Por Silvana Melo
A las dos de la mañana en Palermo hacía más de ocho horas que la noche era profunda. En invierno el sol se encierra como todos los que tienen casa donde volver. A las dos de la mañana el frío cae sobre los cuerpos como hierros, como filos. Y es generalmente la hora cuando se duerme con un solo ojo en la calle. Y en ranchada, para protegerse de los peligros que acechan.
Pero uno no despierta. Uno no responde. Lo llaman y no. Lo sacuden y no. Piden auxilio. La policía llama al SAME. Y el SAME lo da por muerto. A las 2 y 45. Cuando a la noche le faltan todavía varias horas. Y hay un hombre menos, sin nombre, sin documento. Un nadie.
Sin madre ni hijos que lo reclamen. Una soledad inmensa que se llevan a la morgue y de ahí vaya a saber. Un crimen a manos del frío y el desamparo. De la desidia y el desprecio.
A las cinco menos diez la ciudad empieza a moverse, cansina. El invierno suele descargar las temperaturas mínimas sobre los cuerpos expuestos en las plazas, en las veredas. Alguien desvanecido en la calle es esquivado por tantos. Hasta que uno avisa.
Al costado de la línea del tren San Martín está. Boca abajo. Como dormido. Pero no. El SAME dice que está muerto a las 5:05. Cuando faltan dos horas para que salga el sol. Y el frío es desesperante cuando la ropa es tan escasa. Hipotermia dice que fue la causante de muerte. Debería agregar abandono. Un delito en manos de quienes lo olvidaron.
A las 8,15, en pleno Once, alguien busca ofrecer un café a un hombre sin reacción apoyado en una pared. Pero no responde. No tiene documentos. No despierta. La policía llama al SAME y el SAME anuncia su muerte a las 8,30 del 29 de junio.
Ultima noticia de la vida de un hombre demoledoramente anónimo. Hipotermia. Morgue. Y nadie. El frío le cerró los pulmones. El desprecio de los que administran el estado más rico del país lo dejó morirse cuando el barrio comercial empezaba a moverse.
La primera muerte del invierno terrible de 2024 apareció en mayo. Fue en Palermo, un barrio demasiado cool para incluir indigencia anónima en sus calles. Sin embargo, una ranchada perdió un integrante que no reaccionó en una madrugada atroz. De un año que en su quinto mes ya ha perdido sensibilidad de arriba hacia abajo, capacidad de conmoverse por el dolor del otro y tendencia a disfrutarlo.
Y ha descubierto niveles de crueldad en sangre que nacen de los gobernantes y se cuelan en gruesas capas de la sociedad. En esa madrugada de mayo el SAME confirmó la primera muerte por frío que el gobierno porteño intentó desmentir: “no fue por hipotermia sino por enfermedades preexistentes”. El hombre vivía en la calle y murió en la calle en una madrugada helada. Diego no tenía documentos. Se llamaba Diego para sus compañeros. Si estaba enfermo y a la intemperie la responsabilidad oficial aumenta y no se minimiza. Muerto ya no es nadie. Menos de lo que fue estando vivo.
La culpa no es del frío. Es del abandono y el desprecio oficial. El año pasado murieron 17 personas en la Ciudad mientras vivían en la calle. En medio de las nevadas tremendas del sur, donde esta tierra se cae, Oscar Quinteros vivía en la calle. Tenía 59 años y lo encontraron muerto en Caleta Olivia en un descampado. En Lanús, en la mitad del país, tan cerca de la oficina de dios, murió un hombre equis a los sesenta años. Sin techo ni documentos. Sólo tenía frío.
En Salta, tan lejos del ombligo del mundo, un hombre sin identidad había muerto en la calle. En el barrio Castañares, en un auto abandonado, vivía otro hombre de 78 años. No pudo soportar el hielo de la madrugada ni la intemperie. Murió sin nadie. Abandonado por todas las instituciones que hubieran podido evitarlo.
146 hombres y mujeres murieron en la calle en 2023 en todo el país. Unas doce mil personas pasan la vida en las esquinas, en las veredas, bajo puentes de autopistas, en las entradas de los bancos en la Ciudad de Buenos Aires.
No es casual que 12 mil personas vivan en la calle. Que muchos enloquezcan porque es insoportable sostener el estrés, el peligro y la llegada de las patotas del gobierno porteño que los echan con la hidrolavadora y les quitan sus mínimas pertenencias. Y que cuatro se mueran al primer frío.
Poco menos de medio millón de personas (471.000) viven en la indigencia en la Ciudad. Es el 15,3% de la población de CABA, la ciudad más rica del país. Indigencia es no tener para comer ni dónde vivir. La cifra duplica el primer trimestre de 2023, que subió a 8,4 %. Y triplica a las del 2017 cuando apenas llegaba al 4%. (1)
Van subiendo en los escalones empinados de la crueldad vigente. De la insensibilidad pinchada en los corazones como un pin. Los indigentes al doble muriendo por Palermo son imágenes de un tiempo feroz. El frío responsabilizado por la ruindad de los poderosos, también.