“No te veles, sino vas a morir antes de tiempo”

Historias para recordar: una mujer que reconstruyó su vida venciendo la violencia de género y el cáncer

Por Ricardo Guaglianone

 

Susana Alicia Sánchez tenía antecedentes cercanos. La hermana falleció de cáncer a los 31 años, también una tía, pero nunca supo bien de que se trataba hasta ese día gris cuando le detectaron en la mama izquierda,  un cáncer musinoso, que según su médico, tenía poca agresividad.

La noticia  fue muy inesperada, tenía 41, practicaba controles permanentes y ese año se había hecho una mamografía en abril. El nódulo lo detectaron en noviembre ya con 2 cm: “cuando me dieron el diagnostico, la biopsia, fue muy duro, “cancinoma”, te dicen, y no te das cuenta de la dimensión que tiene eso, después solo seguís la trayectoria que te van marcando los médicos”.

Susana, con sus 52 actuales, está escribiendo una tesis como último paso para graduarse de Asistente Social en la Universidad de San Martin y tiene grabada en cada pedacito de su piel la lucha por vencer no solo al cáncer.

Cuando cuenta su historia, un relato casi sin pausa, los hechos se van combinando en una trama cada vez más compleja con puntos claves que marcaron su lucha:

“No te veles, sino vas a morir antes de tiempo”, le dijo el Dr Falco del Hospital de Clínicas cuando le confirmó que el diagnostico que le habían dado en el Francés era correcto.

Ella comenzó el tratamiento y luego de la primera operación en la mama izquierda,  tenía agendada una entrevista con el mastologo para ver como seguía todo. Pero esa mañana le prestó especial atención a los estudios desparramados en su cama.

El ecógrafo le había hecho la biopsia a las dos mamas, aunque el médico le había pedido solo la izquierda.

Al mirar, nota que en la mama derecha hay calcificaciones similares a la izquierda y ya en la entrevista, le dice al médico  “allí también hay cáncer”.

El medico se enojó y le dijo que estaba poniendo en duda sus conocimientos, pero la respuesta fue fuerte: “mire, este es mi cuerpo y en mi cuerpo mando yo” y se niega a seguir con el tratamiento si no se revisa lo que ella pide.

El especialista hace una consulta con otros médicos y le propone  hacer un estudio del ganglio centinela, en las dos axilas.

Los resultados fueron terribles: “hay que hacer una vasectomía en la mama derecha porque hay metástasis”.

 

¿Se había equivocado el médico?

Si, y me pidió disculpas. En la teta derecha había pequeñas cosas que no se podían operar y decidieron sacar la mama, a lo que accedí.

Me operaron y en el mismo momento me pusieron una prótesis.

Luego la oncóloga me mandó a quimioterapia.

El tema de la operación no fue tan complicado, pero la quimio es muy invasiva, es un envenenamiento de tu cuerpo medido, potente, pero nunca pensé que me moría, nunca,  mi mente la tenía ocupaba  en descubrir que me estaba pasando y porque me estaba pasando.

 

 ¿Y qué te estaba pasando?

Lo fui descubriendo de a poco. Un día estaba esperando al médico y una mujer me dice ¿te veo muy triste, que te pasa? “tengo cáncer”… “cáncer de mama”, “curate primero la tristeza, el cáncer de mama, suele venir por una gran tristeza”.

Me quede muy sorprendida  porque en esos tiempos relacionaba el matrimonio con mi situación de salud y estaba de verdad muy triste.

Me fui dando cuenta que  el cáncer era un síntoma, el síntoma que me hizo vibrar y temblar para  entender otras cosas terribles que me sucedían.

 

¿No andabas bien con tu marido?

Cuando yo estaba enferma el me cuido, pero soportaba desde hacía mucho una situación de violencia con él,  hasta su cuidado era violento. En el hospital le dijeron que tenía que comer zanahoria, que a mi me gusta rayada, él la rayaba y le ponía miel, se hacía una pasta horrible, se enojaba y se paraba enfrente mío para que comiera todo, esa pasta era asquerosa.

