La niña explotada que ahora tiene 20 años luego de fugarse de sus captores, fue protegida por el gobierno de la ciudad y ahora está en condiciones de llevar adelante su demanda de justicia
Anita nació en Corrientes. Su madre la parió y se la dejó a su padre. Nunca más la vio. La nena creció rodeada de afecto, con sus necesidades básicas satisfechas pero, poco antes de su cumpleaños número cinco, sin previo aviso, la mamá se presentó en la casa paterna y se la llevó. Al padre no le permitió jamás volver a verla.
Con la nueva vida, comenzó el calvario de Anita. Su mamá le pegaba y le quemaba los pies para que se portara bien. Pero no era lo peor. Durante esos años, la mujer tuvo varias parejas a las que agasajaba entregándole a Anita para que mantuvieran relaciones sexuales. La vida de la nena transcurrió así hasta que cumplió diez. Ese año, su mamá formó una nueva pareja. Su flamante marido tenía un hijo, Manuel Quintana, siempre nombrado en la familia como hermanastro de Anita. Quintana y su esposa Blanca Gérez, le propusieron llevarse a Anita a Buenos Aires. Le dijeron que allá ella podría estudiar y también ganarse la vida cuidando bebés. La mujer accedió.
La pareja salió de Corrientes con la niña. Llegaron a Villa Fiorito, partido de Lomas de Zamora, a sólo 23 kilómetros del Obelisco. Cuando llegó Anita enseguida se dio cuenta de que no habría escuela ni tampoco bebés para cuidar. En cambio, vio un prostíbulo y un galpón con un sótano en el que otras 35 chicas de entre 10 y 15 años vivían en condiciones infrahumanas, encadenadas, sin que nadie las llevara a un baño o les diera un cubierto para comer. Anita, más apegada a la pareja, tenía ciertos privilegios: le permitían vivir en la casa pegada al galón aunque ella iba todo el tiempo al sótano para hablar con las chicas de su edad.
Anita tenía 10 años y fue explotada sexualmente hasta los 12.
En esos dos años, el matrimonio Quintana-Gérez la llevó en auto por varias provincias del país. Le habían sumado a Anita un nuevo rol: la convirtieron en una carnada que mostraban a las familias pobres. Su función era contarle a las madres que iban visitando lo bien que cuidaban de ella para así convencerlas de que dejaran ir a sus hijas a Buenos Aires con la pareja. La chica recuerda que fueron muchos viajes y muchas niñas las que lograron llevar al sótano de Villa Fiorito, al que llamaban el lugar de “ablande”.
Anita estuvo dos años en el prostíbulo. Una doctora rubia y muy linda, recuerda, le practicó dos abortos en el sótano. Se quiso escapar tres veces. Dos falló. La misma policía la volvió a entregar a sus captores. La tercera lo logró. Antes había animado a sus compañeras para que se fueran con ella pero no quisieron. Anita las recuerda. Todavía sueña con ellas. Muchas ya estaban “ablandadas”, intimidadas por los proxenetas o abrazadas a la droga cotidiana que, al principio, les habían obligado a tomar. A otras Quintana se las había vendido a un brasileño que las sacó del país.
A los 12 años, logró escapar del prostíbulo y cruzar a Capital. Allí comenzó un recorrido en diferentes dispositivos de protección en los que interviene la Defensoría de Niñez y Adolescencia del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
“La Defensoría de la Comuna 4 fue la que atendió a Anita en todo su proceso y el juez civil con competencia en Asuntos de Familia Nro 82, Alejandro Siderio el que logró su protección”, contò a los medios Laura Selene Chaves Luna, la abogada de Anita. La joven sobreviviente, que hoy tiene 20 años, se constituyó en parte querellante en la causa con el patrocinio de Chaves, que es Abogado del Niño, para lograr que sus captores y explotadores lleguen a juicio oral. El caso se encuadra en una categoría inédita en materia de protección integral: “Se trata de un equipo con el que armamos redes dinámicas para salvar vidas”, contó Chaves Luna.
Hoy se realizó una nueva jornada en el Tribunal Oral en lo Federal Nro 5 de la Ciudad de Buenos Aires. “Se trata de un caso de trata dura”, dijo Chaves Luna. Marcelo Colombo, titular de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), definió el término. “Al principio se trató de una cuestión diferenciadora, una especie de categoría, porque era difícil que llegaran a los tribunales los casos en los que no había privación ilegítima de la libertad, ejercicio de la violencia explícita o encierro. Hay muchos casos en que cuesta más que una causa avance, son los que llamamos de “trata blanda”, donde las condiciones anteriores no existen y los condicionamientos son más sutiles, por ejemplo, las condiciones de vulnerabilidad, el engaño, otras formas de coerción como multas, deudas. Son formas más sutiles pero igualmente eficaces. En la ley no existe esta división”, explicó.
Otra vez
Sin embargo y a pesar de todos los cuidados, Manuel Quintana se apareció en tres oportunidades para amenazar a la chica con volver a llevarla al prostíbulo. Fue entonces cuando el juez dictó la prohibición de acercamiento del hombre y le otorgó una protección a la joven.
La primera, en abril de 2012, Quintana localizó el hogar donde se alojaba la adolescente, llamó por teléfono y pidió hablar con ella. Lo volvió a hacer el 17 de agosto. Ante la posibilidad de que se la volvieran a llevar, Anita reaccionó intentando suicidarse. Terminó internada en el Neuropsiquiátrico Don Torcuato de Alvear. Y Quintana la volvió a localizar. Se presentó en el hospital con la intención de llevársela pero como la chica estaba en consigna policial, no lo logró.
Anita fue acogida en un hogar especializado en trata para niñas y adolescentes: el Hogar Miquelinas a cargo de las Hermanas Adoratrices. Quintana volvió a ubicarla. Merodeó el lugar, esperó a que la policía la dejara sola. Se le acercó y la amenazó. “Si te escapás, le dijo, voy a matar a tu mejor amiga. Te doy tres semanas para que decidas qué vas a hacer”.
Chaves explicó: “Luego de evaluarse que el tercer intento colocaba a la adolescente en alto riesgo, se la ayudó a ingresar a un refugio del Gobierno de la Ciudad y se levantó la consigna de la Policía Federal. Anita ingresó a un hogar con Gendarmería de custodia pero cuando la defensa de sus captores supo del paradero, hubo problemas con esa fuerza que la volvió a dejar sola”.
Este año, Quintana llamó al celular de Anita en más de una oportunidad para amenazarla. “Le dijo que se cuide de lo que iba a declarar y le advirtió que Prefectura le dio tiempo para que se fuera”, contó la abogada. “Nadie pide una pena ejemplar. No queremos lograr eso. Sólo que se visibilice y se castigue a los responsables de semejante atrocidad. Al fin y al cabo, la de Anita es una canción de esperanza. Una canción a la integridad”.
Fuente: Agencia ANRED / Semanario Latinoamericano