El Obelisco cumple 80 años entre los porteños Un símbolo fálico en el paisaje porteño

El obelisco, este emblema fotográfico y sentimental de Buenos Aires, con sus 67 metros de alto (equivalente a 32 pisos de un edificio tipo), se metió a través de los años, lentamente, en el corazón de los porteños. Según afirman diversos psicoanalistas, su vinculación con lo fálico hace del obelisco un referente de poder y veneración. También se lo relaciona con la simbología de origen masón. En los últimos 20 años, además, es el lugar elegido para celebrar logros deportivos.

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Esta mole gigantesca tiene una base cuadrada de siete metros por lado y el revestimiento externo es de piedra blanca de oláen, extraída de minas ubicadas en las sierras de Córdoba.

La estructura de hormigón armado es hueca y en  su interior asciende una escalera de hierro de 342 escalones hacia las cuatro ventanas en el ápice. Tiene un pararrayos invisible para los peatones ubicado en la punta de la construcción.

El obelisco se impuso al alma de los porteños, convirtiéndose en uno de los símbolos más característicos de nuestra identidad ciudadana.

Una interpretación vernácula del símbolo considerado fàlico, esta asociada a la ruda moral del tango y la milonga, en la que el poder sexual del hombre es un atributo esencial.

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Homenaje a la primera fundación de la ciudad

En 1936, se construye un gigantesco corredor en pleno Buenos Aires que proyectaba a la futura Avenida 9 de Julio, «que será la más ancha del mundo».
En el medio de ese claro que derribó cafetines y teatros de varieté, justo en el cruce con la avenida Corrientes, se construyó la Plaza de la República y allí  se levantó el Obelisco como el homenaje de Buenos Aires al Cuarto Centenario de su Primera Fundación.

El intendente responsable de la obra era Mariano de Vedia y Mitre y el presidente, el General Agustín P. Justo. El diseño fue del arquitecto Alberto Prebish.

El anuncio de la construcción del obelisco provocó airadas críticas de los vecinos y de los opositores al gobierno conservador. La prensa de la época cuenta de los cuestionamientos al presupuesto, relacionado con actos de corrupción.
La construcción del futuro símbolo porteño, estuvo cargo de la compañía inglesa Siemens, Bawnion, Geope, Green & Bilfinger, y duró apenas cuarenta días. Unos 150 obreros trabajaron en dos turnos, salvando las dificultades que significaban los túneles del subterráneo construidos en aquella época.

También como símbolo y en otra variante interpretativa, relacionan al obelisco con aquel precario y grueso madero sobre el cual juró apoyando su espada Don Pedro de Mendoza en 1536.
Su construcción fue desarrollada en el sitio exacto donde flameó por primera vez en Buenos Aires la Bandera Nacional (la torre de la iglesia de San Nicolás, el 23 de agosto de 1812), y se inauguró formalmente el 23 de mayo de 1936 a las 3 de la tarde.

Una vez culminada su construcción la oposición presionó a través de la prensa para demolerlo. En 1939 el Concejo Deliberante decidió su demolición, pero el intendente de turno vetó la ordenanza alegando que el obelisco era un monumento perteneciente a la jurisdicción de la Nación.

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Escritos sobre cada pared

NORTE

Avenida  9 de Julio
En este sitio en la torre de San Nicolás
fue izada por primera vez en la ciudad la bandera nacional
el XXIII de agosto de MDCCCXII

 

OESTE

Avenida Corrientes
Capital Federal
Ley dictada por el Congreso Nacional
el XX de septiembre de MDCCCLXXX a iniciativa del presidente
Nicolás Avellaneda decreto del presidente Julio Roca
VI de diciembre de MDCCCLXXX

1-29

ESTE

Avenida Corrientes
Buenos Aires a la República
En el IV Centenario de la Fundación de la Ciudad

Por Don Pedro de Mendoza
II de febrero de MDXXXVI

 

SUR

Avenida 9 de Julio
Segunda fundación por Juan de Garay
XI de junio de MDLXXX

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