(Por Santiago Carrillo) 147 personas fueron asesinadas y más de 80 resultaron heridas en la Universidad de Garissa, en el este de Kenia, por Al Shabab, un grupo terrorista de Somalia, a principios de abril de este año. El atentado comenzó por la madrugada con la detonación de explosivos y, luego, con el disparo de ametralladoras en el establecimiento que alberga a más de 800 estudiantes.
Las víctimas, entre profesores y alumnos, fueron elegidas categóricamente: todo aquel que no profesara el islam. Sheikh Ali Raage, vocero de Al Shabab, afirmó horas después del ataque que “el objetivo era acabar con todos los no musulmanes que estuvieran al alcance de los milicianos”.
¿Qué factores impulsan para que una organización asesine a una población civil e indefensa?; ¿Existe el fanatismo religioso o tienen un carácter político?; ¿Cuál es el rol de la religión?; ¿Qué significa yihad y por qué diferentes medios de comunicación la asocian intrínsecamente a la lucha armada?
En el libro “¿Guerra santa o lucha política?”, del periodista argentino Pedro Brieger, el jeque Abdala Nimer Darwish, líder del movimiento islámico dentro del Estado de Israel, explicó que “Existen trece tipos de Yihad”. “Uno de ellas es la militar que, por supuesto, es violenta”, afirmó, y luego agregó que representa un ejército regular y legal de un Estado soberano e independiente.
Sin embargo, el término Yihad es más que complejo y está sumamente cargado de interpretaciones y estudios teológicos. Por ello, Darwish dijo con vehemencia que “se opone a que alguien haga un atentado terrorista en nombre de la Yihad.
Entonces, explicó que la Yihad es enseñarle el Corán a la gente común según los mandatos del Islam; Yihad nafs es la lucha interna de cada ser humano contra sus propias malas intenciones y también existe la yihad cultural, económica y científica.
A su vez, Omar Abboud, director del Instituto de Diálogo Interreligioso y máximo dirigente de la comunidad islámica en Argentina, dijo en un diálogo con El Adán que las agrupaciones terroristas “no tienen un patrón que se relacione con la religiosidad”.
“En ningún punto de vista las doctrinas musulmanas hablan de las atrocidades que cometió Al Shabab”, agregó en referencia al atentado que sufrió la Universidad de Garissa, cercana al paso fronterizo con Somalia: país que tiene un Estado endeble y que “vive en un caos total donde el vínculo por lenguaje común y cultura popular, es el ámbito religioso”.
El nacionalismo árabe
Por otro lado, el nacionalismo árabe –en un sentido de pertenencia geográfica- no es una novedad. Brieger, en el libro citado anteriormente, afirmó que nació a fines del siglo pasado como respuesta a cuatrocientos años de ocupación del Imperio Otomano y el reparto de Medio Oriente entre Francia e Inglaterra, después de la Primera Guerra Mundial.
Con el tiempo, la invasión se trasladó a tácticas y operaciones más relacionadas al campo económico y empresarial: el periodista norteamericano Mark Fineman escribió en el diario The Angeles Times que “Casi dos tercios del territorio somalí fueron entregados a los gigantes petroleros estadounidenses Conoco, Amoco, Chevron y Phillips por el Presidente Mohamad Siad Barre en su último año de gobierno”.
En 1991, las milicias rebeldes penetraron en Mogadiscio –capital de Somalia- y pusieron no solo fin al gobierno de Siad Barre, sino también a la integridad propia del Estado que se disipó en diferentes sectores controlados por los clanes y el surgimiento de Repúblicas no reconocidas internacionalmente.
Mariano Beldyk, Licenciado en Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires y Jefe de Internacionales de la revista Noticias, en una entrevista con El Adán afirma que “la historia de Kenia está íntimamente vinculada al devenir político-institucional de Somalia por ser países limítrofes”.
Beldyk nos explicó que Etiopía –otro país con una realidad similar a la de Kenia- envió sus tropas a Somalia en 2006 y expulsó a la línea conductora de Al Shabab del poder en Mogadiscio.
Por su parte, Kenia hizo lo mismo en 2011 para avanzar sobre territorios rurales dominados por Al Shabab, a pesar de que ya existía un gobierno en Somalia apoyado políticamente por Occidente y militarmente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
“El objetivo de Kenia era expulsar a las fuerzas de Al Shabab de sus fronteras por considerarlas una amenaza a la seguridad luego de varios secuestros y asesinatos a la población rural y cristiana keniata”.
Al Shabab, ni lerdo ni perezoso, le declaró la guerra a ambos países desde aquel entonces: el atentado en la Universidad de Garissa, al igual que el ataque sufrido en el shopping de Nairobi, en 2013, donde murieron 70 personas, son la explícita respuesta bélica que reclama el retiro de los militares extranjeros.
