“Soy Decana de la Facultad de Agronomía en un contexto difícil, pero con una comunidad unida”
En pocos días se cumplen dos años de la asunción de Adriana Rodríguez como decana de la Facultad de Agronomía de la UBA. Por segunda vez consecutiva, una mujer ocupa el cargo de máxima jerarquía en una Facultad tradicionalmente gobernada por hombres.
Adriana Rodríguez es Ingeniera Agrónoma, Magister y Doctora de la Universidad de Buenos Aires y Profesora de la Cátedra de Forrajicultura de la FAUBA, con gran trayectoria en docencia e investigación.
Hoy conduce su gestión en un contexto particular y difícil, principalmente para las universidades públicas que luchan por la actualización presupuestaria y la recomposición salarial de sus trabajadores y trabajadoras. En la entrevista, la decana cuenta cómo está transitando este momento, qué le preocupa y qué medidas están desarrollando.
Además, repasa sus inicios en la carrera, la militancia en el Centro de Estudiantes y su participación en lo que fue el ‘embrión’ del gremio docente ADUBA.
-¿Qué te motivó a estudiar Agronomía?
-En la primaria me encantaba todo lo que tenía que ver con las ciencias naturales y en el secundario, tenía el interés de hacer algo relacionado a lo biológico que sirva para el desarrollo del país. Y pensé en Agronomía. Yo no tengo familia con campo, pero escuchaba las historias de mis abuelos inmigrantes que vivían en el campo y que se dedicaban a la huerta y a criar animales.
En 1981 empecé la Facultad. En esa época no existía el CBC. Había examen de ingreso en plena dictadura y tenías un curso de ingreso preparatorio. Rendí el examen y entré.
-¿Había mujeres?
-Había pocas mujeres y la verdad es que a pesar del contexto y del tipo de carrera, tuve compañeros y amigos con los cuales nunca me sentí en inferioridad de condiciones.
-¿Soñabas en ese momento con ser decana?
-No, ni se me cruzaba por la cabeza. Creo que las cosas se fueron dando casi naturalmente. Antes de terminar la carrera, empecé como ayudante-alumna en la Cátedra de Producción Lechera, no era mi idea quedarme como docente yo tenía ganas de ir a trabajar al interior. Hice la tesis en la Cátedra de Forrajicultura, me recibí, trabajé un tiempo en el Ministerio de Agricultura, mientras ejercía un cargo docente ad honorem acá. El profesor titular de la Cátedra de Forrajicultura me ofreció un cargo rentado en esa cátedra. Ahí empecé como docente y seguí mi carrera académica, hice la maestría y el doctorado. Siento que tuve mucha suerte porque en la cátedra se creó un grupo humano muy lindo, muy activo y productivo.
-¿Cómo fue tu militancia en la Facultad?
-En 1982 cuando fue la guerra de Malvinas, me acerqué al Centro de Estudiantes, que se estaba reorganizando. En ese contexto, tuve la suerte de encontrarme y conocer compañeras y compañeros con los que conformamos un grupo muy sólido y de mucha contención.
Cuando me recibí, paralelamente con mi actividad en la docencia y en la investigación, me involucré en las cuestiones más político-institucionales de la Facultad y empecé a participar de lo que fue el embrión de ADUBA, allá por los ’90, cuando también la pasamos muy mal.
-¿La política y la docencia de los 90 se asemeja al contexto actual?
-En algunas cuestiones sí, pero me preocupa más otra cosa: la percepción de los jóvenes de este contexto. No digo que en aquella época eran todos conscientes y salían todos a reclamar, pero ahora me da la impresión de que hay menos interés.
En esta Facultad, en nuestra Universidad y en el país hay jóvenes muy comprometidos, involucrados en actividades solidarias, pero también están quienes no se comprometen, y eso me preocupa.
En estos días se difundió un estudio de UNICEF que muestra hoy en día un millón de niños se van a dormir sin comer, y es tremendo. Tremendo para nosotros que decidimos estudiar Agronomía porque queríamos producir alimentos para todos. Y sabemos que la cuestión no es la cantidad de alimentos que se producen, sino cómo se distribuyen, y eso es muy impactante, muy desolador, muy triste. Es necesario visibilizarlo y crear conciencia.
-¿Sos consciente que estás desempeñando el rol de decana en una época muy compleja?
-Soy completamente consciente.
-¿Cómo lo afrontas en lo profesional y en lo personal?
-Yo tengo la esperanza de que nuestra sociedad se va a reencauzar en algún momento. Si bien me toca ser decana en este momento tan difícil, tengo la suerte de ser parte de una comunidad muy unida, donde nos respetamos por más de que pensemos diferente. Para mí, eso es un soporte muy fuerte.
Como mujer, y evidentemente me resulta difícil disociar el rol de mujer del de mamá, yo siento que tengo que cuidar a todo el mundo. Entonces, busco la forma de cuidar a mis compañeras y compañeros, que son todos los trabajadores y estudiantes de esta Facultad. Así lo transito, tratando de cuidar, de contener.
-¿Te afecta cuando atacan tus declaraciones?
– Las críticas son parte de la gestión. Cualquier persona que decide conscientemente ejercer un rol, una actividad de gestión, sabe que lo van a criticar. Y está bien que sea así. Algunas críticas pueden ser constructivas, y las tomamos para mejorar. Pero en este contexto, no hay forma de tomar decisiones que sean óptimas, siempre hay dilemas.
-Transitamos un contexto difícil, especialmente con relación a los salarios docentes y nodocentes. ¿Cuál es tu visión al respecto?
-Desde la gestión vamos a acompañar las medidas que se lleven a cabo para visibilizar la situación y convocar a la sociedad para que nos acompañe. Tenemos que poner en la agenda que los salarios de docentes y nodocentes tienen que ser actualizados, que se merecen tener un salario digno.
Una alta proporción de nuestros auxiliares, ayudantes de primera, jefes de trabajos prácticos, con dedicación exclusiva, con título de posgrado, están por debajo de la canasta básica. Los nodocentes, de las tres categorías más bajas están por debajo de la línea de pobreza.
Y eso trae aparejado un grave deterioro porque el problema no es sólo individual, el problema es colectivo y va a tener implicancias a futuro. En la Facultad renunciaron docentes jóvenes formados, con título de posgrado que tienen la posibilidad de trabajar en el exterior o en la actividad privada. A mí me duele, porque esto afecta el futuro de la facultad, de la formación de nuestros egresados y de nuestra ciencia. Y esto es muy preocupante.
-¿Se ve reflejado también en la inscripción de estudiantes?
-Sí, claro. Es un proceso que va desangrando el entusiasmo de los jóvenes por estudiar. ¿Con qué argumentos le vas a decir a un adolescente que estudie una carrera universitaria porque con un título universitario vas a poder tener un futuro mejor? Si lo que se ve afuera no es así. Esos valores importantes de formarse, de capacitarse, de apostar por el desarrollo económico y social de tu comunidad, de tu país, valores que para mí son esenciales, hoy están puestos en duda.
-¿Forma parte del discurso que quiere imponer el gobierno?
-Es parte del mismo discurso. Como dice el lema de la bandera “sin salarios dignos la UBA no funciona”. Y no funciona porque no solamente los docentes se van, también los nodocentes se van porque encuentran otras alternativas mejores.
Entonces mi compromiso va a estar acompañando las actividades de reclamo, de visibilización y de tratar de que esas acciones nos encuentren a todos juntos. No vamos a perder las esperanzas y vamos a seguir haciendo todas las acciones que sean necesarias para lograrlo. Debemos tener confianza y seguir peleándola.