“Tenemos un servicio de salud muy bueno, gratuito y se le brinda a todos”

Por Santiago Carrillo

Beatriz Mantese es médica especialista en neurocirugía en el Hospital Garrahan y, aunque da cátedra sobre la materia en los países del primer mundo, solo se siente cómoda cuando respira el aire del barrio de Villa Mitre. Allí puede pedirse un fernet con soda –acompañado con unos palitos, por supuesto- en un bar enfrente de la Clínica de la Esperanza, sobre la calle Tres Arroyos.

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Es una mujer de 58 años, centrada, serena y precisa en su forma de hablar, a quien el estilo de vida que eligió desde que se recibió en la Universidad de Buenos Aires, en 1981, la llevaron a abandonar cenas de fin de año por una cita en el quirófano. Cree que su vocación no se diferencia a la de cualquier aspirante a médico, quien tiene una situación altruista de querer curar y salvar personas: solucionar problemas de salud con una visión comunitaria.

A los 28 años viajó en soledad a China, y allí conoció la realidad del Tibet: la región más alta de la Tierra, ubicada al noreste del Himalaya, que tuvo un período de independencia hasta 1950, cuando Mao Tse Tung envió al ejército para mantenerlos bajo su control y se asesinaron más de un millón de personas. Entonces, Beatriz luego de tener contacto con la gente y conocer al Dalai Lama, reafirmó sus convicciones de vida y se hizo budista.

Tal vez, su nueva filosofía por el desapego a lo material y la confianza que se tuvo en sí misma fueron los motivos por los que logró ser la primera mujer neurocirujana colegiada en el país, una elite impermeable manejada por los hombres.

-¿Tuvo situaciones que le complicaron desarrollarse en la especialidad por ser mujer?

-Cuando gané la residencia para el Sanatorio Güemes, donde se desarrollaba René Favaloro, saqué el puntaje más alto en cirugía general. Pero no me permitieron trabajar porque no estaba la infraestructura preparada y no había habitaciones para mujeres en las guardias. Hace unas décadas la medicina estaba pensada desde otro lugar más bien patriarcal, que por suerte está cambiando.

-Hay 1300 neurocirujanos en el país, y solo 300 que están dentro del Colegio Argentino de Neurocirugía, ¿Son suficientes para la demanda de pacientes?

-El problema es que están centrados en pocas ciudades, como Mendoza, Rosario, Córdoba y, principalmente, en Buenos Aires. Hace falta gente en las provincias, porque la neurocirugía es una especialidad compleja en la que se necesitan quirófanos preparados, buenas terapias intensivas, tomógrafos y neuronavegadores. En fin, tecnología para disminuir el error y tener más éxito.

-¿Cuál es su análisis sobre la medicina en Argentina?

-Creo que el Estado cubre bastante y que el servicio es muy bueno, principalmente porque es gratuito y se le brinda a todos. Cualquier persona que pise nuestro suelo debe ser atendida, y eso implica que hay mucha solidaridad y calidad. Sin embargo, el país se termina viendo afectado porque debe solventarlo; es muy paradójico que siendo una nación del tercer mundo tengamos este sistema y en los más desarrollados, como en Estados Unidos, una persona que no tiene prepaga y padece apendicitis no es atendida si no tiene 100 mil dólares en el bolsillo.

-¿Cómo maneja la cotidianeidad en el Garrahan, teniendo en cuenta que allí solo se atienden niños y puede implicar una imagen más sensible?

-Cuando entré creía que me iba a acostumbrar al dolor de ver el deceso de un niño, pero es imposible. Siempre nos daña. Todos sabemos que la muerte es inevitable, pero es muy difícil aceptarlo en chicos. Y ni hablar de las causas que no son una enfermedad, sino por terceros como cuando los padres maltratan a sus hijos.

-¿Y en esos casos como actúa el cuerpo médico?

-Hay un grupo de trabajo especializado en el asunto. Nuestra obligación es hacérselo saber a la policía y efectuar la denuncia.

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 ¿Qué aportes realiza el Garrahan en el desarrollo de la medicina dentro del rol social?

-El Hospital permite accesibilidad para la investigación, porque tiene un departamento excelente con contacto en todo el mundo. En agosto pasado se dio a conocer el trabajo de Guillermo Chantada: su equipo desarrolló el Bio-marcador, una nueva herramienta para tratar la retinoblastoma –cáncer ocular- que permite verificar si el tumor generó metástasis fuera del ojo.

-En relación a la comunicación con el resto del mundo, usted también es un nexo a partir de las conferencias que dio en Alemania o Inglaterra. ¿Cuáles son los temas que desarrolla?

-Por lo general son convenciones académicas, formativas, sobre el dolor y la espasticidad,  que es un trastorno motor del sistema nervioso, en el que algunos músculos se mantienen permanentemente contraídos. Nos invitan a exponer experiencias propias, porque no solo hay poco conocimiento al respecto en el mundo, sino que Argentina por ser un país subdesarrollado tiene muchas patologías de este tipo. Además, es un problema grave actual de la humanidad: cada vez nacen más chicos con daños y parálisis cerebrales.

-¿De qué manera solventan los gastos para viajar a las convenciones?

-En mi caso particular, me han invitado varias veces como por ejemplo la Sociedad Española de Neurocirugía Pediátrica que puso todo a disposición para que vaya a Sevilla. Pero en la mayoría de los casos lo financiamos nosotros, desde el Garrahan, a partir de eventos que organizamos para juntar fondos o bien de nuestro propio bolsillo.

-¿Qué los motiva a depositar su propio sueldo en actividades que representan a la medicina argentina?

-Nosotros lo vemos como si fuera una inversión a futuro, porque apostamos por el desarrollo profesional propio y también por el crecimiento de la medicina. Somos conscientes de las limitaciones que no permiten que las cosas sean como nos gustaría, pero no por eso vamos a dejar de trabajar por el perfeccionamiento de la salud.

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-¿Qué visión tienen en el exterior sobre el médico o científico argentino?

-Hay que desmitificar un poco el inconsciente colectivo de que somos excelentes y atamos todo con alambres; las grandes tecnologías no se atan con alambres. Hay gente con mucha capacidad que puede ser competitiva, pero en aspectos generales estamos muy lejos de ser brillantes como podemos serlo en el fútbol. Somos un país latinoamericano del tercer mundo que no disponemos una formación de excelencia mundial, lamentablemente.

Es necesario  que los médicos argentinos vayan a más congresos, que hagan posgrados internacionales y luego ellos sean quienes los dicten en las universidades nacionales.

-De todos modos, hay muchos científicos que regresaron al país para desarrollarse…

-Es cierto. Las condiciones políticas actuales están permitiendo que muchísimos investigadores puedan volver y es por eso también que los trabajos desarrollados estén siendo manejados en los mejores centros europeos.

-¿Cuándo viajó al Tibet, en China, le cambió la forma de ver la medicina a partir de la condición naturista del budismo?

-¡Totalmente! Sirvió para reafirmar lo que ya creía: el médico tiene la función de ayudar a las personas, sin importar las etnias o religiones y donde más presente debe estar es en los lugares más oprimidos.

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