Se presentó un proyecto para que las escuelas primarias bonaerenses estén libres de celulares

Bertie Venegas Lynch, diputado nacional de LLA dijo hace unas semanas que “Libertad también es que, si no querés mandar al colegio a tu hijo porque lo necesitas en el taller, puedas hacerlo”. 

La idea de Javier Milei es clara, la educación pública “adoctrina”, “lava el cerebro” de los pibes y su obligatoriedad debe ser puesta en discusión. El avance libertario sobre el derecho a la educación nos impone el deber de su irrestricta defensa.

Ahora bien, ¿cuál es la mejor forma de defender nuestra educación pública? Es animarnos a discutir los temas que nos permita construir una escuela de calidad. Para eso es indispensable volver a poner en el centro de dicha discusión a los niños, niñas y adolescentes de nuestro país, escucharlos para poder interpretarlos, escapar del adulto centrismo que silencia a los más jóvenes e invisibiliza sus problemáticas.

En este sentido, sin dudas uno de los temas a abordar con suma urgencia es el uso de dispositivos tecnológicos dentro de los establecimientos educativos.

La pandemia aceleró los tiempos de incorporación de tecnologías digitales en el proceso de enseñanza y aprendizaje. La virtualidad y el uso de plataformas educativas permitieron la continuidad pedagógica durante la emergencia sanitaria.

Sin embargo, aquella solución en el marco de un contexto mundial extraordinario, se convirtió en la llave de acceso para el uso de las pantallas en las escuelas. 

Asimismo, la velocidad de implementación de estas herramientas digitales no permitió medir su impacto en el aprendizaje de los estudiantes recién hasta mediados de 2022, cuando la UNESCO realizó por primera vez lo que llamó el “Informe Global de Monitoreo de la Educación”. Dicho estudio arrojó resultados alarmantes, evidenciando un impacto negativo sobre todo en los más chicos.

 A raíz de esto, muchos países del mundo comenzaron a tomar cartas en el asunto, trabajando sobre nueva legislación que prohíba el uso de dispositivos digitales en los distintos niveles educativos.

Estos resultados negativos por el uso de pantallas en el proceso de aprendizaje en particular, se suman a los riesgos ya conocidos en la salud física y mental de nuestros hijos por la utilización excesiva de dispositivos digitales en general. 

Situación que en la mayoría de los casos es acompañada por un corrimiento de los adultos en la vida de los niños y el aislamiento de éstos con sus pares.

Así, el juego del mundo real es reemplazado por el juego del mundo virtual, los amigos del barrio o la escuela por los “amigos” en las redes sociales. Todo bajo una falsa sensación de seguridad por parte de los adultos que muchas veces ignoran los peligros a los que se exponen los pibes y pibas como el cyberbulling, el grooming o la ludopatía digital, que se encamina a ser una de las adicciones más graves del siglo XXI.

Según diversos estudios, recién a los 16 años de edad se inicia la etapa de madurez tecnológica de las personas. Sin embargo, los niños de entre 7 y 12 años representan cerca del 30 % del mercado de telefonía inteligente en la Argentina y el 80 % de los chicos de entre 10 y 12 años ya tienen teléfono celular. 

 Estamos frente a una situación grave. Sedentarismo, problemas posturales, retraso en el habla, problemas auditivos, miopía, alteraciones en la conducta, trastornos alimenticios, falta de concentración, son sólo algunas de las consecuencias que ya impactan en miles de niños, niñas y adolescentes en nuestro país.

Es preciso un debate urgente sobre el cuidado de las niñeces y adolescencias respecto de los peligros que implican las plataformas digitales y el primer paso lo debe dar el Estado. 

Por eso, en el Senado de la provincia de Buenos Aires presentamos un proyecto que plantea prohibir el uso de dispositivos tecnológicos en las escuelas primarias (salvo en los casos en que los y las docentes lo requieran para uso pedagógico) y que trabaje fuertemente sobre el uso responsable en todos los niveles educativos.

La propuesta busca hacer un aporte en la construcción de una educación pública que dé respuestas concretas a los problemas de aprendizaje de niños, niñas y adolescentes. Entendiendo ese proceso no sólo desde la perspectiva de incorporación de conocimiento sino también comprendiendo a la educación en su dimensión social. 

La interacción entre pares, el juego imaginativo, prepara a los pibes y pibas para la vida en comunidad.  El proyecto fue presentado por Emmanuel González Santalla senador de la Provincia de Buenos Aires

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