Quiero estar en pareja -conmigo mismx-

Por María José López Tavani

“CUANDO ESTÁS solo, no estás solo: simplemente estás solitario. Y hay una tremenda diferencia entre estar solo y estar solitario. Cuando estás solitario piensas en el otro, extrañas al otro. Sentirse solitario es un estado negativo: supones que habría sido mejor que el otro estuviese a tu lado: tu amigo, tu esposa, tu amado, tu esposo, tu madre. Habría sido mejor que el otro estuviera allí, pero no está. Estar solitario es la ausencia del otro. Soledad es la presencia de uno mismo”. OSHO, arcano IX de su Tarot Zen.

El tiempo es pegajoso, en una carrera que nos conducirá al apego o a la aceptación de vínculos. Y somos humanitos, simplemente, la cualidad del desapego a veces brota, a veces no. Caminamos creyendo que un otro, otra, nos liberará de la caja abierta de Pandora. Pero los agujeros existenciales no se tapan con objetos, palmadas, parejas, hijxs.

Durante una relación tóxica, la personalidad pierde su fuego. Las proyecciones, de un lado al otro, son el peligro que invita a la fragmentación. La noble piel que nos limita, dándonos identidad, se quiebra. Parecemos definirnos a través de un espejo. Astillado, con ceniza y polvo. Y entonces, ir adentro. A ese lugar donde nada ni nadie puede llegar.

Juntos pero no revueltos*. Pues ha de haber un espacio vacío entre los amantes. Y es justamente ese vacío el que permite el verdadero encuentro. Ya no existe el te quiero porque te necesito sino el te necesito porque te quiero.

Cuántas veces el miedo a la soledad nos lleva a elegir, construir, sostener relaciones. Aferrados fuertemente a la perla no nos damos cuenta de que se trata de plástico. Ya mal heridos, ya cansados, se abre una puerta: es la soledad que nos permite entrar en el Silencio. Se abre el telón. Nos encontramos con nuestros gustos, preferencias y con aquello que ya no permitimos ni permitiremos. La diversidad enseña cuando la agudeza despunta. La soledad no es ausencia sino encuentro con lo que elegimos ser. Estar acompañadxs no ha de ser una urgencia sino una bella aventura. Que comienza en el centro, allí donde la compasión nos arrulla.

*término acuñado por la Lic. Maya Zuretti