A 60 km. al norte de Quilino, un bajo converge en un campo llamado La Libertad: llano que se va acercando a las Salinas Grandes con un paisaje donde se distingue el blanco salitral enmarcado en el monte nativo, cerca del límite con La Rioja y Catamarca: “Donde existe bosque es porque hay campesinos organizados. No es mucho lo que queda, pero todavía hay. Teniendo el monte, nosotros tenemos diversidad de producción en pequeña escala: algunos tienen 3 o 4 vacas, 20 colmenas, 40 cabras, 5 o 6 chanchos y así, esa es la forma en que estamos organizados y resistiendo para mantener lo que tenemos”, expresa Mario Bárcena, integrante del Movimiento Campesino de Córdoba (MCC) y habitante del campo “La Libertad”.
MARIO EN LIBERTAD
“Yo soy Mario, de La Libertad y tengo 672 meses de vida”. Así se presenta con semblante sonriente este campesino: “Desde que nací vivo aquí, y mis días transcurren trabajando con mi esposa y mis hijos”, dice refiriéndose a la comunidad campesina compuesta por 3 parajes: La Concepción, Los Leones y La Libertad, en el árido norte de Córdoba. Un campo de 8.900 hectáreas.
El campesinado cordobés pulsa y respira en los rincones del norte, a pesar de la ambición desmedida de terratenientes y políticas que los desprecian, como si fuese una cultura del medioevo o como si se tratase de lugareños indigentes quedados en el tiempo.
Frente a ese imaginario desacertado, datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se encargan de derribar mitos infundados: los campesinos son casi la mitad de la población mundial y producen el 70% de los alimentos, en un mundo industrializado que apoyado en un modelo de agro-negocios, comida envenenada y genéticamente modificada, los muestra como a sus ordinarios enemigos.
“Me siento orgulloso, porque muchos vecinos y compañeros pueden ver que se puede vivir bien y, para eso, es fundamental tener trabajo”.
Los campesinos de la provincia de Córdoba vienen arrastrando una pesada carga de persecución y ahogo económico promovido por grandes estancieros y ejecutado muchas veces, por el Poder Judicial de la provincia.
Hoy, el campesinado cordobés se refugia desterrado de las mejores tierras que fueron acaparadas por los latifundios, en la pampa húmeda. Años después de producción agrícola intensiva, extensas superficies se encuentran inundadas bajo el agua por el mal manejo de los suelos, producto de los agronegocios y los pooles de siembra sojera.
COMO GATOS PANZA ARRIBA
“Nosotros estamos como gato panza arriba, defendiéndonos y peleándola día a día porque nos sentimos presionados por diferentes razones”, asegura Bárcena y agrega que “hace unos días conversaba con vecinos porque mi suegra está bajo tratamiento de cáncer: el año pasado tuvo que comprar medicamentos por un valor de $ 700, precio que hoy se triplicó y los animales que nosotros tenemos están al mismo valor que el año pasado, es decir que vendíamos un cabrito y comprábamos el medicamento, pero hoy por el mismo remedio tenemos que vender 3 cabritos”, explica el campesino y completa diciendo que “todo está muy apretado para nosotros, por lo que tratamos de mantener lo que tenemos hasta que haya políticas reales para nuestro sector”.
La presión sobre las tierras que posee el campesinado es constante y lleva décadas. Tan forzosamente, que terminan acorralados resguardándose en territorios donde las condiciones son adversas y generan el desinterés de los terratenientes; la aridez que, para cualquiera sería una maldición, para ellos es una bendición: “Nosotros agradecemos a la naturaleza que en esta zona casi no llueve. Es una zona desértica, muy seca. Este año, por ejemplo, llevábamos una temporada de 4 o 5 meses con muy poca lluvia entre primavera y verano, y eso hace que nuestras tierras no estén siendo demasiado apetecidas, aunque todas las comunidades campesinas tienen problemas con la tenencia de la tierra”, explica Bárcena.
En el caso de La Libertad, sus tierras fueron rematadas hace 3 años: “pero nosotros seguimos viviendo en el lugar. Aquella vez quisieron tomar posesión y nosotros los corrimos a los tipos -empresarios de la firma Petrocord S.A.C.I.F que compraron una Estación de Servicio entre Cruz del Eje y Villa de Soto- y decían que habían adquirido un campo aquí”.
