La guerra
La guerra de Malvinas es una parte de la historia reciente argentina de la que poco se habla. Los datos y testimonios reunidos a lo largo de más de un cuarto de siglo han logrado quebrar los silencios oficiales y poner al descubierto un hecho espeluznante: durante la guerra los soldados argentinos no sólo tuvieron que combatir al enemigo, sino al hambre, el frío y la inaudita incompetencia, cobardía y crueldad de sus propios jefes militares. Lo que vino después, el regreso, la posguerra, estuvo determinado por la indiferencia de una sociedad traumada por su irreflexivo apoyo a la dictadura y el silencio y el olvido impuesto por los militares.
De alguna forma se combatió a los excombatientes, dándoles la espalda, obligándolos a la marginación, sepultándolos en el olvido, la indiferencia. Resultado: los ex combatientes suicidados llegan a 400, mucho más que los 267 muertos en combate. Los que aún viven padecen distintas afecciones, de graves consecuencias, englobadas en la denominación “Trastorno de Estrés Postraumático”…
El recuerdo necesario
La indiferencia social posterior al conflicto contrastó con el fervor patriótico que el 2 de abril de 1982 generó el anuncio de la “recuperación” de las Islas Malvinas, en boca del dictador Leopoldo Galtieri. Las autoridades y la sociedad se comportaban como si los soldados fuesen los responsables de la derrota. Hubo un acuerdo tácito para olvidar la guerra, esconder a los que regresaban y borrar de las mentes lo vivido. Para obtener la baja militar, los oficiales hicieron firmar a los soldados una declaración jurada, en la que nos comprometíamos a callar y por ende a olvidar. Hablar de la guerra, de lo ocurrido durante la guerra, fue lo primero que nos prohibieron. Así, el dolor, las humillaciones, la frustración, el desengaño, la furia, quedaron dentro de cada uno de nosotros hasta tornarse insoportables en muchos casos.
Asignaturas pendientes
Nadie discute hoy, ni ha discutido nunca, el justo reclamo argentino de soberanía que la República Argentina mantiene sobre las Islas desde 1833. Pero eso nada tiene que ver con el análisis descarnado de lo ocurrido en 1982. Durante mucho tiempo se ha preferido eludir la autocrítica de la derrota, de la que nadie quiso hacerse cargo. El genocidio iniciado por los militares y sus apoyos civiles con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, continuó de algún modo en Malvinas.
La misma crueldad, la misma incompetencia, el mismo desprecio por la vida ajena, la misma cobardía. En Malvinas, los militares cometieron aberraciones progresivamente denunciadas por quienes las sufrieron en carne propia: tortura física y psicológica; traición.
Con alguna otra excepción, sólo la valentía y capacidad técnica de los pilotos de la Fuerza Aérea quedan fuera de estas calificaciones. Para dar solo un ejemplo de la cobardía de muchos militares de grado, el entonces teniente de navío Alfredo Ignacio Astiz, miembro de los primeros comandos enviados a las islas Georgias del Sur, vecinas de las Malvinas y también bajo ocupación británica, se rindió con su tropa al enemigo sin resistencia, al primer disparo alzó la bandera de rendición, fue capturado y remitido a Gran Bretaña.
Años después, los datos
Las pensiones a los ex-combatientes de Malvinas sólo se establecieron en 1990, casi una década después de la guerra y gracias a la ley nacional 23.848, que beneficiaba a los ex soldados conscriptos, comenzaron a cobrar 150 pesos mensuales.
Según datos estadísticos obtenidos por el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, un 77.9% de los ex combatientes sufre de trastornos de sueño. Un 10% reconoce haber padecido síntomas sicóticos tales como delirios, alucinaciones y manifestaciones paranoicas.
Un 20% asegura sufrir algún tipo de fobia y un 60% se queja de trastornos de la memoria (olvido constante de nombres, fechas, situaciones, etc.). Un 32% declara padecer de ideas obsesivas ligadas a Malvinas y la relación de Malvinas con hechos posteriores.
Un 28% de los ex combatientes encuestados tiene ideas recurrentes respecto al suicidio; un 10 % reconoce que ha realizado intentos de suicidio en una o más ocasiones. El 37% se reconoce violento; un 26% usa comúnmente armas de fuego.
