, no lo hice caso. Ya suficiente tenía él con estar dentro mío. Pero me dolía tanto.
Mientras me hacía mierda, lo miré a los ojos para tratar de entender. Y ahí, lo vi. La muerte en los ojos de mi propio violador. El vacío infinito lleno de perversión. Y entendí que su crueldad se basaba en dejar sus huellas hechas de dolor en el cuerpo de las que mujeres que se cruzan en su camino.

Pude ver toda la oscuridad del mundo en sus ojos celestes. Taladraron mi cuerpo hasta atravesarme por completo, hasta conquistarlo.
En ese momento, dejó de existir una versión de mí misma. Perdí todo lo que alguna vez había creído porque me di cuenta que estaba equivocada. Así, en concha, tirada en un pasto mojado por mi propia sangre, vi lo que nunca quise ver.

Y se convirtió en lo único que puedo ver. Perdí la capacidad de morir. No puedo dejar de existir porque quedé impregnada de la inhumanidad del ser humano.

Ahora soy esa sangre en el pasto y en mi bombacha. Soy la mugre que el diablo vomitó dentro mío. Soy la suciedad que quedó debajo de sus uñas. Soy pura y exclusivamente los retazos de cadáver que él metió en bolsas de basura . Soy el nombre que estuvo en la boca de todos. Soy la concha impura que todo el mundo sabe destrozada.

No me queda nada más que el recuerdo de los ojos celestes que decidieron terminar con mis dieciséis años. Mientras que mi cuerpo se hacía chiquito en las manos del diablo, mi interior se convirtió en esto que soy.

No soy Ángeles pero sigo siendo yo. Existo en este eterno vacío de bolsa de nylon.

Homenaje  a Mumi

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