Sobre el amor en el tiempo de lo material

Por Silvia Rolandi

 

¿Qué es el tiempo? ¿Existe la hora reloj? La naturaleza tiene sus tiempos, sus mañanas, tardes, noches. Los seres humanos tenemos horarios, en los que “debemos”, – nos enfrentamos a la obligación-, de cumplir “los tiempos” laborales, consecuencia de las exigencias por una sociedad que nos demanda ser productivos.

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Exigencias de la vida cotidiana en la que todos los seres humanos estamos inmersos y que, por momentos, nos envuelve  de tal forma que nos transforma en máquinas de realizar tareas, de producir para un mundo globalizado, y hacemos, casi sin pensar, casi sin sentir…al punto de  quedarnos sin fuerzas ante tanta demanda, reproduciendo conductas fijas, estereotipadas, sin pensar si son congruentes con nuestros deseos.

Y sin darnos cuenta la ansiedad se mete en nuestras vidas, con un efecto dominante sobre nuestra motivación.

Pero, por sobre  esa “rutina” llena de horarios y obligaciones que muchas veces nos oprimen, está el amor que nos brinda la energía necesaria  para seguir adelante, el alimento del alma. Pienso en el amor propio, en el amor a nosotros mismos, que se expande creando vínculos que se construyen por la intersubjetividad. En este encuentro con el otro, la esencia es la libertad, fuera de todas las reglas.

Cada nuevo día es un desafío, encararlo con una cuota de espontaneidad creatividad y compromiso personal es saludable, poner un coto y hacernos tiempo para evaluar los temas a encarar en nuestras vidas y poner prioridades, tener una visión optimista, dar curso a las emociones, disfrutar del tiempo libre, promover la sociabilidad, desarrollar la solidaridad. La capacidad humana para crear tanto física como psíquicamente es un reto constante.

Darnos  el tiempo necesario para nosotros mismos, con experiencias novedosas y gratificantes que, como explican las neurociencias, fortalecen el encéfalo ya que posibilitan nuevas vivencias y eso fortalece las conexiones neuronales, todo lo contrario ocurre cuando pasamos por continuas situaciones estresantes. Sabemos que el estrés nos deja en un estado de vulnerabilidad de base, es decir de estar más inseguros y frágiles, con las capacidades devaluadas.

Un cambio de perspectiva supone centrarnos en nosotros mismos, con el fin de reflexionar acerca de la vida que deseamos construir, basada en nuestro deseo interior y no en lo impuesto por una sociedad de consumo, que nos consume. Volver al eje de nuestra existencia nos convoca a hacernos responsables de cada acción.

La vida cotidiana, entonces, no es nada inocente, en ella podemos expresar los  anhelos más profundos y, en concordancia con nuestro ser, acompañar nuestras acciones con amor, o bien podemos pretender que cada día nos ofrezca soluciones para cubrir los vacíos.

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