A su vez, Beldyk dijo que “Somalia es un ejemplo clásico de Estado fallido”. Hay muchas zonas que escapan al control del gobierno pro-occidental y el Estado es incapaz de garantizar derechos constitucionales. En todo territorio fragmentado las ideas más radicales encuentran un campo fértil”.
En este sentido, quien también escribe en la revista Caras y Caretas, contó que Al Shabab se afilió a Al Qaeda en 2012, organización que, luego de su debilitación, se desprendió y forjó la creación del Estado Islámico (ISIS) con el objetivo de la reconstrucción del Califato.
“ISIS se limita a las tierras ocupadas y gobernadas en Siria-Irak”, aseguró Beldyk descartando una posible adhesión somalí a los territorios que domina el líder sunnita Abu Alaa Afri. Sin embargo, “se han cometido atentados a nivel internacional que han sido reivindicados por ISIS”, y puso como ejemplo el ataque a la revista francesa Charlie Hebdó que murieron una decena de periodistas, en enero pasado.
Las organizaciones islamistas
Las organizaciones islamistas construyeron su legitimidad en el tejido de una red social de atención primaria para suplantar las falencias que el Estado no atendía, sobre todo en materia de salud y educación.
De este modo se afianzaron en sus respectivos pueblos y crecieron a la par de la lucha armada. Beldyk dijo que el caso más demostrativo es el Hezbollah: nació en el sur del Líbano durante la ocupación israelí de los ’80, creció como una fuerza que resistió al invasor y brindó servicios básicos a las personas.
Luego, se transformó en una alternativa política que logró integrarse al juego parlamentario una década después, sin renunciar a las armas por este logro.
Sin embargo, los surgimientos de los diversos movimientos tienen sus complejos matices de legítima resistencia, objetivos y disputas de poder que el mundo occidental parece –no querer- comprender.
Abboud, (director del Instituto de Diálogo Interreligioso y dirigente de la comunidad islámica en Argentina), nos explicaba que “las organizaciones islámicas no tienen la solución para los problemas actuales”… “se representan a ellos mismos”: “en ninguno de los países que operan las organizaciones terroristas se fabrican los rifles AK-47 o M-16 que utilizan.
“Los países que les venden armas son los mismos que compran el petróleo en negro y, entonces, terminan siendo funcionales a las grandes potencias que dicen combatir”.
Según ACNUR –la agencia de la ONU encargada de los refugiados-, 957.000 es el número de somalíes que se encuentran refugiados en la región. La mitad de ellos son menores de edad.
En total, mueren 1.7 millones de africanos por año, solamente por intentar cruzar el Mar Mediterráneo y escapar de las guerras. Sin embargo, la cantidad de civiles muertos en el continente no es precisa; pero los datos difundidos no son mezquinos para imaginar la situación.
Los números, fríos y que distan varios kilómetros de la realidad de las personas, no pueden reflejar la atrocidad de los hechos. En lo que va del año, hay 80 mil somalíes que fueron desplazados de sus hogares pero todavía no consiguieron salir del país: mientras caminan en el desierto, los persiguen las balas, el hambre y las enfermedades.
Lo enigmático, paradójico, inexplicable y descabellado es que los terroristas –nunca mejor definidos- maten a estas personas indefensas, como lo hicieron con un puñado de universitarios que no tenían relevancia en las decisiones gubernamentales.
Beldyk, fue contundente en sus declaraciones: “Convertir a la población civil en blanco militar con la supuesta intención de transmitir un mensaje no es política, es un crimen”.
Sobre Shiítas y Sunnitas
Una de las confrontaciones más relevantes del mundo musulmán es la disputa entre Shiítas y Sunnitas. Mahoma, el profeta que fundó el islam y enseñó el Corán, no tuvo hijos y, por lo tanto, cuando murió en el año 632 no hubo un heredero directo.
Desde ese entonces, los sunnitas, que hoy tienen una fuerte presencia en Arabia Saudita, son los que quieren establecer el Califato: el mensaje del profeta ya había sido enseñado y entonces el sucesor (califa) puede ser cualquiera. Esta raíz islámica se concentró en las familias más importanes de la sociedad.
Por su parte, los Shiítas, influyentes en Irán, consideran al yerno de Mahoma, Alí, como legítimo heredero. Según ellos, Alí hizo la verdadera interpretación del Corán y se la pasó a los imanes, y acusan a los sunnitas de una tergiversación del libro sagrado.
Los imanes son los que tienen un gran conocimiento de la ley y están exentos de pecado, con un sentido esotérico y místico. Uno de los imanes más reconocidos es Ayattollah Jomeini, líder de la Revolución Iraní de 1979 que aglutinó a sectores religiosos y socialistas para derrocar al gobierno derrochador de Shá Pahleni.