Las autoridades del Hospital Álvarez advierten: la peor receta es la automedicación y la indiferencia
Es difícil relacionar a la hipertensión arterial con un daño neurológico, con la dificultad para hablar o para moverse o hasta en el peor de los casos, con la muerte.
Pero lamentablemente es así. Estas son solo algunas de las consecuencias que puede causarnos el padecer de este mal y no hacer nada al respecto.
El 17 de Mayo se conmemoró el Día Mundial de la Presión Arterial, por tal motivo en la ciudad de La Plata se realizó el décimo sexto Congreso Argentino de Hipertensión Arterial. Allí especialistas en el tema, coincidieron, entre tantas otras cosas, en la falta de conciencia que existe al respecto, así como también en la minimización de la enfermedad por parte del común de la población.
Es evidente, como los individuos en general, desestiman el cuidado de la presión, pensando en muchas ocasiones que será pasajero, que se debe al estrés o a los nervios de todos los días. Dejando sin efecto el control, recurriendo a la automedicación y no consultando al médico.
No se tiene conciencia sobre la importancia de controlar la presión con frecuencia, sobre todo los de la tercera edad, quienes son los que mayor probabilidad tienen de padecerla.

La hipertensión es una ENFERMEDAD silenciosa, es decir que en muchos casos, cuando nos enteramos, el individuo ya habrá sufrido un accidente cardiovascular. Aunque en muchas situaciones, el cuerpo comienza a dar ciertas señales que no son escuchadas por nosotros.
Para entender en qué consiste esta patología con mayor facilidad, debemos tener en cuenta que nuestro corazón bombea 5 litros de sangre por minuto a las arterias, que luego la repartirán por todo el organismo.
Cuando las cavidades del corazón se llenan de sangre, ocurre inmediatamente la contracción o sístole de dicha cavidad, registrándose en ese momento la presión máxima o sistólica. Cuando esta cavidad se relaja y se vacía, habiendo impulsado la sangre hacia las arterias, se registra la presión mínima o diastólica. La misma se mide en milímetros de mercurio (mmHg). Los parámetros normales en el adulto son 120 mmHg para la máxima y 80 mmHg para la mínima.

La hipertensión arterial consiste en una reducción del calibre de la arteria, debido al por engrosamiento de la pared por causa genética o por diversos factores como elevado colesterol (el cual va tapando las arterias), sobrepeso, tabaquismo y/o sedentarismo.
Al disminuir el calibre de la arteria, la sangre tiene menor espacio para pasar, razón por la cual obliga al corazón a realizar un esfuerzo mayor para bombear la sangre, aumentando el riesgo de que el mismo se lesione o que no llegue la correcta irrigación sanguínea a las extremidades o al cerebro, pudiendo causar en este caso un accidente cerebrovascular.
Una vez más, nos encontramos frente a las mismas recomendaciones que hemos expuesto en notas anteriores en El Adán. Parece que constituyen la clave de la vida sana y de la prevención, lo recomendable para mantener la presión dentro de los parámetros normales, 120 de máxima y 80 de mínima, consiste en realizar actividad física, no fumar, tener controlado el nivel de colesterol y el sobrepeso. Así como también, darle importancia a los antecedentes familiares.
Según datos publicados por la Agencia de Noticias Científicas y Tecnológicas de la Argentina, el 30 % de los adultos argentinos son hipertensos.
Esperemos que en el Congreso Argentino de Hipertensión Arterial que se desarrollará en el Hotel Sheraton en abril del 2010, según lo publicado en la pagina de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial, las porcentajes de hipertensos que se están manejando en la Argentina, alcancen una verdadera y necesaria disminución.
Lic. Gabriela Maggiotti

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