Cinco años continuos, más de 100 días de la Feria del Productor al Consumidor (y de la Economía Social) en el predio de la Facultad de Agronomía/UBA-FAUBA, constituyen un motivo importante para el festejo, para evaluar y también identificar desafíos.
Una pequeña feria de “productores orgánicos” en 2011, cerrando la “Semana de la Soberanía Alimentaria” de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria-CALISA es el antecedente más cercano de esta idea, que luego se multiplico hasta ser una referencia en la ciudad.
La expansión de las Ferias
Una antigua tradición con cientos de años comenzó a multiplicarse en todo el país, como consecuencia de la crisis de los pequeños productores familiares, campesinos e indígenas que trataron por este medio de vender alimentos o artesanías producidos en sus chacras y comunidades. El inicio fue en Oberá, Misiones, a partir de 1995 en que se realiza la primer Feria del Productor al Consumidor; la crisis del té y la yerba mate deja sin ingresos monetarios a miles de familias, que buscan generar algunos ingresos que les permitan comprar lo básico para seguir permaneciendo en el campo. El “modelo” eran las ferias existentes en el Sur del Brasil.
Fueron cientos las Ferias de productores que se fueron instalando en el país; con productos obtenidos en forma natural o agroecológica, o con químicos; revendiendo productos comprados en los grandes mercados o sólo con la propia producción. Algunas fueron impulsadas por las autoridades locales, otras crecieron a pesar de las autoridades y soportando no pocas dificultades.
La Feria del Productor al Consumidor en Agronomía
Esta iniciativa no fue un proyecto detallado. Se trató de una idea fuerza que reconocía la demanda social y valoraba a los colectivos formados para darle respuesta, desde la economía social solidaria. Muchos de ellos venían desde la crisis del 2001.
Pero, sin el apoyo de las autoridades de la FAUBA, esto no hubiera sido posible; su Parque y muchas de sus instalaciones fueron puestas a disposición de esta idea, que los trabajadores no docentes impulsaron y sostuvieron en el tiempo. El compromiso de grupos de docentes, estudiantes, cátedras, proyectos y emprendimientos contribuyó a mostrar aspectos poco conocidos –y poco valorizados- de la diversidad de enfoques y objetivos que dan vida a esta partecita de la universidad pública.
La Facultad aprobó la iniciativa formalmente en el 2015, dejando claro que no era una Feria DE la Facultad, sino una Feria que se concretaba EN la Facultad, para lo que debían cumplirse determinadas condiciones: producción directa sin intermediarios; no permitir la reventa; control de la calidad y sanidad de lo comercializado; pago de un “canon” para sostener gastos; etc.
Cinco años de historia
Lo que pasó con la Feria, entre los feriantes iniciales y los que se fueron sumando, la “buena onda” que se generó con los miles de familias que nos visitan, con los talleristas y artistas que nos acompañan superó largamente las expectativas.
¿Cuántos días de trabajo familiar, grupal y colectivo lo hicieron posible? ¿Cuántos cientos de asambleas, reuniones de comisiones de trabajo, jornadas solidarias, reuniones para temas específicos, talleres, cursos, etc. fueron necesarias? ¿Cuántos compañeras/s se agotaron en estos más de cinco años y tuvieron que dar un paso al costado?
La historia que lo hizo posible no solo está inscripta en las baldosas con los nombres de los desaparecidos de la Facultad durante la dictadura; es parte también de las experiencias que crecieron con la crisis del 2001-2002, de las luchas de agricultores familiares, campesinos e indígenas, del avance en la agroecología, de la búsqueda de vínculos más directos productores-elaboradores y “consumidores”, de la necesidad de una alimentación más saludable, precio y comercio justo.
Crecimos como comunidad FAUBA donde fue clave el fortalecimiento de nuestros vínculos con quienes buscan democratizar la producción y el consumo de alimentos más saludables. La “extensión” fue dejando lentamente de ser la “pata renga” junto a la investigación y docencia que nos distinguen como Facultad.
A modo de balance
Quienes participaron en las últimas ferias son testigos del crecimiento cuantitativo y cualitativo; también de los desafíos que día a día ponen a prueba los principios básicos, tanto “hacia adentro” de la Feria, como “hacia afuera”. ¿Cuáles son los límites de este “colectivo” cada vez más numeroso e informal que conforma una de las principales ferias de la ciudad de Bs. Aires, pero que se sigue auto gestionando democráticamente y es económicamente autónomo? ¿Podrá sostener la identidad que le dio origen y que se comunica a través de sus feriantes, talleres, paneles, actividades artísticas y musicales?
Algunos desafíos son preocupantes pero abren posibilidades; sólo algunos ejemplos mirando la realidad más próxima: las tensiones resultantes de las “ferias paralelas” impulsadas por la crisis y en alguna medida también por los “vivos” y especuladores que aprovechan todos los resquicios para hacer sus negocios; la presión de los miles de visitantes sobre un parque físicamente limitado y con mínimos servicios; las dificultades para coordinar una estrategia de mediano plazo Feria-FAUBA; los requerimientos de más productores y elaboradores de alimentos para participar en espacios de esta índole.
Esta Feria es mucho más que un espacio de compra-venta; forma parte de un proceso mayor y más integral que la trasciende y la vincula con las búsquedas, creatividad y esperanzas de la compleja sociedad argentina. Es también la cara más visible a través de la cual la Facultad de Agronomía-UBA hace evidente su compromiso con el cuidado del ambiente y los alimentos, de la mano de la participación democrática y solidaria.
¿Será posible que la FAUBA pueda transformar esta iniciativa periódica en un espacio permanente para la agricultura familiar agroecológica y la economía social, donde además se muestre lo mucho de investigación, docencia y extensión que se está realizando al servicio de un desarrollo más equitativo y sustentable de la sociedad argentina?