Alrededor de 3 millones de personas nacidas en todos los tiempos históricos no conocen su verdadera identidad de origen. No fueron adoptadas, me refiero a las llamadas “adopciones ilegales” o adopciones por izquierda.
Desde el año 2009, por ley 26.548, el Banco Nacional de Datos Genéticos atiende únicamente los casos de lesa humanidad.
Este Banco, reconocido internacionalmente, fue creado por el Dr Raúl Alfonsín a pedido de Abuelas para que fuera utilizado por cualquier ciudadano con su identidad vulnerada y casos de filiación.
Es cada vez más frecuente la comercialización masiva y descontrolada a través de internet de los análisis genéticos.
Hoy diversos grupos de búsqueda en las redes sociales están convocando no solo a las personas que buscan su identidad sino a todos los ciudadanos a “solidarizarse” realizándose estas pruebas porque “cuantos más seamos encontraremos nuestra verdad”.
Lo riesgoso es que se envían las muestras (hisopado) a una empresa privada de EEUU que ofrece a sus clientes la posibilidad de armar su árbol genealógico y quizás, encontrar un familiar en el mundo.
Compran el kit y ssólo necesitan de un laboratorio y la firma de un genetista para facilitar los envíos a EEUU, y la tienen.
De esta manera se están enviando datos sensibles para formar parte de una base de datos extranjera.
Los riesgos para el individuo son varios, porque la realización de la prueba aportará más datos de los estrictamente necesarios; datos que el interesado no sabe que son obtenidos, tratados o cedidos a otras empresas con múltiples finalidades.
Los datos genéticos revelan cuestiones íntimamente ligadas al núcleo de la personalidad y de la dignidad humana.
Es necesario que nuestros diputados y senadores trabajen por la recuperación del Banco Nacional de Datos Genéticos. En diciembre perderá estado parlamentario un proyecto de la diputada Carrió, presentado por segunda vez en el Congreso Nacional.
En el dolor que genera la incertidumbre quienes buscan su verdadera identidad de origen no miden las consecuencias y se dejan tentar por estos ofrecimientos comerciales poniendo en riesgo su seguridad personal.
Por Graciela Palma Arizaga (Ciudadana sin Identidad)