Cirugías estéticas: ¿solución o manifestación de un problema?

 

Por  Lic. Claudia Reynoso

Común es por estos días, escuchar a artistas y gente en los medios de  comunicación contar pormenores de las intervenciones quirúrgicas y los tratamientos  con fines estéticos a los que se someten.

En algunos casos son entrevistados en ocasión de mostrar “su nueva cara”, “su retoque de nariz” o “las nuevas lolas”.

¿Cuáles son los motivos que llevan a alguien a pasar por el quirófano para modificar determinado detalle o rasgo? ¿Qué razón sería tan poderosa como para decidir operarse aún con los riesgos, ventajas e inconvenientes que conlleva toda cirugía?

Múltiples pueden ser las razones. El cirujano deberá pesquisar si estas razones son las adecuadas. Si la persona que está solicitando la intervención deseando modificar algún aspecto de su apariencia presenta un adecuado equilibrio emocional;  o si detrás de la intención de operarse se esconden complejos y trastornos psicológicos que deberán ser puestos al descubierto y tratados.

 

La imagen corporal

Uno de estos trastornos es el Trastorno Dismórfico Corporal, anteriormente conocido como Dismorfofobia.  Es un trastorno que consiste en una preocupación fuera de lo normal por algún defecto, sea real o imaginado, percibido en las características del propio físico (autoimagen).

Si dicho defecto existe, la preocupación y ansiedad experimentada por estas personas es excesiva, ya que lo perciben de un modo exagerado. El afectado puede quejarse de uno o varios defectos: de características vagas o de su aspecto en general (global), causando malestar psicológico significativo que deteriora su desempeño social o laboral, hasta el punto de manifestar síntomas ansioso-depresivos severos, el desarrollo de otros trastornos de ansiedad y hasta el aislamiento social.

Las personas que padecen este trastorno son muy sensibles a la opinión de los otros sobre ellas y su aspecto físico. Su propia imagen corporal está distorsionada, se perciben como defectuosos cuando en realidad su aspecto es normal. Las personas tienen la convicción de que su cuerpo es des armónico y lo ven así, aunque no sea real.

La aparición de este trastorno se da, generalmente, en la adolescencia donde el cuerpo atraviesa numerosos cambios, drásticos en algunos casos, llevando a chicas y chicos a sentirse mal y disconformes con sus propios cuerpos. Puede darse años después también. A aquellos que lo padecen les provoca una gran ansiedad exponer su miedo o fobia, y sienten que una cirugía vendrá a subsanar lo que esta ansiedad les genera.

Se cree que las causas del Trastorno Dismórfico Corporal  tienen que ver con factores psicológicos, biológicos y ambientales  del pasado y del presente de la persona.

Autoestima

Otro aspecto que incide en este deseo por modificar el aspecto es la baja autoestima. La autoestima es el aprecio o consideración que una persona tiene por sí misma, el amor y la aceptación por el propio cuerpo que se construye desde la infancia.

La búsqueda constante de aprobación, de aceptación social, lleva a las personas a creer que teniendo determinado tipo de aspecto físico serán aceptados socialmente, queridos. Primando este deseo de aceptación por sobre el análisis de las expectativas que se tienen respecto de los cambios a los que se apunta y de los riesgos de las intervenciones quirúrgicas en sí.

Si la autoestima está basada en la opinión de los demás es pobre, no es sana, y tendría que ser detectada antes de la intervención quirúrgica, por tratarse de un aspecto poco estable de la personalidad. El problema de base en este caso sería más complejo, y la intervención no solucionaría el malestar de la persona. Los problemas de autoestima no se resuelven en el quirófano, y ameritan la consulta con especialistas en salud mental.

Las cirugías  tienen historia

Contrariamente a lo que la mayoría piensa, las cirugías estéticas no son un invento de la modernidad. Rastreando sus orígenes nos remontamos al 1500 A.C.,  en el papiro de Ebers se mostraba el trasplante de tejidos realizado por los egipcios  desde el 3000 A.C.

Alrededor del 2500 A.C. en la India se practicaban reconstrucciones de nariz, orejas y labios, dado que la sociedad india castigaba a los adúlteros, delincuentes y prisioneros de guerra con la mutilación de estas partes del cuerpo.

Durante la Edad Media se llegó a prohibir la cirugía estética y reconstructiva.

En época de la Segunda Guerra Mundial se reactivó este campo, creándose las Sociedades  de Cirugía Plástica, y desde entonces las técnicas no han parado de desarrollarse.

Diversas encuestas a nivel mundial arrojan datos tales como que actualmente los países donde se realizan la mayor cantidad de cirugías estéticas al año son Estados Unidos, Brasil, Japón y Corea del Sur, en ese orden. Existe socialmente una presión constante por permanecer jóvenes y bellos.

El estímulo de la publicidad, la crisis de valores operante en la sociedad actual que sobrevalora la apariencia física por sobre la importancia del desarrollo de las capacidades intelectuales, la creatividad, la imaginación y el respeto por las demás personas, llevan a jóvenes y no tan jóvenes a someterse a cirugías y tratamiento.

Esta necesidad de cambio puede llegar a hacerse constante; subyace a ella una ansiedad que podría derivar en una adicción a las operaciones. Algunas personas cuando superan el miedo a las intervenciones  inician una búsqueda enfermiza del cuerpo perfecto, sometiéndose a numerosas cirugías, exponiéndose a riesgos innecesarios sin lograr obturar la angustia que las motiva.

 

¿Se nos impone modelos?

Deben revisarse los motivos por los cuales alguien llega a la consulta del cirujano estético. Discriminar si esa intervención apunta a reparar o reconstruir alguna estructura del cuerpo o su función que, ya sea por problemas genéticos o por algún trauma externo ha sido dañada estéticamente afectando la autoestima de la persona, o si se trata de una cirugía estética que se realiza para modificar las estructuras del cuerpo o el rostro sin otra intención que mejorar su aspecto externo. Tanto en uno como en otro caso los motivos son perfectamente aceptables.

Sería importante que el profesional que interviene cuestione al paciente, le pregunte si lo está haciendo por sí mismo, o por otras personas, si se siente presionado o es libre en la elección, cuáles son las expectativas que tiene respecto de la cirugía, qué cambios cree que ésta traerá a su vida, y explicitar cuáles son los riesgos que se corren al someterse a la misma.

De esta manera se intentará detectar problemas de autoestima, ansiedad, complejos subyacentes y se realizará la derivación a algún profesional de Salud Mental  en caso de que corresponda.

Como sociedad debemos replantearnos cuáles son los modelos que circulan a través de los medios de comunicación, que se instalan e intentan ser imitados por adolescentes y jóvenes.

Y a nivel micro, cada familia debe conversar respecto del tiempo necesario que debe transcurrir entre la época de las grandes modificaciones corporales, la adolescencia, y el momento de decidir  una intervención quirúrgica en pos de un cambio.

Deberíamos desarmar estereotipos y entender que la belleza es de apreciación subjetiva, por lo tanto no es una y única cual canon, en lugar de normalizar las cirugías estéticas.

Reflexionar que hay algo más allá de la forma, del volumen, de la apariencia; que no traerá el paso x el quirófano.

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