Entre el 25 y el 39% de los ex combatientes (varía según su zona de residencia), padece el TPET: trastornos depresivos severos con intentos de suicidio o idea suicida persistente; violencia familiar; bajo o nulo control de los impulsos; intoxicación por drogas o alcohol; abstinencias; episodios de descompensación psicótica, trastornos de ansiedad en sus distintas formas.
Las mejoras
En los últimos años la situación de los ex combatientes de Malvinas mejoró notablemente. Los Centros de ex combatientes (organizaciones creadas por los propios soldados, unas 30 ONG en todo el país), han logrado acceder a la participación en la discusión de políticas públicas con el Estado, con objeto de revertir la situación.
A partir del 2004, el estado nacional otorga una pensión, equivalente a tres jubilaciones mínimas y en muchos casos los estados provinciales también otorgan pensiones y coberturas en las obras sociales provinciales. A partir de enero de 2007, la provincia de Buenos Aires, que tiene el 50 % del padrón –unos 5.500 ex soldados-, otorga una pensión equivalente a tres salarios mínimos del estado provincial, unos 1.500 pesos.
En las provincias de Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Ushuaia, entre otras, la situación es similar. También existen encuadres para el acceso a un trabajo digno, como cargos auxiliares (porteros) en la Dirección General de Escuelas, donde trabajan 1.000 ex combatientes.
Testimonios para la memoria
El ex combatiente Jorge Delgado recuerda: “El hambre que teníamos era una constante, porque estábamos muy mal alimentados; la carne y la verdura se repartían entre los oficiales y suboficiales”. Marcos Ojeda: “Al mes del combate el 90% del regimiento estaba con desnutrición, incluso mi compañía tuvo un deceso por esa causa. Yo siempre pesé 70 kilos y cuando terminó la guerra estaba en 52 kilos y medio”.
Mario Romero: “Nosotros estábamos a un kilómetro del puerto, y ahí pegado había un lugar donde los ingleses faenaban las ovejas y tiraban las vísceras. Los soldados iban y alzaban eso (…) buscaban cáscaras de papa, de naranja, y comían; juntaban y comían. Llegó un momento en que parecía que no éramos soldados, éramos linyeras buscando comida. Aùn así, se tomaban sanciones contra quienes hacían esto. Los estaqueaban o lo enterraban en un pozo, con sólo la cabeza afuera”.
A mediados de agosto de 2007, la jueza Herraez y la secretaria Cecilia Incardone se instalaron en la ciudad de Corrientes, en el Juzgado Federal. Allí tomaron los primeros 23 testimonios y se presentó una denuncia con 15 casos de estaqueamientos de soldados de la provincia de Corrientes, dos de Chaco, uno de Santiago del Estero, tres de Rosario y uno de Buenos Aires. De los casos analizados por la Justicia el más grave fue el de Rito Portillo, un soldado ametrallado por un cabo.
Los militares lo hicieron figurar como muerto en combate y amenazaron con un Consejo de Guerra a un compañero de Portillo que intentó denunciar lo que había sucedido. Entre los muertos por desnutrición está Remigio Antonio Fernández, de quien recuerda uno de los testimonios: “Era un compañero mío, muy flaquito, muy quedado diría yo. No se la supo rebuscar, y falleció en la trinchera, arrolladito”.
El objetivo pendiente
Algo que la sociedad les debe a los caídos y a los que combatieron con dignidad en Malvinas: hacer justicia, para separar nítidamente a aquellos que combatieron con honor, incluidos algunos oficiales y suboficiales, de quienes consideraban un acto de valentía estaquear a un soldado hambriento.
La sociedad argentina jamás será justa; el país no será distinto, previsible, lógico y pacífico si no condena la impunidad y a quienes violan la Constitución y los Derechos Humanos.
Los argentinos necesitamos ganarle a nuestra propia guerra, esa que deambula en nuestra mente y que nos acecha. Malvinas exige que se castigue a todos los culpables, que se proteja y asista a los ex combatientes. Que se recuerde tanto a los que murieron en las islas, como a los que volvieron y como consecuencia de la indiferencia y el olvido se quitaron la vida.
Por Edgardo Esteban.
Basado en el texto publicado en el mensuario LE MONDE . Edgardo Esteban: es escritor, periodista, ex combatiente en la guerra de Malvinas, autor del libro “Iluminados por el Fuego” y coautor del guión de la película del mismo nombre.