POR MARÍA EVA KOUTSOVITIS Y JONATAN BALDIVIEZO*
Diciembre, febrero y marzo mostraron la Ciudad de Buenos Aires y al AMBA colapsados por las lluvias. Estas inundaciones recurrentes ponen en evidencia que con negocios y eslogans no resolvemos los problemas estructurales. Mauricio Macri se cansó de promocionar los mega túneles que construyó durante su gestión para mitigar el problema de las inundaciones. Toneladas de dinero destinadas a obras obsoletas, diseñadas con datos de lluvias de fines de los ‘90 y con criterios técnicos de hace casi un siglo, enmarcados en un Plan de Ordenamiento Hidráulico completamente desactualizado respecto a la actual crisis climática.
Si bien escuchamos que el colapso de la ciudad es por culpa de las fuerzas del cielo, resulta necesario analizar con más detalle la información del Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Allí se informa que el acumulado de lluvias en los últimos 12 meses se encuentra por debajo del promedio de los últimos 30 años. Por lo tanto, repetir todos los meses que estamos frente a eventos extraordinarios no tiene correlato con la realidad de quienes se inundaron en diciembre, en febrero y en marzo. Su cotidiano es estar bajo el agua.
Las lluvias ponen en evidencia la desigualdad territorial. En muchas de las villas o barrios populares, las inundaciones ocurren cada vez que llueve, pero nunca son noticia. Son miles las familias que se inundan con agua de lluvia mezclada con líquido cloacal y que pierden todo luego de cada lluvia.
Las inundaciones en las villas ponen en descubierto otro gran slogan de campaña: la reurbanización de los barrios populares. En las últimas semanas, vimos imágenes impactantes de la calle Chilavert, una de las calles principales de Villa 20, transformada en un río caudaloso de agua cloacal y de lluvia. El GCBA hace ocho años inició la urbanización de este barrio, sin embargo, las familias continúan sin acceder a la infraestructura más básica: pluviales, agua potable y cloaca. También, veíamos imágenes similares en Iriarte y Luna, otro barrio centenario de la ciudad, la Villa 21-24, donde viven aproximadamente 70.000 personas sin acceso a la red pluvial, al agua potable y al saneamiento.
Inundaciones y arroyos entubados
Las inundaciones son, en principio, el resultado de un fenómeno natural, las lluvias intensas. Sin embargo, la ocurrencia o no de una inundación depende no sólo de la intensidad de la lluvia, sino también de la capacidad del suelo para retener e infiltrar el agua y de la infraestructura prevista para contener y evacuar las aguas pluviales excedentes.
Por lo tanto, la problemática de las inundaciones no puede reducirse solamente a la existencia de lluvias intensas y obras inadecuadas, sino que debemos abordarla principalmente en el contexto del modelo de desarrollo urbano, el ordenamiento territorial-ambiental y los usos del suelo.
La Ciudad de Buenos Aires está atravesada por caudalosos arroyos que desembocan en el Río de la Plata:
- De norte a sur tenemos al arroyo Medrano que atraviesa los partidos de Tres de Febrero, San Martín y Vicente López y el norte de la Ciudad de Buenos Aires.
- El arroyo Vega, que nace y desemboca dentro de los límites de la ciudad.
- El arroyo Maldonado, también con nacientes en la provincia de Buenos Aires, recorre buena parte de la ciudad bajo la avenida Juan B. Justo, atravesando los barrios porteños de Liniers, Versalles, Villa Luro, Floresta, Villa Santa Rita, Villa Crespo, Palermo.
- Los arroyos del sur de la ciudad, como por ejemplo el arroyo Cildañez, desembocan en el Riachuelo, una de las cuencas hídricas más contaminadas del mundo que descarga sus aguas en el Río de Plata.
- En total son 11 las cuencas que atraviesan la Ciudad de Buenos Aires: Medrano, Vega, White, Maldonado, Radio Antiguo, Ugarteche, Boca-Barracas, Ochoa-Elía, Erézcano, Cildañez y Larrazábal–Escalada.
