Por Nicole Martin
“A las mujeres se le imponen unas normas a las que tienen que someterse, y en función de su respuesta las clasifican en chicas “respetables” y “no respetables”. Las que no respetan estas normas son sometidas
al rechazo y a vejaciones hasta llegar a la muerte”-
Fadéla Amara, Madrid 2004
«Ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo»-
Eduardo Galeano
“La violencia contra la mujer proviene de un entramado de conductas socialmente aceptadas y la masividad de la marcha Ni una menos demuestra que esa sociedad está diciendo basta”, dijo Verónica Lemi, creadora del movimiento Acción Respeto (AR), en diálogo con El Adán.
El colectivo que instaló el año pasado la problemática del acoso callejero en la lucha contra la violencia de género estuvo presente en la marcha del 3/6 y explicó porque esta acción legitimiza el patriarcado: “El acoso callejero es una forma de violencia porque es una práctica cultural que tiene como eje la desigualdad entre emisor y receptor. Es un sometimiento por parte del hombre a la mujer, que escucha un comentario sobre su cuerpo, sin importar su consentimiento”.
«Cuando empezamos esta lucha tuvimos muchísimo rechazo por parte de la gente», afirmó Gabriel Castillo, coordinador nacional de AR. El movimiento llegó a los medios con la campaña «Si te incomoda leerlo, imaginate escucharlo«, donde se manifestaban distintas frases que las mujeres escuchan día a día mientras caminan por la vía pública. Algunas son: «Gordita, te hago de todo menos upa», «Que culito, mi amor», y «Mami, si te agarro te hago otro hijo», entre otras similares.
La coordinadora en el área de la Ciudad, Paula Canzón, explicó que la campaña funcionó para levantar la vista de la gente. «Es fuerte, pero queremos incomodar porque la realidad incomoda y si no lo hace, no se puede cambiar», dijo. Este año, AR fue mucho mejor recibido en los medios y en la misma gente que había protestado al ver los carteles de «Si te incomoda leerlo…». «Aún así, todavía hay gente que cree que no es para tanto», comentó Canzón.
Militancia para el respeto
Lemi de Acción Respeto sostuvo que como el acoso callejero se manifiesta en el espacio público, es una forma de los hombres para materializar su poder por sobre la mujer: «cuando el hombre avalúa el cuerpo de la mujer en la calle, lo convierte en patrimonio público. Ocurrió lo mismo cuando empezamos a trabajar, el acoso en los ambientes laborales ya no predomina, pero no es extraño que la violencia doméstica o en la calle haya aumentado. Es una disputa de poder, hoy en día tenemos otros derechos de piso que pagar».
Eugenio Mongi, militante de AR, opinó que es insostenible que en un país en el cual “las personas han abierto su mente considerablemente y donde hay leyes que lo corresponden, las mujeres no puedan caminar por la calle sin que evalúen su cuerpo por sólo ser mujeres”. Y aseguró que su lucha se orienta a defender la diversidad de voces: “¿Cuántas ideas perdimos en la historia de la humanidad por segregar a la mitad de la población?”.
“El enemigo no es el hombre ni un sector social, sino un sistema opresor tanto para hombres como para mujeres que asigna roles y reprime sus libertades”, asintió Castillo y observó: «Los movimientos feministas son mixtos porque así como la mujer tiene que reivindicar su lugar, el hombre tiene que destruir todas las imposiciones del rol de macho».
Una marcha a favor de las víctimas sexuales
Sobre este punto, La Marcha de las Putas, el movimiento cuyo tópico es «Contra la cultura de la violación y por una sociedad con menos violencia y más respeto», explicó que el hecho de que la violencia sexual sea ejercida principalmente por hombres -el 96% de los casos denunciados ante la Defensoría General de la Nación fueron de varón a mujer- no debe ocultar que los hombres también sufren abusos. El estigma de una sociedad machista que considera que un hombre «no puede ser violado» o pierde su condición de hombre al serlo, lleva a que muchas denuncias no se hagan.
La Marcha de las Putas se materializó en Buenos Aires el 22 de noviembre de 2014 en Plaza de Mayo, donde más de tres mil personas expusieron su rechazo a la culpabilización de las víctimas de violencia sexual. Asimismo, los coordinadores de La Marcha trabajaron en la concientización a través de intervenciones, campañas fotográficas, talleres y otras actividades.
