Las lluvias provocaron en este último mes que ocho provincias tengan buena parte de su territorio bajo el agua, tierras que tienen un denominador común: desmontes sin límites, plantaciones de soja transgénica, capas freáticas cerca de la superficie.
Las investigaciones del INTA desde hace diez años vienen acumulando cifras, estadísticas y datos que muestran un panorama desolador de cómo la soja ha dañado la tierra: la napa freática en los años 70 estaba a 14 metros de profundidad, hoy hay sectores en donde ha subido a 50 centímetros.
El modelo productivo del monocultivo de soja es la principal causa de la casi nula capacidad de absorción que tiene la tierra.
La ONG Naturaleza de Derechos, dedicada al derecho ambiental resume estos desastres en una frase: “no es el clima, es el modelo agropecuario”, donde Argentina es considerada líder mundial en desmonte para ampliar la expansión agropecuaria de manera irracional.
Una investigación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) donde participó el especialista Nicolás Bertram, del INTA Marcos Juárez de Córdoba, revela que el monte nativo absorbe 300 milímetros de agua por hora. Una pastura convencional donde hay ganado, absorbe 100 milímetros y un campo con soja apenas 30 milímetros por hora.
Cada vez que hay un desastre donde se inundan las ciudades y pueblos donde la gente común pierde todo, inmediatamente se le echa la culpa al cambio climático y se lanzan campañas solidarias para los afectados, sin analizar en profundidad porque ocurren estos desastres. Luego se habla de lo generoso que es el pueblo argentino y de las causas climáticas en estas recurrentes e históricas tragedias.
Las tragedias recurrentes
El desastre más trágico de territorios inundados ocurrió en abril de 2003 en la ciudad de Santa Fe, donde unas 150.000 personas perdieron sus hogares y pertenencias por una crecida inusual del río Salado con epicentro en Santiago del Estero. La crecida fue a la noche y se produjeron muchas muertes por la violencia de la crecida. La tragedia sucedió por un problema que se llama soja.
La mayoría de los propietarios y arrendatarios de campos de Chaco y Santiago del Estero se dedicaban al cultivo de la soja y desmontaron miles de hectáreas de bosques para sembrar este monocultivo por sus rindes económicos.
Ocurre que el cultivo de la soja no retiene el agua en el campo sino que la deja correr. Cuando llueve el agua simplemente se desliza por el campo y pasa a engrosar el caudal de los ríos y ocurren inundaciones como la del 2003 y como las actuales que afectan gravemente a diez provincias.
Antes de la soja estaba el monte y el monte lograba retener el agua en la copa de los árboles, entre las raíces de los árboles y entre todas las plantas que forman el monte; también el monte permite que el agua penetre más en el suelo evitando las escorrentías. Es decir, el monte es como una gran esponja que retiene el agua en el campo evitando que ésta corra a los ríos y ponga en peligro a las ciudades y a la gente.
Para poner un ejemplo de la avidez irracional por ganar dinero a cambio de destruir todo, en Cordoba solo quedan 3% de los bosques originales que están protegidos por una ley especial. Esa ley la quieren cambiar para desmontar lo poco que queda y ampliar la siembra de soja. A principios de marzo hubo movilizaciones de pueblos enteros para evitar esta estupidez irracional, en defensa del bosque nativo como fuente de vida.
La ambición sin límites
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dice que Argentina está entre los diez países que más desmontaron durante los últimos 25 años: 7,6 millones de hectáreas, 300.000 hectáreas al año.
En nuestro país no existe una política ambiental nacional que proteja a los bosques y humedales de los desmontes, el avance de la soja, la ganadería intensiva y los desarrollos inmobiliarios. Hasta se han arruinado humedales que son la descarga natural de las crecidas de los rìos por construir barrios cerrados levantando el suelo seis metros. Los barrios exclusivos no se inundan pero mandan toda la correntada a los pueblos y ciudades cercanas, que es lo que ocurre en Lujan y otras localidades.
En estos momentos existen 10 provincias arrasadas, según explican los medios de comunicación, por las malas condiciones climáticas, una situación que se repite año a año: rutas cortadas, caminos rurales intransitables, extensiones de campo con agua estancada por meses, familias humildes que pierden todo, casas con dos metros de agua, pueblos tapados por las crecidas, tierras que perdieron por la soja totalmente su capacidad de absorción.
Las explicaciones también se repiten año tras año, desastre tras desastre, mentiras sobre omisiones: no es el cambio climático, es este monocultivo y el modelo agroexportador irracional. Lo dice Nicolás Bertram, del INTA en su investigación: “los excesos hídricos no se deban a la falta de obras ni al exceso de lluvias. Los suelos están saturados, no pueden absorber más, la conclusión de que La Niña o El Niño generan todo el problema hídrico no es cierto, hay un problema común en todas las inundaciones: el monocultivo de la soja y su impacto sobre el medio ambiente y el suelo”.
