Bolivia tiene ese no sé qué… Las luces, su gente, los colores, las montañas, sus aromas y sonidos. Es un país que encanta o repele.
En 2008, fui por primera vez de vacaciones. Me resultó absolutamente distinto a lo que ya conocía. Esa diferencia, sus modalidades y tradiciones me conquistaron de inmediato.
La segunda vez en 2009, fui a Sucre por mi trabajo como productora periodística de la BBC de Londres. Se cumplían 200 años de la “Revolución de Chuquisaca”, considerada el primer alzamiento contra los españoles en la región.
En aquel momento, la sociedad boliviana estaba todavía fuertemente dividida y cautiva de la opresión.
Recientemente, estuve por última vez en La Paz. Junto al corresponsal Ignacio de los Reyes cubrimos las elecciones presidenciales y filmamos notas especiales sobre el crecimiento económico y la situación de la mujer.
Mi breve estadía alcanzó para notar algunos cambios.
Crónica de un triunfo anunciado
Domingo 12 de octubre de 2014, día de elecciones presidenciales.
No hay autos en la ciudad. El tránsito de La Paz suele ser caótico. Sin embargo, hoy es una ciudad calma. Se debe a la prohibición de circular en transporte público o privado durante los comicios.
La gente camina al lugar de votación, niñas y niños en la calle, hay puestos de comida, los jóvenes juegan al fútbol, las familias pasean.
Se ven sombrillas, toldos, parasoles y sombreros por las calles diminutas y zigzagueantes de las laderas. El famoso dicho “el sol raja la tierra” describe perfectamente la combinación de calor y altitud.
A casi 4000 metros sobre el nivel del mar, siento deshidratación, cansancio pero sobre todo interés por lo que escucho y observo.
El clima de los comicios es ordenado. La gran mayoría vota convencida y alegre por su presidente Aymara.
Por supuesto, hay detractores al gobierno de Morales.
Bolivia es todavía un país que tiene mucho por hacer en educación, salud, justicia, cuestiones de género e infraestructura.
Sin embargo, todos sabemos que Evo será elegido presidente de Bolivia por tercera vez y de manera lícita.
A las cuatro de la tarde cierran los comicios
No hay información oficial sobre los resultados de boca de urna, ni siquiera después de varias horas. El recuento de votos tardará días -hecho sucedido ya en elecciones anteriores y que suscita la crítica de los veedores electorales.
A pesar de la falta de cifras oficiales, los pocos medios que dan noticias sobre las elecciones en el país declaran la victoria de Morales por más del sesenta por ciento.
Desde el balcón del Palacio de Gobierno en la Plaza Murillo, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia proclama triunfal: “Hemos ganado en ocho de los nueve departamentos”.
El dato no es menor. A lo largo de estos años, Evo supo ganar el apoyo de los sectores y regiones que más se oponían a sus políticas de nacionalización.
Es el caso de Santa Cruz. Departamento de tradición opositora que en 2006 pretendió la autonomía para dejar de compartir sus riquezas – la agricultura, los hidrocarburos, la industria – y en el que ganó también el proyecto plurinacional.
El logro se debe principalmente al crecimiento económico del país, considerado el más fuerte de la región según las estadísticas 2014 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Un logro que promueve y facilita la integración social.
En la plaza ya es de noche. Entre cánticos, banderas y abrazos, continúan las declaraciones del presidente reelecto: “Seguimos en el proceso de liberación económica, tecnológica y política”.
Mientras tanto, las agrupaciones nacionales e internacionales festejan y cantan: “Evo 2015, Evo dos mil siempre”.
Un hombre de acción
“Lo que no hicieron en 180 años los distintos gobiernos colonialistas, dictadores militares, neoliberales, lo hicimos en 9 años de gobierno.”
El presidente reelecto entiende así el pedido de continuidad en el gobierno.
Son las cinco de la mañana del martes 14 de octubre.
Me preparo con mis compañeros para entrevistar al presidente Evo Morales.
Alguien comenta al pasar que tenemos suerte porque Evo es capaz de dar entrevistas a las 3 de la madrugada. O desvelarse con una idea y citar al gabinete antes del amanecer.
Verlo en persona difiere de la experiencia de verlo mediatizado en la pantalla.
El presidente del Estado Plurinacional de Bolivia tiene magnetismo. Se lo siente saludable, fuerte, apasionado por el trabajo. “Es difícil seguirle el ritmo”, murmura un asesor.
Reconocido por su honestidad y haber erradicado la corrupción del gobierno.
Los comentarios sobre Evo me recuerdan a la descripción que hacían allegados y servidores sobre Mandela: disciplina y acción.
