Los barrios Rawson, Los Andes y “Las mil casitas” de Liniers que fueron construidos hace casi un siglo para resolver problemas habitacionales de la clase trabajadora porteña, hoy son pequeñas islas arboladas en las que reina un silencio inusual para Buenos Aires, donde no es nada fácil encontrar departamentos a la venta.
El barrio Rawson es conocido porque allí vivió el escritor Julio Cortázar cuando era joven, pero este pequeño triángulo delimitado por las calles Espinoza, Tinogasta y Zamudio, lindante con la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, tiene historia propia.
Planificado por la Comisión Nacional de Casas Baratas, fue construido entre 1928 y 1933 y sus viviendas fueron otorgadas a cambio de un pago mensual “que podía ser un alquiler o una cuota de venta”, según el sitio web “Historia de mi comuna” del Gobierno porteño.
Compuesto por dos sectores, el barrio tiene, por un lado, nueve edificios de planta baja y tres pisos distribuidos dentro de un gran parque arbolado y, por otro, 104 casas construidas sobre los pasajes de su perímetro triangular.
En el barrio Rawson no se oye el ruido del tránsito sino el canto de los pájaros, a pesar de que a 200 metros de allí pasa la avenida San Martín, que nace en el Cid Campeador del barrio porteño de Caballito.
Con el crecimiento de las ciudades estos barrios llegan a tener una posición privilegiada”, dijo a Télam Stefania Biondi, arquitecta especializada en urbanismo y teoría de la arquitectura y docente en la Universidad Autónoma de Querétaro, México.
“Cuando se construyeron estaban muy probablemente cerca de una zona industrial -el lugar de trabajo de quienes ocuparían las viviendas- y seguramente en la que fue en su momento periferia. Al expandirse la ciudad, van ganando una posición relativamente más cercana al centro, más accesible, mejor servida”.
“Las mil casitas” de Liniers son un ejemplo de esto: fueron planificadas y construidas en la década de 1920 para los trabajadores del los Talleres del Ferrocarril del Oeste, actual línea Sarmiento.
Los talleres habían comenzado a funcionar en 1904 en un predio bordeado por las avenidas Rivadavia y Juan B. Justo cercano a las nuevas viviendas, que se construyeron sobre un entramado de decenas de pasajes, es decir calles de una o dos cuadras.
“Como mucha gente de la zona, soy de familia de ferroviarios”, contó a Télam Manuel Poggi, un taxista de 47 años que vive en una de las mil casitas. Entre los lugares de su barrio, Manuel mencionó con particular cariño “los dos clubes a los que íbamos todos de chicos, la biblioteca popular y la plaza Sarmiento”.
La plaza Sarmiento está en el centro-sur del barrio, y en su interior, el calor del asfalto típico del verano porteño cambia por un aire fresco y la sombra que dan sus árboles centenarios.
El sector noroeste de Las mil casitas, que llega hasta la General Paz -límite entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires- ofrece otro paisaje: allí se estableció una zona comercial donde conviven migrantes peruanos, bolivianos y dominicanos, entre otras nacionalidades.
“Los fines de semana viene mucha gente, ahí conocí aderezos que nunca había visto en mi vida”, comentó Manuel.
Otro micro barrio porteño que fue pensado como solución habitacional para los trabajadores es el conjunto Los Andes, ubicado en una zona más céntrica de la ciudad, a una cuadra del Cementerio de la Chacarita.
Fue diseñado en 1925 por el arquitecto rosarino Fermín Beretembride, quien había ganado un concurso convocado por la Municipalidad de Buenos Aires, y en 1928 el proyecto estaba terminado.
Con 12 pabellones de edificios de tres pisos -que albergan un total de 130 departamentos- el conjunto tiene un 63% de superficie libre, repartida entre veredas, plazoletas, espacios de juegos y paseos arbolados.
“Aún siendo viviendas populares o de bajo costo, fueron diseñadas con atención tanto al trazado urbano como a la calidad arquitectónica, formal, estructural y de materiales”, comentó Biondi.
La arquitecta indicó que “estos barrios eran realizados directamente por el gobierno o algún instituto público encomendado. Ni el uno ni el otro buscaba como su fin principal hacer negocio. El resultado era una construcción muy digna y un barrio con un trazado armoniosamente integrado al trazado de la ciudad”.
“Todo esto le otorga calidad al espacio habitado, por lo cual hoy tales espacios son apetecidos por muchos, y habitados por quienes pueden pagar su alto costo”, concluyó.
Fuente: comuna 15 noticias