Los estudios de Bertram muestran resultados alarmantes y demuestran que esta práctica agrícola ha modificado la estructura del medio ambiente y que son necesarias especies vegetales (que fueron eliminadas) que consuman por lo menos lo que está lloviendo en el año. Si no consumimos lo que llueve en el año, con una napa que está a 50 centímetros, es un problema para todos».
Un ejemplo es la localidad de Chabás, al sur de Santa Fe, es una de las localidades más afectadas por las actuales inundaciones.
Los vecinos que volvieron a perder todo este año dicen sin sonrojarse: “es el modelo extractivista el causante de las inundaciones, Chabás tiene trece cuadras por trece y està en medio de un mar de soja. El agua empezó a venir del campo sin que esté lloviendo en el pueblo. En 2 horas teníamos el 70 por ciento de las calles con agua”.
Córdoba, una de las provincias arrasadas por el desmonte es una de las más inundadas. Darío Avila, abogado especializado en derecho ambiental al analizar los pueblos y ciudades sumergidos declaro que “no es una casualidad, todas están en zonas del agronegocio y del corazón sojero”.
La realidad vista por las victimas
El Centro de Protección a la Naturaleza (Cepronat), emitió un comunicado en el mismo sentido: “El modelo agro-biotecnológico agrava las inundaciones. La aplicación del paquete de transgénicos, agro-tóxicos y siembra directa significó la subida de las capas freáticas. El monocultivo de soja y sus agroquímicos producen una impermeabilización del suelo. De esa forma, el agua no penetra, no absorbe y simplemente corre e inunda todo”.
Además la entidad cuestionó que el sector empresario y político solo mencione el cambio climático o el fenómeno conocido como “El Niño” y no encare el verdadero problema que es el desmonte irracional”.
Horacio Brignone, de la campaña “Paren de Fumigar” de Santa Fe denunció que las autoridades sólo tomen como interlocutor al sector del agro: “Ante las inundaciones, subsidian al sector responsable de las mismas. Parece que al agua la van a parar con subsidios. Hacen siempre lo mismo y esperan resultados diferentes”.
El tema es bien sencillo: cuando llueve las plantas toman ese agua para continuar con su desarrollo, cuando no necesitan más el agua, esta baja para la napa freática y de esta forma la napa sube. Se denomina capacidad buffer a esta regulación natural, que gracias a la soja esta dañada.
Lo dice el INTA en su investigación: “Es totalmente diferente si hay pasturas, pastizales y montes a que si en esa superficie existen cultivos agrícolas con napas cerca. El ambiente no tiene capacidad buffer para regular. Antes tenías un monte que podía infiltrar, absorber, 300 milímetros por hora. Al sacar el monte, la soja tiene una infiltración, en el mejor de los casos, de 30 milímetros la hora”.
El modelo productivo que adoptó la Argentina quiebra la regulación natural, el monocultivo con agrotóxicos le deja lugar a la deforestación y a la ganadería. En Córdoba en estos días se está debatiendo, con una enorme resistencia popular, terminar con el último 3% de bosque que queda, con una técnica de desmonte químico para dejar el terreno preparado para la ganadería bovina.
El modelo extractivista
Universidades Públicas y especialistas de distintas disciplinas ratifican en una declaración pública: “los cultivos de raíces pequeñas como la soja transgénica no permiten la infiltración profunda o la evaporación; la eliminación de la actividad pecuaria provoca la subida de las capas freáticas, la desaparición de la fauna y flora por la aplicación de más de 300 millones de litros de agrotoxicos en cada campaña, compacta los suelos y los convierte en un vidrio en el que rebota el agua.
La aplicación del paquete tecnológico de transgénicos, agrotóxicos y siembra directa, base del agronegocio, significó la subida de las capas freáticas, la uniformidad de la granulometría superficial del suelo y la muerte directa de los micros y macros organismos edáficos alterando negativamente los ciclos del agua y los nutrientes, el flujo de energía y la dinámica de las comunidades por encima y debajo del suelo.
Se confirma, una vez más, que seguir insistiendo con las buenas prácticas agrícolas o de labranza, no constituyen una solución ni razonable ni ética a este problema, dado que nos encontramos frente a un modelo de producción hegemónico y fuera de control que, en modo similar a la minería, desequilibran la situación funcional del suelo y le exprime el suelo hasta sus últimos nutrientes.
Si a este panorama le agregamos los múltiples focos de incendios en las provincias de La Pampa, Río Negro y el sur de Buenos Aires, incontrolables por los escasos recursos de contención del fuego que hay disponibles, que provocaron la masiva mortandad de animales y cientos de hectáreas desbastadas por el fuego y las millones de hectáreas de bosque nativo destruidas en aras de “supuestas inversiones” o mejor dicho de “especulaciones inmobiliarias”, comprenderemos que nuestro país atraviesa por una verdadera situación de catástrofe ambiental.
