oberanía alimentaria: “hay que desandar el modelo hegemónico y sus consecuencias a lo largo de medio siglo”
Por Ignacio Vila*
Carlos Carballo, Ingeniero Agrónomo y docente, también fue protagonista de las Ligas Agrarias y un militante incansable por la Soberanía Alimentaria. Desde la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CALISA) de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) fue uno de los impulsores de la Feria del Productor al Consumidor de Agronomía, un espacio emblemático de los pequeños productores y las cooperativas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
¿Cómo evalúas el proceso de la CALISA FAUBA?
La Cátedra es un compromiso humano y político en el que se crece, en tanto el colectivo crece y nos empuja. Lo evalúo como algo muy positivo, con una etapa importante de crecimiento y expansión hasta 2017, con aspectos relevantes que lo marcan y luego una meseta hasta la pandemia.
Entre las diversas actividades de investigación, formación y extensión realizadas, el principal acierto fue la Feria del Productor al Consumidor y de la Economía Social. Creció en cantidad y calidad a lo largo del tiempo, acercó a la FAUBA actores, temáticas y demandas, antes ausentes o muy marginales. A la vez posibilitó que muchos habitantes, incluso vecinos, “descubrieran” a la Facultad de Agronomía.
En este sentido, la CALISA FAUBA contribuyó a generar una mayor preocupación por la alimentación-nutrición, en un contexto donde la problemática alimentaria de los ricos creció en visualización y marketing, en tanto creció la pobreza y la desigualdad.
Se empezó a hablar de alimentación sana, orgánica, agroecológica, sin agroquímicos, alimentación saludable, alimentación sana, segura y soberana, Objetos Comestibles No Identificados, o ultraprocesados-ultraindustrializados. Pero muy lejos de replantearse otra forma de producir, distribuir y consumir… para todxs.
¿Qué se ha logrado generar a partir de la CALISA?
Hacer más visibles algunas temáticas como el Sistema Agroalimentario Argentino, profundamente interrelacionado con el Sistema Agroalimentario Mundial y en el que hay actores con gran poder y codicia. También profundizar en el conocimiento de los actores de la producción agraria, el rol y las potencialidades de la agricultura familiar y de la economía social y solidaria. Por último, pusimos énfasis en el consumidor como un actor central, como un ciudadano crítico, responsable, organizado, que asume el acceso a una alimentación saludable como un derecho suyo, de su familia y de toda la comunidad.
¿La Revolución Verde, los transgénicos y los agroquímicos son indispensables para producir los alimentos que requiere la población mundial? ¿Los métodos alternativos que se plantean empeorarían la situación actual?
La situación mundial con respecto a la producción de alimentos obedece a diversas causas que se hicieron evidentes a partir de 1985, cuando la producción superó las necesidades de su población. Qué se produce, cuánto, dónde, cómo, para quiénes, para qué son preguntas que nos acercan a la complejidad de la situación existente a nivel internacional y nacional. ¿Cómo se llegó a esta situación? ¿Qué razones lo explican?
Algunos aspectos a tener en cuenta son, en primer lugar, las revoluciones y modelos que vinieron para terminar con el hambre en el mundo y con la pobreza rural y que no hicieron ni una ni otra cosa. En segundo lugar, todavía una elevada proporción de la población mundial se sigue alimentando con la producción de la agricultura familiar en la que predominan sistemas tradicionales; sin embargo ese no es el caso de Argentina.
En tercer lugar, se reconocen en mayor medida las consecuencias económicas, sociales y ambientales del modelo hegemónico, ligado a la gran escala y al uso masivo de agroquímicos y energía fósil. Atender las consecuencias negativas del mismo es urgente, incluso para sus actores más eficientes. Por último, la Crisis Climática Global se reconoce muy asociada a estos modelos y surge la necesidad de generar alternativas más cuidadosas del ambiente y de la calidad de los alimentos.
El proceso de globalización que configura el Sistema Agroalimentario Mundial -al que el Sistema Agroalimentario Argentino se encuentra profundamente asociado- muestra la necesidad de evaluar con una visión integral, y para ello es imperioso impulsar estrategias y políticas públicas que deben estar asociadas a planes de desarrollo económico, social, ambiental, cultural, político y éticamente sustentables, necesitamos recrear el modelo de crecimiento y desarrollo de Argentina, en un crítico contexto regional y global. Además, necesitamos una participación activa del Estado en todos sus niveles, incluyendo el Sistema de Ciencia y Técnica, la Universidad Pública y la formación de los profesionales.
Todo parece seguir más o menos igual para la Agricultura Familiar y la Economía Social y Solidaria, pero también para los agronegocios, debido a la necesidad de divisas. ¿Cómo piensa que pueden convivir estas estrategias?
