Por Lic. Claudia Reynoso
El caso de las acusaciones de abuso sexual contra del productor de Hollywood Harvey Weinstein trae a la palestra el debate sobre el trastorno de adicción al sexo, con el cual los profesionales que están a cargo de diagnosticarla están frente a una tarea compleja.
Para delimitar claramente cuando hablamos de adicción al sexo, debemos comenzar por definir qué es patológico y qué no lo es, al hablar de sexualidad.
Que alguien posea un patrón de excitación no convencional, o conductas sexuales que van por fuera de lo considerado normativo o standard no lo haría patológico. En cambio cuando alguien atraviesa sufrimiento o malestar provocado por conductas que tienen que ver con el ejercicio de su sexualidad, que pueden llegar a provocar incluso la desaprobación social, o sufrimiento en otras personas de su entorno, estamos ante conductas patológicas.
Puede suceder que la sexualidad se convierta en el eje rector, central de la vida de una persona afectando sus actividades, a las personas que la rodean, tornándose imposible de controlar o eclipsando todo su pensamiento.
Es legítimo preguntarnos entonces cuánta cantidad de sexo es normal tener en determinado período de tiempo, pero no existen datos al respecto, ya que la frecuencia es marcada por cada pareja.
Lo que sí es atendible es que cuando el deseo de mantener relaciones sexuales es permanente y la búsqueda de satisfacción a través de las mismas ocupa gran parte del tiempo interfiriendo y trayendo consecuencias negativas en otros aspectos de la vida, ahí estaríamos frente a una adicción.
La preocupación por lo sexual
Como en toda dependencia, en esta prima la falta total de control sobre la conducta que se reitera compulsivamente llevando al adicto a perder las riendas de su vida, con efectos dolorosos como la pérdida de relaciones, dificultades en el trabajo, problemas económicos, pérdida de interés por temas no sexuales, falta de autoestima y sentimiento de desesperación.
La preocupación por lo sexual le implica el gasto de grandes cantidades de energía tratando de ligar con alguien debido a la necesidad de mantener relaciones sexuales permanentemente, búsqueda de pornografía en internet, sexo virtual, masturbación compulsiva, voyeurismo, exhibicionismo, froteurismo, etc.
El sexo se transforma en el epicentro mismo de la vida de la persona. El deseo sexual está exacerbado y genera un impulso por conseguir la satisfacción, moviendo al sujeto a tener contactos sexuales con otros o a masturbarse con la sensación de “no poder parar”, y con una fuerte culpa posterior, allí es donde centra su vida el adicto.
La actividad sexual no solo se torna excesiva, sino que habitualmente llega a ser promiscua y descontrolada. Y esas conductas pueden llevar a la persona a exponerse a contagio de ETS (Enfermedades de Transmisión Sexual), situaciones de peligro, descalabros económicos, ansiedad, sensación de inquietud interna, etc.
El productor Harvey Weinstein argumentó sus actos de abuso a las actrices que lo inculpan diciendo que es “adicto al sexo”. Es importante aclarar que un adicto al sexo no hace a un abusador. El abusador está legitimado por modelos socioculturales machistas a través de los cuales algunos hombres se sienten avalados para pasar sobre el consentimiento del otro ejerciendo violencia y llevando a cabo conductas traumáticas y dolorosas.
Hipersexualidad
Cuando hablamos de Hipersexualidad, de adictos, nos referimos a alguien cuyo apetito sexual saludable deja de serlo y se torna excesivo. Alguien que no tiene en cuenta las consecuencias de su comportamiento ya que cuando está en la búsqueda de una aventura nada le importa, ni su pareja, ni su familia, ni su trabajo, ni sus finanzas, ni su salud sexual.
Alguien cuya vida está dominada por sus impulsos sexuales, el problema es el control y no la frecuencia. El adicto consume mucha pornografía en cualquier momento y lugar para incrementar su libido, una de cuyas conductas más repetidas es la masturbación ya que cuando el deseo irrumpe debe satisfacerlo.
Alguien que siente malestar y culpa similar al síndrome de abstinencia cuando no consigue mantener relaciones sexuales, esto se da de manera diferente a lo que sucede con una persona con un fuerte impulso sexual y la diferencia radica en la “necesidad”.
Una persona con un fuerte impulso sexual se siente plenamente atraída por el sexo, pero en el caso de no poder practicarlo no buscará la satisfacción a cualquier precio, descontroladamente, sino que logra un mayor grado de autocontrol. En el caso del adicto al sexo esto no se da.
No existe una única causa que provoque la hipersexualidad. Podríamos citar factores como desórdenes en los neurotransmisores (aumento de la dopamina) y factores emocionales como inseguridad, sentimiento de inferioridad, temor de ser humillados o avergonzados por los demás, la fijación del acto sexual compulsivo, repetido como mecanismo adaptativo aprendido para atenuar la ansiedad, los miedos y los sentimientos de soledad.
En muchos casos encontramos también trastornos de personalidad de base del tipo obsesivo, evitativo, o depresiones subyacentes.
En nuestra cultura la adicción al sexo es una de las adicciones más negadas. En muchos casos se racionaliza la conducta compulsiva sexual tendiendo con esto a minimizarla y diluir así el sufrimiento que produce en la persona que la padece y en su entorno.
Se manifiesta, tal como lo hacen otras adicciones, con un patrón de descontrol que alterna con períodos de relativa calma. El pensamiento centrado en lo sexual y las fantasías sexuales se hacen cada vez más necesarias para lidiar con los avatares de la vida cotidiana.
El estado de ánimo cambia frecuentemente y esto dificulta la comunicación con los que lo rodean. Estos detalles son inherentes pero no son los que definen la adicción en sí misma, que no se mide por la cantidad de encuentros, ni de parejas sexuales, ni por las horas destinadas a mirar pornografía, sino porque se trata de alguien que en la búsqueda de placer sexual sufre, causando a la vez sufrimiento en su entorno.
Será importante que el adicto pase de una actitud compulsiva a una más saludable. Con un tratamiento psicoterapéutico esto es posible, ayudándolo a manejar sus emociones y sus relaciones interpersonales. En algunos casos estas terapias van combinadas con la indicación de antidepresivos y con la inclusión en grupos de autoayuda con este tipo de adicción.
Con compromiso y un trabajo profundo recuperarse es posible.
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