No cabe ninguna duda de que la aceleración de las desastres ambientales que hoy padecemos son la resultante de un modelo productivo extractivista salvaje que, violando las leyes de la naturaleza, ha seguido las leyes del Dios Mercado basadas en priorizar las máximas ganancias para unos pocos, con consecuencias que las paga todo el pueblo, no solo con la pérdida de sus bienes, sino también porque compromete su salud y su bienestar, como asimismo, su presente y su futuro.
Es claro que el modelo de producción aplicado no es amigable con el ambiente, y que los daños que genera son sufridos por miles de ciudadanas y ciudadanos argentinos, sumado a las incalculables pérdidas sociales, económicas y productivas que ello implica en general para nuestro país.
A 20 años de la implantación de este modelo productivo, la sociedad civil, las organizaciones sociales, los investigadores y científicos, las universidades, las víctimas que se acumulan en cada rincón de la patria, vienen alertando de las consecuencias de envenenar masivamente el suelo, el agua, el aire, la naturaleza y la vida misma.
Los responsables debajo de esta catástrofe «natural», sanitaria o ambiental. tienen nombre y apellido, son productores inescrupulosos, inversores y financistas, profesionales y funcionarios que pertenecen a una economía concentrada, monopólica y transnacional, que lucran desde hace décadas con este modelo.
Urge la toma de responsabilidad por parte del estado de gestionar otro modelo de producción, donde se respeten los equilibrios ecosistémicos y deje de lado las declaraciones de “emergencia agropecuaria”, que todos subsidiamos y cuyo destino final beneficia a unos pocos.
Sostenemos una vez más que hay una alternativa, una verdadera salida para enfriar el planeta y actuar sobre el cambio climático. Solo superaremos la difícil situación que atraviesa nuestro país, planificando revertir el camino desarrollado hasta ahora, y es optando por el modelo agroecológico de producción que se opone al agronegocio.
Firman estas declaraciones: Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CALISA) – Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Escuela de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA),
Seminario Interdisciplinario sobre el Hambre y el Derecho Humano a la Alimentación Adecuada – Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria y Agroecología – Universidad Nacional de Luján (UNLu), Cátedra Abierta de Estudios Urbanos y Territoriales – Sede Trelew de la UNPSJB, Cátedra Libre de Agroecología y Soberanía Alimentaria (CLAySA) – Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
RENACE, Red Nacional de Acción Ecologista y sus organizaciones:
ASOCIACIÓN AMIGOS DEL LAGO DE PALERMO – ACCIÓN POR LA BIODIVERSIDAD. . AMBIENTE MAR – ASOCIACIÓN CONTRA LA CONTAMINACIÓN AMBIENTAL – ASOCIACIÓN ECOLÓGICA DE LANÚS. A.E.L. – BIOS ARGENTINA – COLECTIVO TINTA VERDE – ECOLOGÍA Y CRECIMIENTO CON ORGANIZACIÓN SOLIDARIA. – E.C.O.S. DE SALADILLO – FUNDACIÓN UÑOPATUN – PERMAHABITANTE – MOVIMIENTO ANTINUCLEAR DEL CHUBUT. MACH – FORO ECOLOGISTA DE PARANÁ – FEDERACION ARGENTINA DE ESPELEOLOGIA- FadE – FUNDACIÓN CULLUNCHE – ASOCIACIÓN AMBIENTALISTA PIUKE – SOCIEDAD ECOLÓGICA REGIONAL – SER – CENTRO DE PROTECCIÓN A LA NATURALEZA. CeProNat – CENTRO ECOLOGISTA RENACER – MUYUQUI – PRO ECO GRUPO ECOLOGISTA – ECO SITIO.
Nuestra realidad no se condice con los millones de estudios realizados en distintas partes del planeta.
Yo viví en Villa Minetti las inundaciones de los 70 y 80, cuando se suspendían las clases porque las calles de Villa eran un mar, y en esa época estabamos rodeados de monte nativo, y los mm caidos en poco tiempo eran mucho menos que los de ahora. En esos tiempos no se hablaba de sistemas como «La Niña» o «El Niño», ni tampoco se hablaba de cambio climático, así que dejemos de desparramar culpas a diestra y siniestra y ocupémonos de solucionar el problema de una vez.
Y con todo esto, Villa Minetti es un pueblito que no tiene ni tendrá nunca red agua potable domiciliaria. Porque no tenemos ríos cercas y porque nuestras napas son saladas y en algunas zonas inapropiadas incluso para el ganado. El agua que bebemos es la que acopiamos en algibes o depósitos sisternas durante la época de lluvia.
Busquemos una solución realmente efectiva para cada zona, que tiene que ver con el drenaje apropiado hacia los ríos cuando hay excesos y la contención necesaria para tiempos de sequía.