VACAS DEL ÁRIDO MATAN BILLETERA
La Libertad es un territorio en conflicto: en el año 2016, un fallo de un Juez habilitó el desalojo de las familias campesinas que allí habitaban desde hacía generaciones. La amenaza de la extensión irracional de la frontera agropecuaria iba por detrás. Sin embargo, las críticas condiciones climáticas, otra vez resultaron el escudo para la subsistencia de la vida campesina, con su cultura ancestral nutrida por saberes sobre el uso y aprovechamiento de hierbas medicinales, tinturas, hilados y producción sustentable de alimentos saludables.
La comunidad campesina de La Libertad está en la periferia de las Salinas Grandes y las vacas que sobreviven allí son las de la zona porque tienen que ser animales acostumbrados a vivir en esas condiciones, no sólo a alimentarse de pasto sino a comer monte, también:“Nuestras vacas han estado flacas; digo nuestras pero en realidad yo no tengo ninguna, son de mis vecinos. No se han caído y mucho menos han muerto porque comen monte, se alimentan de ramas y con eso la van peleando. Si traes ganado de otro lado, nacido en Cabañas, esos animales están acostumbrados a tener buenas pasturas”, explica el campesino y agrega que “En la zona hay un empresario Zanotti, del campo “El Molino”, que debe estar trabajando un 30 % de lo que producía 3 años atrás: El campo La Libertad fue comprado hace más de 20 años por Feigin S.A y Zanotti era parte de esa Sociedad. Hizo corrales y armó feed-lots”, dice Bárcena. Estos establecimientos son corrales de engorde donde alimentan el ganado con alimentos balanceados hechos a base de maíz o soja y otros suplementos especiales, que generan contaminación ambiental y problemas sanitarios por la concentración de la gran cantidad de ganado en pequeñas superficies.
Mario Bárcena cuenta que el empresario “compró muchos terneros de la zona de Entre Ríos y de regiones que se inundan bastante seguido: las compraban muy baratas y después las traían aquí, o adquirían vacas a punto de dar terneros y los engordaban pero no les ha ido bien. Cuando intentaron con la producción de cerdos, les sucedió lo mismo.”
Bárcena señala lleno de ironía: “Nosotros nos conocemos aquí en la zona y sabemos que vienen camiones a la noche que salen cargados. No pasan precisamente por los caminos de Deán Funes o Lucio V. Mansilla, donde hay controles de Gendarmería. Sabíamos de algunos recorridos que tenían, el caso es que los han descubierto tal vez y eso le hizo bajar la producción porque también han tenido problemas con algunos empleados”.
Mario Bárcena cuenta también, que “20 km. antes de llegar a La Libertad hay una estancia llamada “Las Palomas”, y ellos siempre han intentado desarrollar la hacienda. Hace un tiempo, nos dieron permiso como escuela campesina, para que pudiéramos ver la forma en que ellos trabajaban. Cuando llegaron, desmontaron 17.000 hectáreas del campo, ilegalmente por supuesto, y sembraron mucho pasto. Hoy en día, no sé si llegan a tener 300 vacas. La hierba duró un año y hoy está llenándose de monte nuevamente. No creció más el pasto porque no llovió y tuvieron que llevárselas. No pudieron con estos animales traídos de otros lados. Las vacas nuestras andan perfectamente. Cuando Feigin S.A compró el campo llegaron llevándose el mundo por delante y compraban vacas de la zona a un precio menor, si costaban $15.000 las pagaban $3.000 menos. Pero hoy, ya no se las vendemos a este tipo de empresarios porque sabemos que si hacemos negocios con ellos hoy, mañana no tenemos ni las vacas ni la plata”, reflexiona el campesino.
LIBERTAD ES DIGNIDAD
El Norte de Córdoba es el único sitio que queda en la provincia para el avance de la frontera agropecuaria sobre bosques nativos de importancia, barrera que se va corriendo amenazante sobre la cultura y la vida campesina. Por eso, en los calientes días donde se discutía la Ley de Bosques, se escuchaba a legisladores y funcionarios del gobierno cordobés decir que había que permitir que ingresen los ruralistas a la región. “Yo te puedo decir lo que veo de lo nuestro”, dice Bárcena y agrega “nosotros recibimos un porcentaje de los fondos establecidos por la Ley de Bosques”, que es un aporte que el Estado está obligado a realizar como reconocimiento a los servicios ambientales, es decir, por los beneficios que el bosque entrega a la sociedad. “Hace unas semanas, cuenta Bárcena, le decía a la gente de la Secretaría de Ambiente que “nos gustaría que nos vinieran a visitar más seguido, como lo hacían años atrás” pero nos dicen que no tienen vehículos, que el gobierno no les da medios, movilidad ni combustible”.