 

¿Te pegaba?

Si, comenzó una vez con una cachetada, había llegado tarde a un encuentro,  se enojó y me dio una cachetada, me dijo que yo era la culpable porque había llegado tarde. Así comenzó, luego fue cada vez más violento y de a poco fui  naturalizando esa violencia que ya había visto con mi mama.

Mi viejo la fajaba a mi madre casi todos los días, ella vivió, y viví, siempre con eso, para mì  era natural que el hombre le pegue a la mujer y era natural que el marido le pegara a su esposa.

Mi madre me decía “y bueno, que vas a hacer, igual es un buen hombre, está en la casa, trae plata, te mantiene…”.

“Ella sabe que es lo bueno”, decía yo,  pero después me entere por vecinas que decía “ojala algún día se separe”. A veces,  los mandatos familiares son terribles

 

Contame como siguió el tema del cáncer que se ve lo relacionas con tu familia, ¿cuanto tiempo hiciste  quimioterapia?

Fueron 6 sesiones cada 21 días, es lo programado. Empecé pelada la quimio, me rape antes de la primera sesión, estuve tres días mal, pero la fui llevando, en la cuarta levante fiebre, que sabía es un presagio malo.

No me sentía bien y fui urgente al Hospital Francés. Era un caos, estaba el edificio tomado, ningún servicio funcionaba, había quebrado y lo estaban trasfiriendo al Pami.

Deambulaba con 38 de fiebre por los pasillos y no sabía qué hacer. En la entrada encuentro a mi oncóloga, le cuento,  se sienta en el cordón de la vereda y hace una orden urgente para hacerme un análisis de sangre: “hace esto y en dos horas nos encontramos acá mismo”.

Fui, hice los análisis y los llevé, mira y me dice “si llamo una ambulancia va a tardar mucho, tomate un taxi hasta el anexo del hospital en Pueyrredón que llamo para que te internen ya”.

Y así fue, llegue, me aislaron, los médicos estaban con barbijos, me acostaron y los veía preocupados, hablaban y hablaban. Luego supe que tenía las defensas muy bajas, que una persona normal tiene 2500  neutrofilos segmentados  para arriba y el que hace quimio tiene que tener un mínimo de 1500, yo tenía 700 y al anexo llegue con 500, un resfrío me hubiese matado.

Solo recuerdo que me acosté y desperté 10 días después. Me explicaron que durante ocho días, me pusieron inyecciones de antibióticos de 8gramos, intravenoso y me fui recuperando.

 

20170121_101804

 

Luego de esa larga noche Susana retomó el tratamiento de quimio con sesiones cada 30 días. El estándar de 21 días no todos lo resisten, no solo ella, y muchos  se quedan en el camino.

En el momento de la enfermedad,  sus dos varones  tenían 18 y 12 años y  no tomaron dimensión de lo que pasaba, pensaban que el cáncer de su madre era un invento de los demás.

En esa soledad,  en ese trayecto de la pelea por su vida,  va a una consulta de control  y la doctora le propone integrar un grupo de natación conducido por un psicólogo.

Acepta ir al grupo no muy convencida y durante dos años casi no habló, ella disfrutaba de la natación que la fortalecía.

Al tiempo de estar en el grupo su situación de violencia familiar se agrava mucho. Era el 2007, seguía con rayos  cada  tres meses y con estamocifeno, una quimio sistémica, que solo va al lugar afectado.

En el 2009 muere su madre: “ella murió en mis brazos, la despedí con amor, pero sentí fuerte que su mandato se había terminado. Su muerte empujo la decisión de separarme, ya no toleraba la violencia.

En una pelea él sacó un arma,  yo le quise pegar y ahí supe que si no me iba, lo iba a matar yo”.

Susana escapo sin nada, se fue a la casa de la novia de su hijo y más tarde Roxana, una amiga,  la cobijo y la protegió durante meses.

También tuvo mucha contención en el grupo, sobre todo por una mujer, Norma, que la cautivo por su historia.