Hace casi un siglo que, para resolver la contaminación creciente de los arroyos urbanos, la solución de entonces consistió en entubarlos construyendo mega túneles enterrados. Hoy existe un consenso generalizado respecto al fracaso del entubado de ríos y arroyos. Ya que no sólo no resuelve el problema de la contaminación, sino que genera nuevos problemas: limita el caudal de escurrimiento, los taponamientos por sedimentación son frecuentes, el riesgo hídrico se invisibiliza creando una falsa sensación de seguridad para sus habitantes, la posibilidad de autodepuración que tienen los cursos naturales se anula y, por supuesto, se destruye toda la biodiversidad acuática y terrestre.
El entorno ribereño
La Ciudad de Buenos Aires, de acuerdo con el Plan de Acción Climática 2050, enfrenta tres amenazas de origen natural: las inundaciones pluviales, las inundaciones costeras y las olas de calor. Y para mitigarlas resultan claves las superficies verdes, el arbolado y la recuperación del borde costero.
Hace tres semanas escuchamos el discurso del nuevo jefe de Gobierno, Jorge Macri, en la inauguración de las sesiones ordinarias de la Legislatura porteña, adelantándonos su gestión de gobierno para este año. No mencionó ninguna de estas tres amenazas.
Respecto a las inundaciones costeras, se debe generar en la costanera porteña un biocorredor para recuperar y preservar sus humedales, mitigar eventuales ascensos del nivel del río, permitir que los vientos frescos ingresen desde la costa hacia la ciudad para mitigar las olas de calor, reducir el impacto de las inundaciones y desafiarnos a desentubar progresivamente desde la desembocadura hacia aguas arriba los arroyos entubados.
Mientras las ciudades del mundo, en el marco de paradigmas de sustentabilidad ambiental, están recuperando los bordes ribereños, desentubando sus arroyos, construyendo biocorredores y diseñando obras de infraestructura compatibles con la preservación de los ecosistemas urbanos, la gestión de la Ciudad de Buenos Aires, que gobierna desde diciembre de 2007, ha implementado en estos 16 años un nuevo plan para entregar el sector de la ciudad adyacente al Río de la Plata a la corporación especulativa inmobiliaria.
La venta definitiva de Costa Salguero para la construcción de torres suntuosas; el relleno del río de la Plata en la Costanera Norte para construir BA Playa en lugar de recuperar las concesiones ilegales que desde la década del 90 ocupan la costanera; la autorización legal del proyecto en la Costanera Sur para construir un nuevo Puerto Madero llamado Costa Urbana sobre actuales humedales y al lado de la reserva ecológica destruyendo uno de los pulmones verdes más importantes de la Ciudad y uno de los pocos humedales que aún conserva; son sólo algunos ejemplos.
La emergencia hídrica ausente
El negacionismo de la crisis climática por parte del poder político incluso llega a plasmarse en una de las leyes más relevantes para el planeamiento de la Ciudad, como es el Código Urbanístico. Esta ley plantea que el borde costero no debe considerarse zona de riesgo hídrico.
En estos 16 años observamos como el GCBA ejecutó sin ningún tipo de evaluación hidráulica túneles sobre la traza del Ferrocarril Mitre, con consecuencias dramáticas. Fue justamente a través del túnel o sapito de la calle Arias, por donde ingresó una especie de tsunami durante la tormenta del 2 y 3 de abril del 2013, lo que causó varias muertes. Jorge Macri anunció nuevos sapitos en las vías del ferrocarril Belgrano y del Sarmiento, esperamos que esta dimensión hidráulica sea considerada.
Durante el temporal del 19/12, el director de Defensa Civil decidió ignorar los alertas naranja emitidos por el SMN y una mega fiesta en el hipódromo terminó con una carpa volada, el derrumbe de una estructura y 15 personas heridas.
Muchas de las lluvias que inundan la ciudad, hace 30 años, no la inundaban. La sobreconstrucción, la mutilación del arbolado público y la destrucción sistemáticas de las superficies verdes son determinantes para ello.
Sólo en la última década se han privatizado el equivalente a 75 Plazas de Mayo de superficie verde absorbente. Y, en septiembre del 2020, en plena pandemia, el gobierno porteño modificó el Código Urbanístico para transformar en estacionamientos de autos subterráneos los pulmones verdes de manzana.
