Un par de buenas tetas

Por Lic. Claudia Reynoso

Pechos, tetas, senos, lolas, busto, bubis… diferentes formas de nombrar aquella parte del cuerpo femenino que fue objeto de deseo y fijación a través de todas las épocas.

Se reconoce a los senos femeninos las funciones más evidentes: la función nutricia y la erótica. Probablemente la fascinación que las tetas ejercen tanto en hombres como en mujeres tenga orígenes evolutivos. Fue cuando el hombre adoptó la postura bípeda y comenzó a practicar el coito frontal, cara a cara, que las mamas se transforman en disparador sexual, tal y como lo eran las nalgas mientras andábamos en cuatro patas (aunque éstas aún conservan su atractivo).

La especie Homo Sapiens es la única clase mamífera en que las glándulas mamarias de la hembra cumplen las funciones de órgano nutricio para las crías y de reclamo sexual para el hombre. Las mamas son “bilaterales” ya que excitan al sujeto activo mediante estímulos visuales y táctiles, tanto como a la receptora de esas caricias. Y es por esto que en la mayoría de las mujeres, las tetas son zona erógena primordial, les otorgan la autopercepción de sentirse deseadas, gratificando sus egos, recibiendo un gran impulso en su libido a través de las manipulaciones de su pareja a partir de ser lamidas, chupadas, acariciadas, mordisqueadas.

Los hombres son los únicos mamíferos machos fascinados por los pechos en un contexto sexual.  La estimulación de las mamas es propicia en el encuentro sexual. De hecho al iniciar un contacto sexual la estimulación de los pezones incrementa el deseo sexual en la mayoría de las mujeres, activando las mismas áreas que en la estimulación de la vagina y el clítoris. Al acariciar los pechos y pezones de la mujer se libera oxitocina que provoca que ésta se concentre en su compañero sexual y aumente su deseo de conectarse íntimamente con él.

Hasta aquí la dimensión biológica de las tetas en cuanto al erotismo en la pareja. Si abrimos la mirada se pondrá de manifiesto la influencia que éstas han tenido en la evolución de la civilización. La misma puede verse en las manifestaciones artísticas, literarias, en los efectos sociopsicológicos ya que además de ser fuente de placer influyen en la configuración de la personalidad de cada sujeto, son inspiradoras de reflexiones jurídicas y filosóficas, y es destacable su papel en la lucha por causas que se relacionan con los derechos femeninos. Como sociedad hemos sido testigos hace poco tiempo de una manifestación masiva donde en ocasión del “reclamo por la soberanía y libertad de los cuerpos” las mujeres exhibían sus pechos.

Esta exhibición de los pechos desnudos nos pone a pensar si a través de nuestra historia hemos construido como sociedad la posibilidad de circular por diferentes ámbitos con los pechos femeninos completamente desnudos o es una posición minoritaria que genera controversia; será una elección personal de cada mujer que así lo determine, teniendo en cuenta el derecho de otros a ir a la playa o circular x diferentes ámbitos sin ver tetas al aire. Tenemos tarea….pensar y debatir respetuosamente, entender que podemos establecer y delimitar espacios para todos, para las que quieren tomar sol sin ropa y para aquellos que gustan de ir a la playa en traje de baño. Respeto y tolerancia se llama eso.

Las tetas tienen historia

Volviendo al tema de este artículo, vemos que los senos han tenido protagonismo a lo largo de la historia, funcionando como primordiales en la valoración estética de las mujeres.

Haciendo un breve repaso de las distintas épocas podemos ver que entre los griegos de la época clásica, los espartanos privilegiaban los pechos pequeños de las jovencitas ya que, por su visión de pueblo guerrero, ellas debían entrenarse para la actividad física inherente al deporte y el combate tal como lo hacían los varones; y para esto los senos grandes resultaban incómodos. En las mujeres adultas el pecho voluminoso indicaba potencial para amamantar a los niños que serían potenciales combatientes.

En la era cristiana se considera pecaminosa la exhibición de los pechos. Durante la Edad Media se impone aplastarlos por medio de un modelo de vestido con un peto rígido.

Y en época del Renacimiento las mujeres fueron agrandando y bajando el escote de sus vestidos, descubriendo sus pechos hasta el punto justo encima de los pezones. En ocasiones a raíz de ciertos movimientos alguna dama dejaba, intencionalmente o no, a la vista sus senos. Este tipo de suceso no era censurado, sino que despertaban comentarios o daban lugar a la galantería.

Con la Revolución Francesa las mujeres adoptaron la moda de vestir llamada “imperio”.  La principal característica fue la ostentación de los pechos. Las prendas llevaban una cinta alrededor del torso, justo debajo de los senos, los realzaba y elevaba, y una blusa transparente abullonada les daba libertad.

Llega la Epoca Victoriana, en el siglo XIX y establece la ocultación de los senos y del cuerpo en su totalidad con géneros tales como el terciopelo. Se utilizaba un corsé debajo del vestido constriñendo la cintura y destacando los pechos, pero cubiertos por las vestiduras.

En el siglo XX queda en desuso el corsé y nace el sostén. La silueta de la mujer cambia, aunque se mantiene la preferencia por el busto generoso.

El paradigma de belleza femenina vuelve a cambiar un par de décadas después, siendo predilecta la imagen de la mujer juvenil, delgada, de aspecto deportivo, donde los pechos no juegan un papel central. Es aquí cuando los productores de corpiños se dedican a producir sostenes destinados a aplastar el busto.

Tiempo después los pechos recobran protagonismo. Entre los años ’40 y ’50 la silueta femenina se hace voluptuosa, con curvas acentuadas. Para estos fines se crean artificios, muy lejos de lo natural, para que los pechos luzcan proyectados, con forma cónica.

A mediados de los años ’50 aparece en la escena cinematográfica Brigitte Bardot en Dios Creó a la Mujer (1956). Se instala como símbolo sexual innovador, luciendo pechos sugestivos sin ser enormes.

En los 60’s con la movida hippie los pechos se liberan del sostén y lucen naturalmente bajo holgadas prendas.

A partir de los 80’s se inicia una etapa de esplendor para el escote femenino. Aquellas que poseen senos grandes los lucen con orgullo, y las que no poco a poco fueron acudiendo a la medicina estética para cambiar el tamaño y subir unos talles de corpiño.

En el año 2007 la revista científica International Journal of Sexual Helth publicó los resultados de una encuesta realizada por investigadores de dos universidades de California. De 52 227 adultos heterosexuales consultados el 56% de los hombres estaba conforme con los pechos de su pareja, mientras que solo el 30% de las mujeres estaba conforme con sus senos. Es decir en amplia mayoría las mujeres manifestaban incomodidad respecto de sus pechos (forma, tamaño).

Hoy en día un amplio porcentaje de las mujeres ha pasado alguna vez por el quirófano a los fines de modificar la apariencia de los mismos, con la ilusión tal vez, de que una intervención en la carne modifique aspectos simbólicos y supla determinadas carencias.

Los pechos han sido a lo largo de los tiempos indicadores de valores de la sociedad. Con el tiempo han adquirido y se han desprendido de matices religiosos, eróticos, políticos, domésticos, comerciales.

Mas allá de forma y tamaño, un “buen par de tetas” hoy es aquel que vende productos en publicidades, da cuenta de los cambios estéticos y generacionales luciendo pezones perforados por vistosos piercings, o se exhibe colectivamente como medio de protesta.

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