Sabrina Aller y Analía De La Peña, ambas coordinadoras de la marcha en Buenos Aires, manifestaron que el movimiento apoya a las víctimas para que puedan hablar porque si no lo hacen «no pueden sanar». «La sociedad genera un espacio para que la víctima crea que es culpable del ataque que sufrió y los espacios de La marcha animan a que se cuestione esto y se dé cuenta de la verdad».
El agrupamiento surgió en abril de 2011 en Toronto, Canadá, cuando mujeres y hombres marcharon en repudio a las declaraciones del policía Michel Sanguinetti quien declaró que «las mujeres deberían evitar vestirse como putas para ser violadas». En cuestión de meses, la Marcha comenzó a realizarse en más de cuarenta ciudades con el mensaje común de dejar de culpabilizar a la víctima.
La razón de la elección de «puta» como bandera proviene del significado social que tiene esta palabra. «Cualquier mujer que se corra del comportamiento exigido por los cánones sociales recibe el mote de puta«, define la página oficial. En general, estos mandatos ni siquiera tienen que ver con sexo. Una mujer es acusada de puta por protestar, por defenderse, por expresar su opinión, por ser dueña de su cuerpo -y vestirlo a su gusto- o incluso por mostrarse independiente. Con los hombres funciona de igual manera, dado que el hombre que no acata la reglamentación de cómo un «macho» debe actuar o ser -violento, competitivo, etc.-, es estigmatizado como «puto».
Testimonios de sobrevivientes
Entre las diversas campañas que La Marcha de las Putas expone en su página, una es la de los testimonios de chicas que fueron víctimas de abusos o de violaciones:
«Tuve una relación de tres años con un chico violento, donde prevalecía la violencia verbal, la manipulación y las amenazas. Cuando estás inmersa en eso, no podes verlo con claridad y de alguna manera te tornás violenta. El pasaba de decirme ‘Te amo’ a ‘Sos una puta de mierda’ en cuestión de segundos. Un día me violó en su casa y cuando pude reaccionar me dijo que se iba a matar si yo lo dejaba. La culpa no me dejaba ver que yo no era responsable de su vida. Un día pude cerrar esa puerta y echarlo. De más está decir que sigue vivo.»
«Una noche fui a una fiesta con una amiga. Tomé mucho alcohol por lo cual no estaba en mi mejor estado de conciencia. Mi amiga se fue y yo me quedé. Había un chico que estaba muy pesado y trataba de besarme mientras yo lo empujaba y le decía que no. Era evidente que todos pensaban que no quería decir realmente no y lo dejaban en claro por sus comentarios. Entonces nos dejaron solos y entre forcejeos él logró llevarme al baño. Ahí, me violó. Después de un rato de resistirme me quede quieta pensando que así iba a terminar más rápido. Recuerdo que me decía sentimientos al oído que no tenían sentido, porque me acababa de conocer. Cuando se fue, me senté en el baño, me fumé un cigarrillo y me fui de la fiesta. Estuve muchísimos años para poder contarlo.»
«Una noche invité a dos de mis mejores amigas y una de ellas vino con su novio y un amigo. Cuando ya no sentía mi cuerpo a causa del alcohol, me fui a acostar. Un rato después vinieron mis amigas y el amigo del novio de mi amiga, al cual yo le había dado un beso hacía un mes. Este chico les pidió que nos dejen solos, y aunque mis amigas y yo dijimos que no, se fueron por causa de su insistencia. Nos besamos, pero cuando me empezó a manosear intenté sacármelo de encima, pero no podía. Me zamarreó, me insultó diciéndome ‘puta’ y que ‘nadie me iba a creer’. Después vinieron mis amigas y les pedí que lo echen, porque no me había respetado. Me dijeron que creían que yo quería estar con él, aunque hubiese dicho que no. Finalmente echaron a los chicos, pero siguieron siendo amigos entre sí porque la puta era yo.»
«Cuando tenía doce años me dijeron que no deje que nadie me haga nada que no quiera, pero ya me lo habían hecho. Había sido mi tío, quien me había manoseado en múltiples ocasiones, cuando yo tenía sólo once años. Siempre me vi como la única culpable y desarrollé un miedo terrible a los hombres, hasta de mi viejo. Descreía de mí misma y de mi memoria y por años reprimí todo lo que tuviera que ver con mi deseo o curiosidad sexual. No poder disfrutar libremente de la sexualidad también es violencia. Un día me decidí a hablarlo con mis viejos, quienes me creyeron y cortaron toda relación con mi tío. Hoy, tengo 19 años. Pasó mucho tiempo y tuve que reflexionar para iluminarme. Ya no quiero vivir a oscuras.»