Son las seis de la mañana. Evo -como lo denominan todos- está relajado y presente en la conversación. Al hablar, se lo percibe 100 % comprometido con el plan de gobierno que afirma haber hecho junto a los movimientos sociales.
“Esta agenda es una agenda de estado, no es la agenda de un gobierno o de un presidente.”
Pero Morales conoce la obsesión de los medios sobre el continuismo de los gobiernos populistas en la región.
Entonces, desliza con picardía que hace poco un dirigente sindical le atribuía ser malo porque ya no había “masistas” sino “evistas”.
Y luego, reflexiona con seriedad sobre el personalismo en la política latinoamericana.
“Me preocupa. Claro, alguien tiene que liderar. Quizás sea la mentalidad de nuestra sociedad que necesita una persona… No me gusta que todo esté puesto en una persona. Debería estar puesto en base a una estructura orgánica con principios, valores, programas y una fuerte estructura social”.
Pero enseguida arremete: “Los gobiernos neoliberales no repiten gestión. Entonces, los gobiernos llamados progresistas o populistas son ratificados. Qué demuestra eso? Que el pueblo es anticolonialista, antiimperialista.”
El presidente explica este fenómeno: “El pueblo colonizado sostiene una posición de dignidad y de soberanía gracias a los movimientos sociales”.
Cuando Evo Morales termine lo que será su tercera administración, cumplirá 14 años en el poder. Dice que su gran deseo es volver a Chapare, trabajar en su chacra y recibir ex mandatarios amigos. “También me gusta viajar. Si tuviera posibilidad, iría a visitar a Lula, Mujica…”
El presidente rescata de su tercera reelección el honor de servir a su pueblo y la lucha programática e ideológica.
El cielo de Bolivia lleva los colores de su bandera
“Deja volar tu imaginación”, “Orgullo de mi país”, “Caminos en el cielo” son entre otros los eslóganes de Mi Teleférico -medio de transporte público entre La Paz y El Alto-.
La ciudad boliviana tiene el teleférico más alto, más largo y más moderno del mundo con tecnología suiza de punta. Sólo cuesta el equivalente a 3,60 pesos argentinos.
Las frases publicitarias del teleférico lejos de ser cursi, parecen una invitación a los bolivianos.
Una nueva premisa para un pueblo al que se le había quitado todo, incluso la posibilidad de soñar.
Es evidente que las políticas de estado de Evo Morales tienen como objetico “devolver la dignidad a su pueblo”.
Esas palabras del presidente las cita Gloria, encargada de audiovisuales de Mi Teleférico y nuestra guía durante la visita a la empresa estatal de transporte por cable de La Paz.
El proyecto arrancó en 2012 cuando se aprobó la ley presentada por Evo. Para mayo de 2014, ya se habían colocado postes, hecho el cableado, las 11 estaciones y dos líneas. La tercera se encuentra en etapa de testeo para su pronta inauguración.
Rojo, Amarillo y Verde son los nombres de cada línea.
Es como un subte pero aéreo, más eficiente y veloz. Cada 12 segundos sale una cabina que conecta El Alto con La Paz, ida y vuelta.
La Línea Amarilla, por ejemplo, tarda sólo 17 minutos entre las terminales. Ese mismo recorrido por tierra llevaría tres veces más de tiempo.
“Es mucho más rápido para nosotros. Nos facilita a todos los estudiantes, los universitarios, a los niños, para transportarnos más rápido”, comenta una joven entrevistada por mi compañero de viaje.
Los usuarios son variados, trabajadores, comerciantes, turistas o ciudadanos ansiosos por ver La Paz y El Alto desde otra perspectiva.
“Uniendo nuestras ciudades, uniendo nuestras vidas” es otro de los eslóganes de la empresa. Porque” una cabina transporta 10 pasajeros y allí no hay diferencia entre los estratos sociales ni económicos, el color de piel o la raza” en palabras del gerente de Mi teleférico, César Dockweiler: “Es más bien una forma de comunión”.
Viajamos en la Línea Amarilla hacia Qhana Pata que significa en español mirador en lo alto. En la cabina, una madre con su bebé nos cuenta que nadie se lo imaginaba y les cayó de sorpresa. “Es emocionante”, remata una mujer de polleras -como le dicen a las cholas.
La experiencia del teleférico es embriagadora. Las nubes abrazan los vidrios, el paisaje se impone. Se dilatan las pupilas porque estás en el cielo.
Al terminar nuestra filmación, Gloria -la encargada de prensa- nos pide una breve entrevista para un registro que realiza la empresa con las impresiones de los visitantes sobre le teleférico.
Llega mi turno. Frente a la pregunta cómo encuentro La Paz y Bolivia, respondo emocionada: “Veo un pueblo empoderado”.
*Macarena Gagliardi (productora periodistica y artista visual)