Sin políticas públicas de largo plazo, imposible pensar en la convivencia-coexistencia. Sin repensar la diversidad de situaciones apreciables en los territorios y la conflictividad existente, tampoco. Dentro de esa notoria diversidad, nos parece necesario precisar a quién/quiénes nos referimos cuando hablamos de los actores sociales incluidos en la conceptualización de Agricultores Familiares, campesinos e indígenas que considera la “Ley Nacional de Agricultura Familiar”.
Y muy especialmente a quienes consideremos agricultores familiares, ya que la denominación puede restringirse a quienes trabajan con su familia y no tienen asalariados permanentes o ampliarse hasta quienes tienen hasta dos asalariados permanentes, sectores más capitalizados y ligados a los mercados. También es preciso caracterizar el universo “agronegocios” ya que presenta situaciones muy distintas.
En un principio podría pensarse que políticas de apoyo a la agricultura familiar podrían llevarse adelante sin afectar en lo fundamental la evolución del mundo de los agronegocios. No los afectaría estructuralmente y es urgente frenar el salvaje avance de la frontera agrícola y avanzar en la solución de las situaciones de conflicto presentes en todas las regiones del país.
El “Relevamiento y Sistematización de Problemas de Tierra de los Agricultores Familiares en Argentina”, una investigación del año 2011, publicada en 2013 por el Ministerio de Agricultura de la Nación, identificaba 857 problemas, abarcando 9,2 millones de hectáreas y a 63.834 familias de agricultores familiares.
La superficie ocupada actualmente por la agricultura familiar (menos del 14 %), su producción (menos del 20 % del Valor Agregado) y su presencia en los mercados no constituye actualmente un tema de preocupación para los actores concentrados del sistema agroalimentario, ni tendrían porqué serlo, si sólo se tratara de hacer sustentable a la agricultura familiar que a la fecha permanece en la producción.
Sí es un tema preocupante para la continuidad de estas limitadas expresiones de la agricultura familiar el avance sin pausa, sin límites físicos ni económicos, de la concentración del sistema en todas sus etapas.
Entonces, ¿cómo avanzar en lo agroecológico? No es posible pensarlo a nivel de explotaciones agropecuarias individuales rodeadas por empresas con prácticas de manejo convencionales. El deterioro, la degradación, la contaminación, seguramente van a hacer inviable la subsistencia de la agricultura familiar y la biodiversidad biológica.
Hay que pensar a nivel de territorios, áreas de protección o de reserva, grupos-colonias cooperativas, directamente ligados a los consumidores a través de unidades de la economía social. Hay que pensarlo en función de largo plazo, con políticas sistemáticas, continuas y con adecuado financiamiento.
Es prioridad el arraigo y el mejoramiento de las condiciones de vida y trabajo de los que todavía persisten en la producción; no podemos perder ni un solo agricultor/ganadero/pescador más. En un segundo momento, habrá que planificar y ejecutar políticas masivas de asentamiento-poblamiento de las áreas rurales, creando las condiciones para un nuevo desarrollo rural. Producción con productores, implica otro modelo productivo y más economía social.
Como síntesis podría decirse que “desandar” lo impulsado por el modelo hegemónico y sus consecuencias a lo largo de medio siglo es imprescindible para ganar soberanía, pero requerirá decisiones complejas y largos plazos, donde serán inevitables avances y retrocesos y contradicciones de todo tipo.
Ante el contexto de pandemia y su relación con la alimentación, ¿cómo se avanza hacia sistemas agroalimentarios que produzcan alimentos en cantidad y calidad suficientes sin llevarse puestos a los ecosistemas?
Es imposible pensar en sistemas de producción sustentables, productores de alimentos de calidad para todxs los habitantes, sin pensar en procesos complejos y de largo plazo, actores sociales comprometidos y políticas públicas que los impulsen.
El modelo productivo no es autónomo del modelo de distribución y consumo, la profunda interrelación entre las etapas del sistema agroalimentario obligan a pensar en cambios integrales en el acceso y manejo de los bienes naturales, en los mercados y en la democratización del consumo, replanteando pautas impuestas por hábitos saludables asociados a las culturas y necesidades de cada persona y comunidad.
Partiendo de la muy crítica situación actual, es necesario avanzar en una transición que tome en cuenta la diversidad de situaciones a enfrentar en el país y en cada territorio, pero hay datos fundamentales que no pueden desconocer y deben tenerse muy en cuenta, como la concentración de los bienes de producción y la riqueza, la crisis climática global y sus consecuencias en los territorios, la crisis que también está atravesando el modelo hegemónico, el grado de urbanización existente, con la población concentrada en grandes conglomerados urbanos, el rol determinante de las grandes corporaciones en todo el sistema agroalimentario y el limitado rol de la agricultura familiar en el aprovisionamiento de los alimentos básicos, a diferencia de otros países y regiones del mundo. En Argentina el problema -aún con 40 % de pobreza- pasaría más por la oferta de alimentos saludables producidos por actores de la agricultura familiar y la economía social, que por la falta de demanda.
*Entrevista publicada en Revista PPV Periodismo Por Venir