A trabajar al campo: Reforma Agraria y agroecología

Por Carlos Carballo*

Estamos ante una grave crisis que, como sucedió antes otras veces, deja más ricos a los ricos y más golpeados a los que menos tienen. Estamos lejísimos de la POBREZA CERO- HAMBRE CERO prometida y urge tomar medidas que la atenúen; esta crisis es también alimentaria y nutricional y afecta a gran parte de la población y sobre todo a los niños.

Para atender la emergencia no incluimos en las prioridades al 70 %  de los habitantes víctima de  sobrepeso y obesidad o de  la epidemia de enfermedades no transmisibles, provocados por la “malnutrición” y el cambio de hábitos alimenticios  impuesto por los  grupos que manejan el Sistema Agroalimentario Argentino. Duele y avergüenza que a la vez tengamos producción y exportaciones récords de materias primas y alimentos.

Pero el “árbol” no puede impedirnos ver el bosque. La  crisis debe ayudarnos a acordar y planificar para poder decir  NUNCA MAS a la pobreza, el hambre, la desnutrición y la malnutrición. Tenemos que poner la mirada en el futuro, para que las imprescindibles medidas sean también un medio que  permita avanzar en dirección correcta: el desarrollo con  igualdad de derechos para todos  y respetuoso de la vida. Para priorizar la alimentación saludable de nuestras familias se requiere  una profunda transformación del modelo de producción y consumo.

Hacinamiento y territorios “vacíos”

Somos 45 millones de habitantes y, según el Censo 2010, más del 90 % viven en  “urbes” que en algunos casos son parte de grandes conglomerados urbanos; éstos y el resto de las  capitales de provincia cuentan con 4000 habitantes/km2, aunque la situación sea explosiva en algunas áreas, como sucede  en  las 4.286 “villas”,  donde se asientan  3,5 millones de habitantes, según el Censo de 2016. Además de éstos, hay otros 12 millones cuya vivienda está por debajo de las condiciones mínimas adecuadas,  y un millón de jóvenes urbanos son definidos como NI-NI, ya que NI estudian NI trabajan.

La población rural en tanto cayó  drásticamente: 5 millones de personas,   dispersas en 2,7 millones de km2, con una densidad de  1,8 hab/km2, un verdadero desierto, facilitador de  todo tipo de negocios, “legales” –aunque no sean legítimos -como el extractivismo-  y otras  ilegales. El  avance de los agronegocios y la “frontera agraria” generó aumentos de producción y exportaciones, pero multiplicó problemas estructurales, degradó el medio, empobreció y expulsó  a muchos de sus habitantes;  situación se agrava día tras día, agudizada por el Cambio Climático.

Vive tanta gente en villas y asentamientos periurbanos pobres, como en el campo de todo el país, que incluye otros aspectos, como la concentración de la riqueza y la marginación, la pobreza, el deterioro ambiental, el desempleo, subempleo y trabajo informal,  las adicciones, las enfermedades, la desigualdad de oportunidades, el desaliento.

Reforma Agraria y agroecología

El crítico análisis sobre la realidad  agraria realizada  por el  1er. Foro Nacional “Por un Programa Agrario Soberano y Popular” decidió impulsar un Programa que contemple la necesidad de una reforma agraria integral y popular.

Nuestra América Latina ofrece diversos ejemplos de Reformas Agrarias,  pero recientemente incluso el Banco Mundial la promueve, por lo que es evidente que no todos pensamos en el mismo objetivo para ese instrumento de política.

¿A qué tipo  de Reforma Agraria nos estamos refiriendo? ¿Cuáles deberían ser sus objetivos? ¿Qué aspectos debería abarcar? ¿Quiénes deberían ser los actores responsables de su planeamiento y quiénes sus participantes o “beneficiarios”? ¿La estamos restringiendo sólo a agricultores familiares, campesinos e indígenas? ¿Alcanza que se aplique correctamente la Ley de Agricultura Familiar? ¿En uno de los países más urbanos del mundo, qué rol pueden jugar los consumidores en estos procesos?

El complejo debate que nos debemos no es ajeno al análisis integral del modelo hegemónico de producción agraria, sus causas, consecuencias y sus alternativas.

No  podemos  dejar nuestra alimentación en manos de quienes sólo piensan en la ganancia y siguen concentrando poder; el manejo agroecológico de los sistemas productivos no puede seguirse dilatando.  Tampoco  puede postergarse la necesidad de dar respuesta digna y esperanzadora  al hacinamiento, la inseguridad, la desocupación, la pobreza,   el no acceso a una alimentación saludable.

Nos parece que hay dos temas claves: promover el arraigo de quienes todavía permanecen en el campo y repoblar el territorio. No podemos perder ni una familia, ni   un trabajador rural más; deben quedarse para generar,  sostener alternativas y compartir sus conocimientos.; hay mucho propuesto  y hecho al respecto.

Repoblar el territorio es más complejo, pero también necesario. La  “Marcha al Campo”  implica el traslado planificado y voluntario de grandes grupos de familias a un territorio rural próximo o distante, con el objetivo de poblar,  generar trabajo, cuidar el ambiente,  producir y elaborar alimentos saludables, contribuir al desarrollo sustentable. Esta propuesta trasciende la “colonización” tradicional, parte de la “función social” de la tierra y se asocia con la “Reforma Agraria Integral”  que promueven  los movimientos sociales, de la que bien podría ser un  primer paso.

La “Marcha al Campo”  debería ser  una política de Estado, ordenada a través de un Plan integrado a una estrategia nacional de desarrollo. Para algunos sería la añorada “vuelta al campo” del que fueron expulsados,  pero será necesario incluir también a    muchísimos otros que  se interesarían  si se dieran las condiciones mínimas necesarias. Nadie iría al campo para incrementar el sufrimiento de su familia, pero son muchos los que luchan  y sueñan con una vida mejor.

Tierra sobra para hacerlo posible.

*Ing. Agrónomo Carlos Carballo G. (soberalimentaria@agro.uba.ar)

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