Por Lic. Claudia Reynoso*
Pocos temas son tan difíciles de abordar como la infidelidad. Tal vez porque pone en jaque nuestros principios, nuestras creencias, el autoestima. Desde la antropología, la psicología, la filosofía, la neurología y hasta la poesía, se ha intentado dar respuesta a la pregunta “¿por qué somos infieles?”
Atendiendo al punto de vista evolutivo, podríamos explicar que los hombres intentaban dejar su semilla en la mayor cantidad de hembras posible, transmitiendo su ADN. Es decir, tenían licencia para vagar sin problemas, mientras que las mujeres, una vez que quedaban embarazadas no tenían necesidad de seguir buscando, ya que tenían asegurada la descendencia.
En la antigüedad el matrimonio era una empresa de tipo económico. La monogamia tenía que ver con que la fidelidad de la mujer permitía al hombre saber de quién eran los hijos y quién heredaría los bienes al morir; en la mayoría de los casos poco tenía que ver con el amor.
En la actualidad el matrimonio es una empresa romántica, el amor se ubica “en el matrimonio”. En la mayoría de los casos el matrimonio llega por haber encontrado ese amor puro. Encontramos en esa persona el ideal romántico y satisfacemos allí un montón de necesidades. Y es aquí donde la infidelidad amenaza la seguridad emocional.
La experiencia de la infidelidad es prácticamente un obstáculo psicológico. Si estamos en pareja con aquel/aquella a quien consideramos nuestro amor, nuestro confidente, nuestra persona de confianza, nuestro objeto de deseo y pretendemos ser para el otro esa persona especial, única, irremplazable, es la infidelidad la que llega para decirnos que no lo somos…que no lo es.
Tal es así que en la actualidad aquellos que atraviesan la situación de ser engañados la vivencian como devastadora, traumática, la más grande de las traiciones, una violación a la confianza, generando en muchos casos crisis de identidad. Quienes creían conocer todo respecto del otro y de su vida en común encuentran un espectro de vivencias, de intenciones, de satisfacciones del otro que ignoraban completamente y que, además, no los incluye.
Las distintas interpretaciones
Es difícil en los tiempos actuales definir exactamente de qué hablamos cuando hablamos de infidelidad. Si bien tenemos claro que la noción infidelidad en sí no ha cambiado a lo largo de las épocas, una traición siempre se trata de algo que connota negativamente; lo que sí han cambiado son las expresiones de la misma, qué es lo que constituye una infidelidad y qué no.
Algunas personas opinan que una aventura de índole puramente sexual no se considera traición ya que no conlleva involucramiento afectivo, mientras que otras dirán que se trata de una infidelidad neta porque precisamente lo que está involucrado es la faceta sexual.
La definición de infidelidad muta, cambia y se hace más amplia en estos tiempos de las redes sociales. Cierto es que cada infidelidad implica siempre una ruptura del compromiso exclusivo de la pareja por el establecimiento de una relación sexual, romántica o emocional con otros, es una sombra que existe en la pareja, ya que de la forma que sea, romper el contrato implica ser infiel.
Esto nos mueve a pensar por qué, en estos tiempos en los que podemos divorciarnos, elegimos engañar? Y yendo más lejos con las preguntas averiguar por qué muchas personas que han sido fieles por décadas eligen transgredir, aun a riesgo de perder todo lo que han construido en pareja. Por qué detentando valores monógamos, hay quienes se comportan como si no lo fueran.
Las respuestas tendrán que ver con cada pareja en particular. En algunos casos la infidelidad tendrá que ver con que la calidad de la relación, íntima, emocional, sexual, dentro de la pareja.
Pero existen otros casos donde la relación está bien, y sin embargo la infidelidad ocurre. Casos donde tiene más que ver con una búsqueda personal, con descubrir partes de uno mismo, con la posibilidad de una inyección de deseo, anhelo de conexión emocional, intensidad sexual, autonomía, que en todos los casos, no busca el daño al otro.
Para algunas relaciones el descubrimiento de una infidelidad de parte de alguno de los miembros significará el tiro de gracia. Para otras en cambio será el impulso a nuevas posibilidades. La experiencia en consultorio nos arroja datos que testimonian que la mayoría de las parejas que atraviesan un trance de este tipo continúan juntas.
El desorden que se produce al descubrir esa escena oculta los catapulta a un necesario nuevo orden. Aquí la crisis opera como generadora de nuevas oportunidades, de entender la traición, de sanar el daño, de vincularnos mejor, de volver a elegirnos.
* claureynos@hotmail.com