Se realiza la exposición “La Línea Piensa – Muestra 120” en el Centro Cultural Borges en la ciudad de Buenos Aires

El Centro Cultural Borges y la Fundación Luis Felipe Noé organizan la muestra 120 de La Línea Piensa. En esta oportunidad, las artistas Irene Banchero y Laura Valdivieso exponen “Interludio” y “L de Laura” respectivamente. La exposición puede visitarse, con entrada libre y gratuita, hasta junio.

La exposición se compone de dos grandes núcleos, uno de cada artista. La muestra forma parte de La Línea Piensa, un proyecto creado por Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía destinado a visibilizar a los artistas del dibujo de nuestro país.

La exhibición abre este jueves 27, a las 18 h, y puede visitarse de miércoles a domingos de 14 a 20 h en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525, CABA).

Dicen los organizadores de La línea Piensa:

Quienes hacemos La Línea Piensa consideramos un verdadero privilegio la presencia en el ciclo de dos creadoras de la talla de Irene Banchero y Laura Valdivieso, ambas dotadas de una jerarquía e identidad artística enormemente vigorosa y singular.

Irene Banchero elige el título “Interludio” para cobijar la electrizante serie de dibujos que ahora exhibe, y que podría interpretarse como la adopción de un intervalo dinámico, una pausa activa para ensayar derivaciones en la serialidad del lirismo objetual que constituye el canon de su producción más reconocida. Aquí, aquellas formulaciones de elegantes geometrías bi y tridimensionales, que dialogaban en íntimo parentesco como piezas constructivas de una polifónica constelación ornamental, han dejado paso a los histriónicos actores de una figuratividad convulsiva y endogámica, como si se tratara de seres, cuerpos o entidades que pugnan denodadamente por salir de la reclusión cavernosa, que es justamente lo que les da su lógica formal y su carácter, su tragicomedia y su ambigua razón de ser. Sumida en una suerte de paroxismo estilístico, más disolvente que formatorio, Banchero avanza en trazos y garabatos alternativamente ásperos o delicados, enredados o rizomáticos, según las evoluciones de una línea nerviosa y crispada, en un concierto disonante de viscerales metamorfosis, nutridas con ecos del primitivismo, de la abstracción, de la polirritmia cubista, de la escultura moderna y el expresionismo.

También la impalpable titulación de “L de Laura” que propone Laura Valdivieso parece anticipar algo de la monacal estrictez con la que suele sostener sus habituales operaciones gráficas, siempre en busca de la clave exacta para generar, desde la más pura invención sintáctica, el expansivo efecto dominó de sus códices incógnitos, intencionados signos que imponen al espacio y a la superficie un campo activo de neblinosas resonancias. 

Una matemática de levísimas variaciones y mesurados movimientos de círculos y rectas, de puntos y segmentos, parece progresar como la destilación taquigráfica de un herbario primigenio, cuyos ejemplares reaparecieran fosilizados, restaurados y reorganizados en el fraseo de una gramática de levedad casi impalpable, aunque alusiva a la lengua esencial de la naturaleza, en un delicado equilibrio entre el motivo y la metáfora visual. 

Con una perfecta estrategia de armonización, Valdivieso subvierte casi alquímicamente los límites entre materiales, sustancias, soportes físicos y herramientas, para conjugar en una integridad orgánica la síntesis morfológica y la ecuación poética, perfectamente equidistante entre los oficios de la razón y las maneras de la imaginación.

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