En paralelo, la lógica del despojo avanza con la cementación de la costanera y el deterioro, fragmentación y destrucción de nuestras superficies verdes y el arbolado público; la temperatura máxima anual ha aumentado casi 1 °C en las últimas tres décadas.
El gobierno porteño promociona la construcción de nuevos mega túneles entubados de los arroyos Maldonado y Vega como obras vanguardistas de ingeniería. Gestionar las lluvias construyendo túneles cada vez más grandes, completamente fuera de toda escala humana, responde a un paradigma superado, que nada tiene que ver con el actual régimen de precipitaciones ni con la morfología urbana de la Ciudad. Replicar soluciones obsoletas e ineficaces, que atrasan un siglo, sólo puede explicarse a partir del enorme negocio que genera la utilización de esas grandes tuneladoras que pertenecen a una sola empresa relacionada con el gobierno.
Soluciones basadas en la naturaleza
Lo eficiente, como sucede en otras ciudades del mundo, es gestionar el agua de lluvia donde cae, reteniéndola y potenciando los procesos de infiltración. Los nuevos paradigmas basados en soluciones aportadas por la naturaleza, denominados por sus siglas SUDS (Soluciones Urbanas de Drenaje Sostenible) se caracterizan por retener las aguas de lluvia donde caen utilizando diferentes dispositivos distribuidos en el territorio urbano que permiten además preservar el paisaje, recuperar los ecosistemas urbanos, mejorar la calidad de las aguas de lluvia a través de su filtrado utilizando vegetación: terrazas verdes, pavimentos permeables, sistemas de retención y colecta de aguas de lluvias en los techos de las edificaciones, reservorios temporales en zonas deprimidas de parques y plazas que se ocupan con agua de lluvia generando un paisaje acuático y luego se vacían cuando la lluvia pasa.
Desde la inundación del 2 y 3 abril del 2013, las distintas asambleas de inundados vienen reclamando al gobierno de la ciudad democratizar los sistemas de alertas y elaborar un plan de contingencia. La ciudad no cuenta con un plan de manejo para que la población sepa cómo actuar frente a un evento extraordinario: ¿Qué tenemos que hacer cuando hay alerta de vientos fuertes o de tormentas? ¿Qué zonas debemos evitar? ¿Cuáles son las vías de evacuación? ¿Dónde se encuentran los lugares seguros? El jefe de Gobierno, Jorge Macri, por Twitter, durante la última tormenta, recomendaba caminar con cuidado, manejar con precaución y retirar las macetas del balcón. En muchas ciudades las alertas se comunican a la población a través de mensajes de texto, utilizando las redes, o a través de dispositivos de comunicación oficial. El gobierno porteño destina más de 110 millones de pesos por día en propaganda y pauta oficial. Es urgente destinar parte de ese exorbitante presupuesto a la gestión del riesgo, por ejemplo, comunicando adecuadamente las alertas meteorológicas. Las imágenes de autos flotando bajo los túneles de la ciudad se repiten cada vez que sucede una lluvia intensa.
Planes vetustos y planes que faltan
Debemos actualizar el Plan de Ordenamiento Hidráulico aprobado por la Ley N.º 1660/2005 como Programa de Gestión de Riesgo Hídrico en la Ciudad de Buenos Aires. Este plan fue aprobado hace casi 20 años y con datos de precipitaciones de los ‘90.
Hace 25 años que la Legislatura debería haber aprobado el Código Ambiental, al igual que el Modelo Territorial. El Plan Urbano Ambiental y el Código Urbanístico se encuentran vencidos y esperando su actualización obligatoria. Los planes de contingencia para inundaciones no existen.
Si no pensamos integralmente y en el contexto del espacio urbano el conjunto de las políticas hídricas, la Ciudad de Buenos Aires va a continuar inundándose. Necesitamos reemplazar el modelo hegemónico y patriarcal de las mega obras de ingeniería por obras a escala humana que puedan dialogar con el paisaje y los ecosistemas urbanos. Y por supuesto este desafío implica necesariamente poner en debate nuevas urbanidades basadas en la democracia participativa ambiental.