Era viuda, había tenido cáncer de colon, y contaba que su vida era simplemente normal, tranquila, que tenía dos hijos, que su marido había sido amoroso, que la llevaba a pasear, que la cuidaba.

El relato la fascinaba y le ayudo a recomponer su interior dañado durante años: “Comprendí que por mi cáncer  llegue al grupo y esos relatos me mostraron que había otra vida, me dieron fuerza, me ayudaron a separarme, sino no estaría viva”.

 

 ¿Cómo hiciste para conseguir la separación, lo denunciaste?

Al separarme deje de ir al grupo,  el me perseguía y varias veces me dijo, que sabía cuánto valìa mandar a matar a una persona.

Todos decían que lo denunciara  pero yo sabía que si lo denunciaba firmaba mi sentencia.

En esos bordes del terror  me reconocía muy buena en el dialogo y a él lo reconocía muy bueno en la lucha, entonces pensé “si yo le hablo mucho no va a tener herramientas para matarme, si voy a la guerra, pierdo”.

Entonces empecé a hablar y hablar y hablar, con mucha paciencia.

Le contaba que estaba en la casa de Roxana, que hacia esto y aquello. Le pedí de encontrarnos en un lugar público y vino con su  socio, me miro fijo y me dice: “te voy a enterrar bajo 6 metros de tierra”. El socio le decía “bueno calmate calmate”.

Esa fue mi estrategia,  hablar, hablar, hablar, para conseguir sobrevivir.

 

Creías que podías hacerlo entrar en razones?

Si, y lo convencí. Ese día me acorde de una frase que él siempre decía “nunca patees al que está en el piso”  entonces le dije “me estas pateando y yo estoy en el piso, solo te pido que me dejes levantar”.

Ahì se metió el socio “mira vamos a hacer una cosa, búscate un lugar para alquilar y el paga el alquiler, me comprometo  que  va a cumplir”.

Sorpresa: llego a la casa de Roxana, llama por teléfono y me dice, “ya tenes un lugar donde vivir”. Había alquilado  el piso 8 del mismo edificio donde él vivía en el quinto.

Cada dìa bajaba temblando por las escaleras, pero sabía lo que quería y lo conseguí a pesar del terror y de las amenazas que sufrí.

Finalmente se vendió el departamento,  nosotros compramos por Galicia, en Villa Mitre,  él se fue a otro lado. No hice nunca la denuncia pero le saque todo lo que quería.

 

20170121_112147

 

Susana Alicia Sánchez en el tiempo más difícil de su lucha contra el cáncer tuvo ofrecimientos de todo tipo: estampitas, viajar al norte a una curandera,   revolear una gallina en plaza congreso,  crotoxina y mil cosas más.

No acepto nada pero tuvo otras ayudas,  “no te veles o vas a morir antes de tiempo” “el cáncer de mama viene por tu tristeza”, “si lo enfrento me mata o lo mato”, o la orden de esa doctora que hacía meses que no cobraba y le podía haber dicho, arréglate con el hospital y chau, pero la atendió y le salvo la vida.

Pero lo esencial es que Susana tuvo la necesidad  de saber porque pasaba lo que pasaba y venciò los mandatos familiares y sociales que le impedían ver.

Y vio para vivir: “Pude mirar lo que me estaba pasando, más allá del síntoma que fue el cáncer, hay algo mucho más adentro que te dice que algo no está funcionando bien, por eso el cáncer u otra cosa.

Hay personas que se revisan, cambian, y otras que no, yo cambie mi vida completa. No vivo más en el círculo que estaba antes, por eso me considero  curada”.

Susana en el 2011 comenzó a estudiar trabajo social en la Universidad de San Martin y está haciendo la tesis  “Los Abuelos del Francés, que trata la quiebra del Hospital y que paso con los pacientes,  quiere ayudar a otras personas que sufren con la violencia de género, quiere que el enfermo de cáncer busque grupos de contención, que a ella le ayudaron a salvar su vida.

Y mientras toma agua fresca junto a Roxana y Gerardo, comienza a contar quienes eran “Los Abuelos del Francés”, una historia que contaremos en la próxima.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *