Otras épocas no tan lejanas: el levantamiento contra Raúl Alfonsín y el pueblo en la calle

Felices Pascuas fue la histórica frase que pronunció el presidente Raúl Alfonsín ante una multitud en Plaza de Mayo que  se había movilizado masivamente para defender al gobierno nacional y a la democracia recién empezada, ante la rebelión carapintada que se produjo en la Semana Santa de 1987.

El 19 de abril de 1987 una frase que pronunció Alfonsín, luego de horas de tensión y rumores variados sobre el levantamiento militar tuvo disimiles interpretaciones pero trajo alivio en la Plaza de Mayo colmada: “¡Felices Pascuas! La casa está en orden” dando a entender que el conflicto estaba resuelto.

Esa frase paso a ser desde aquel momento un recuerdo importante en la restauraciòn de la democracia, desde su retorno en 1983.

La rebelión de oficiales del Ejército se inició el 16 de abril, cuando el mayor de Inteligencia, Ernesto Barreiro, se negó a concurrir al juzgado que lo investigaba por cargos de tortura y asesinato y se amotinó en el Comando de Infantería Aerotransportada de Córdoba junto a otros 130 militares, para resistir la orden de detención judicial. La reacción se extendió a otros cuarteles y el teniente coronel Aldo Rico, (que habla en TV como si fuera un ejemplo democrático) a cargo de un regimiento en Misiones, pasó a liderar la amenaza sobre el gobierno nacional desde la Escuela de Infantería de Campo de Mayo.

Los carapintadas exigían la renuncia de los altos mandos del Ejército y la sustitución del juicio a los autores de violaciones a derechos humanos por otra que contemplara situaciones más flexibles para los oficiales que recibieron órdenes.

El gobierno nacional ordenó a fuerzas militares que obligaran a sus pares a deponer la rebelión, pero nadie se movió de sus cuarteles, con excepción del general Ernesto Alais, que salió con una fuerza de tanques desde el II Cuerpo, con sede en Rosario, pero nunca llegó en cuatro días a Campo de Mayo.

Tras la sorpresa de la rebelión, la Plaza de Mayo comenzó a ser ocupada por ciudadanos, familias, jóvenes, ancianos, todos estaban allì a favor de la democracia. Las calles eran ríos de gente avanzando hacia la plaza que permaneció repleta hasta el discurso final de Alfonsín cuando anunció el término del conflicto.

La tensión llegó a niveles desconocidos, cuando el gobierno anunció que no tenía fuerzas para reprimir a los sublevados por lo que se veía obligado a asumir gestos extraordinarios.

El jefe radical en el Gobierno salió al balcón de la Casa Rosada para anunciar, junto a los presidentes de los partidos opositores, que concurría en helicóptero a Campo de Mayo para hablar con los sublevados. Numerosos manifestantes se agolparon a las puertas de Campo de Mayo y de otros cuarteles rebeldes y fueron advertidos que abrirían fuego y se produciría una matanza, si intentaban entrar.

Alfonsín voló en un helicóptero sin custodia a Campo de Mayo y habló con Rico y los oficiales carapintadas. Regresó unas horas después a la Casa de Gobierno rodeada de una multitud. El Presidente volvió al balcón y con los brazos en alto pronunció el ‘Felices Pascuas’, que marcaba la distensión y  el fin del conflicto.

 

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