“Quien tiene la semilla, tiene el poder”

Hace menos de un año, la compañía química alemana Bayer  adquirió Monsanto, fabricante estadounidense de semillas modificadas genéticamente con el objetivo de controlar el mercado global de agro productos y alimentos.

¿Qué consecuencias pueden tener estas megaempresas para la producción agrícola mundial y la seguridad alimentaria?

La fusión Bayer – Monsanto, provocó que solo tres corporaciones controlen más de 60% del mercado mundial de semillas comerciales y agroquímicos, con fuerte impacto en nuestro país: DuPont-Dow, ChemChina-Syngenta y Bayer-Monsanto, es decir, unas pocas corporaciones estarán en mejores condiciones que nunca para imponer productos, precios y calidades.

A la ya dramática pérdida de biodiversidad provocada por la agricultura industrializada y el avance de la frontera agropecuaria que destruye bosques nativos, el actual modelo agrícola concentrado apuesta a un constante aumento de la productividad y a la explotación de superficies cada vez mayores, incentivando los cultivos genéticamente modificados (soja – maíz, papa, etc) con uso intensivo de pesticidas, que matan todo en el entorno de la planta, que absorbe el veneno sin morir, por la ingeniería genética que tiene.

Solo Bayer-Monsanto es dueña de un tercio del mercado global de semillas comerciales y quieren ahora patentar todas las semillas existentes en la naturaleza, a través de una ley.

Quien cuente con el control del material genético y logre patentes sobre las semillas, obtendrá el control de la agricultura y la producción de alimentos. (Podrá dirigir y controlar la alimentación del mundo. Que se come, a qué precio, con qué calidad).

 Van por todas las semillas

Las concentraciones de estas megas compañías son un ataque directo a la soberanía alimentaria de cada país, al derecho de decidir qué comer y elegir en la biodiversidad. Están intentando acceder y controlar el 80% de las semillas no sujetas todavía a uso comercial: las grandes multinacionales intentarán imponer a los pequeños agricultores un régimen comercial (a través de una Ley de Semillas que se está por aprobar en nuestro país), que buscará destruir los sistemas de cultivos tradicionales que funcionan bien y están adaptados a cada realidad local.

Según los expertos las grandes empresas especializadas en agroquímicos y semillas transgénicas (producidas en laboratorios)  están creando la “agricultura digital”: información de alta precisión sobre el clima y las condiciones meteorológicas y datos sobre calidad de suelos y plagas, es decir, les venden a los agricultores no solo semillas y pesticidas, sino también tecnología digital para incrementar sus rendimientos y hacer una selección más precisa de sus pesticidas. El objetivo es que la agro industria dependa cada vez más, de los productos de estas empresas transnacionales.

La tecnología digital solo vale la pena en la explotación de campos muy grandes que requiere pocos agricultores  y ayuda en la producción de cultivos muy industrializados. Esta tendencia hará retroceder fuertemente la producción de alimentos diversos y la propiedad de la tierra de los pequeños productores locales, ya que la ley prevé duras sanciones a quienes usen semillas propias en la resiembra, si esas semillas están patentadas.

Las empresas transnacionales buscan multiplicar sus exorbitantes ganancias  con pesticidas sintéticos y semillas patentadas, dominando áreas del estado para lograr sus fines. Esto significa transformar su influencia económica en influencia política directa y lo están logrando: por ejemplo, el Ministro de Agricultura y su gabinete en el país, son personas centrales  del agro negocio en el país y proponen esta nueva Ley de Semillas para consolidar el modelo agrícola – industrial  de semillas transgénicas y agro-toxicos. Para su expansión,  necesitan destruir las efectivas y tradicionales formas de producción de los pequeños agricultores (la Ley de Agricultura Familiar de apoyo a desarrollos agrícolas locales, fue derogada por el actual gobierno).

El poder del mercado

El poder y el control social, pasan en estos tiempos por el control absoluto del mercado. En nuestro país  este aspecto  es cada vez más evidente en áreas esenciales: medicamentos, alimentos, salud, servicios digitales, medios periodísticos, entretenimiento, que son actividades y servicios en manos de pocas empresas sin ningún tipo de control político – económico, por lo tanto, las ganancias en cada rubro son siderales e irracionales.

No solo en nuestro país, sino a  escala global, no existen políticas efectivas de defensa de la competencia, ni existen instrumentos para limitar el poder de las grandes corporaciones. Las cuotas de mercado deberían ser siempre transparentes, como también otros indicadores de poder. En el negocio agrícola, que tiene que ver con el control alimentario de la población,  ninguna empresa debería poseer simultáneamente cuotas de mercado relevantes en semillas, recursos genéticos, pesticidas y datos agrícolas. La ley que se aprobara en el congreso, dice exactamente lo contrario. Este poder inmenso, es mucho más importante de lo que se pueda imaginar.

Las autoridades de defensa de la competencia deberían poder prohibir en un futuro la fusión para cualquier empresa que sobrepase el 20% de la cuota de mercado. Ante un plan o una propuesta de fusión, también debería evaluarse siempre el impacto sobre los proveedores, sobre los derechos humanos y laborales, y sobre el medio ambiente.

La legislación de defensa de la competencia, con gobiernos que no estén integrados por los mismos dueños de estos conglomerados hegemónicos,  debería elaborarse de tal modo que a largo plazo no puedan producirse tales concentraciones y puedan revertirse las que ya existen.

La nueva Ley de Semillas se aprobara para que estas grandes empresas biotecnológicas puedan patentar las semillas que se les ocurra, eliminando a los pequeños productores a través de una competencia despiadada, de la persecución “legalizada”, (no podrán cultivar sin certificación del estado, en manos del agro negocio, entre otras calamidades).

Pero además, este control hegemónico que impulsa esta ley,  incluye la propiedad de la tierra  y la distribución de la mercadería en las grandes cadenas de supermercados,  que en varios casos, son también propiedad de estas grandes empresas.

La soberanía alimentaria y la subsistencia de mucha gente están en peligro con las actuales políticas de estado, no solo en el área agrícola.

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