El líder campesino indica que “sobre la Ley de Bosques dije en una reunión en Casa de Gobierno que no cortemos tanto el monte, nosotros tratamos de tener en mejores condiciones los alambrados, de abrir picadas para que en el caso de algún incendio haya senderos abiertos. Por eso, le dijimos a los de la Ambiente que vinieran y vean cómo trabajamos cuidando el monte, eso es mucho mejor que cualquier cosa que nosotros les podamos contar”.
La región del norte cordobés es un bolsón donde los indicadores de calidad de vida tienen cifras alarmantes. “La pobreza económica la sufren aquellos que no están organizados, los que viven solos en este sistema que oprime tanto”, afirma Bárcena. “Que la Sociedad Rural o Federación Agraria sigan queriendo meter su ganado en el monte no nos interesa porque nosotros hemos sido siempre gente sufrida y de trabajo, pero eso nos ha enseñado a valorar cada cosa que tenemos y cada peso que a fin de mes nos queda libre”, declara el líder campesino. “La pobreza ¿saben dónde está? -dispara Bárcena- en la gente que no está organizada, ahí está la miseria porque los grandes de la Sociedad Rural ahogan a las familias, a las personas y a los changos que por ahí ocupan para laburar. No estamos bien, pero estamos organizados y trabajando en un montón de proyectos porque es fundamental para la economía campesina”, explica.
“Hoy, si no tuviera yerba o azúcar para tomar mate, entonces iría al vecino para que me preste o le diría “dame 5 kg de azúcar y te pago con un cabrito o con miel”, explica el integrante del Movimiento Campesino, tras lo cual enfatiza que “las Ferias que se hacen en los pueblos y en las ciudades también están ayudándonos un montón.”
CABRITOS DE QUILINO, CABRONES DE CIUDAD
“Yo no tengo ningún problema con gente que tiene dinero o que es rica económicamente porque si lo tienen en buena ley, que Dios les siga dando más”, dice Bárcena arrastrando su tonada: “Lo que me molesta es esta gente que siempre nos está tirando palos y diciendo que somos unos muertos de hambre, que no los dejamos desmontar o que no les permitimos que traigan más vacas, porque seguramente lo que tienen lo han hecho de mala forma, eso lo sabemos la mayoría de las personas que andamos un poco y que hemos podido ver y preguntar acerca de quiénes son”.
Bárcena cuenta una historia que resume la situación antes descrita: “En mi comunidad llegó la luz hace 2 años como resultado de un proyecto que hicimos con la Cooperativa de Quilino. Entonces, hicieron otro plan para que llegara la energía eléctrica hasta 2 colegios, uno que se llama Las Palmas – y que está al lado de la coqueta Estancia Las Palomas- pero también hasta el colegio en La Libertad. Por supuesto, la luz sólo llegó hasta Las Palomas, nunca hasta nuestra escuela”.
“Todo pasa por el territorio, hoy no podemos hablar del agua, de la producción de cabritos, de las colmenas ni de nada si no tenemos la tierra. Por eso, yo creo que una de las cuestiones básicas es que el gobierno nos siga abriendo las puertas y que podamos consensuar, entre todos, una política para el sector; no queremos dejar a nadie afuera y si quieren estar los de la Sociedad Rural, que también estén”, sentencia Bárcena. “Queremos actuar con todos porque nosotros somos seres humanos también, y necesitamos vivir como ellos, entonces elaborar junto al gobierno políticas de trabajo, de comercialización de nuestros productos y que no nos pongan tantas piedras en el camino, no sólo para producir sino también para sacar la producción en tiempos como éstos. Entonces, queremos tener políticas para nuestro sector, que lo que producimos en nuestro territorio lo podamos comercializar sin ningún inconveniente, llevando a las ciudades el producto de nuestro trabajo en pequeñas cantidades; poder trabajar digna y legalmente”.
¿Se sienten acorralados por los grandes terratenientes en el norte de Córdoba?
“Y…a veces sí, pero a mí los acorralamientos me vienen bien porque me arraigo aún más en las raíces que he echado y quiero seguir echando, para que otros se puedan arraigar. Las tempestades hacen que el árbol se mueva y tal vez, le quiebren algunas ramas, pero las raíces se van a ir extendiendo y eso para mí, es lo más importante”.
Por Daniel Díaz Romero
Agencia Biodiversidad