La comunidad boliviana domina el circuito de producción, distribución y venta frutihortícola en varias provincias y fija los precios con altísimas tasas de rentabilidad

En el último año, los precios en las verdulerías de los barrios son iguales o mayores a los precios de los supermercados

En el debate acerca de los elevadísimos precios de alimentos en general y los productos frutihortícolas en particular, hay una instancia poco conocida aunque muy estudiada a nivel académico. Es el avance de la comunidad boliviana sobre el control de la producción, distribución y venta directa de estos productos, fijando los precios con un criterio de control de mercado que redunda en precios abultados en el sector minorista, sin ser controlados por ningún organismo oficial.
Los estudios revelan asimismo la enorme informalidad de toda la cadena de comercialización armada por esta comunidad con evidente ausencia de los actores gubernamentales en los muchos casos de trabajo en negro, condiciones de higiene y seguridad y situación fiscal irregular.
Este sector creció al amparo de innumerables subsidios otorgados por el estado, sin embargo, en ningún local de venta se dan tickets o boletas, la distribución es totalmente en negro y sin facturas y en las zonas de producción no hay control de personal ni de procesos de verificación de costos para controlar los precios finales.

Los porcentajes territoriales en el dominio del mercado

Desde hace unos 12 años se están haciendo censos de control sobre la situación frutihortícola nacional. El Censo Hortícola de la Provincia de Buenos Aires en 2001 ya registraba en la zona Sur (La Plata, Berazategui y Florencio Varela) la presencia de un 39.2% de productores bolivianos (el 75% de ellos en carácter de arrendatarios y el 25% de propietarios), los cuales trabajaban solo con mano de obra boliviana en situación legal muy precaria.
En el 2005 se registra un 30,4% de horticultores de esa nacionalidad en toda la provincia, mientras que en Córdoba, hacia el 2008, el 65% de los productores eran bolivianos y en Río Cuarto desde ese año, manejan el 80% de las explotaciones.
Esta situación se repite a lo largo de todas las provincias argentinas. En el norte, por ejemplo, el 90% del mercado está dominado por la comunidad boliviana.
Este proceso se empezó a gestar hace unos 40 años, cuando productores hortícolas italianos fueron contratando a gran cantidad de trabajadores bolivianos que con el tiempo fueron convirtiéndose en productores y luego con el aporte de subsidios estatales muy importantes, fueron comprando tierras y mejorando la calidad de los productos hasta dominar actualmente, el circuito de producción, distribución y venta de sus productos en varias provincias argentinas.

El avance sobre la comercialización
verdulerias 1
Según los estudios académicos realizados, este proceso de control del mercado en frutas y verduras tuvo tres etapas.
Una etapa denominada convergente, donde la producción atomizada de decenas de quintas se centralizó en mercados mayoristas (punto de concentración).
En años recientes, a la tradicional venta vía consignación (intermediarios) se le sumó la venta directa por parte del productor. Los mercados concentradores (punto de concentración) es donde se forma el precio.
Existen tres tipos de mercado concentrador: el Mercado Central de Buenos Aires (MCBA), los mercados satélites (informales) y los “nuevos mercados” de la colectividad boliviana, con la particularidad en los últimos 5 años, de una mayor influencia en el funcionamiento del Mercado Central. y del Mercado Regional de La Plata.
La presencia de inmigrantes bolivianos – en carácter de changarines, transportistas y también de comerciantes es cada vez más fuerte en el Mercado Central de Buenos Aires.

Fijación de precios y toma de la renta social

Al controlar toda la cadena comercial, son formadores netos del precio de venta de frutas y verduras, por lo tanto, actores muy importantes en la absorción de una parte sustancial de la renta social.
Esta instancia se da con más claridad en la venta minorista en los centros urbanos, con verdulerías que cubren el 70% de la demanda con porcentajes de ganancias mínimas del 200% sobre los precios de producción (en algunos productos llega al 500%).
La instancia de dominio territorial hace que puedan fijar precios homogéneos en todas las verdulerías.
En el último año, han fijado valores que son iguales o mayores a los de supermercados, equiparando el nivel de rentabilidad que las grandes cadenas imponen a los productos que venden.
Este formidable avance en el control de toda la cadena comercial, está relacionado con el apoyo de los municipios con fuertes subsidios a la colectividad boliviana en la apertura de los mercados concentradores, o los que impulsaron a nombre de la municipalidad (Moreno, José C. Paz) cediendo luego, el manejo a la colectividad boliviana.
Tanto en esos “mercados propios” y en los tradicionales, los bolivianos impusieron nuevas estructuras, nuevas administraciones, nuevos actores, llegando a ejercer influencia sobre las políticas territoriales de los municipios de la región metropolitana.

Los mercados tienen acceso exclusivo
¿Ejercen discriminación?

Estos “nuevos mercados” son dirigidos por personas de origen boliviano y para acceder a un puesto en ellos, es necesario asociarse (lo que implica ser boliviano o hijo de boliviano), y sólo los socios tienen derecho a participar de las reuniones y de la toma de decisiones.
La conformación de sus organizaciones productivas se basa en la construcción de oportunidades sobre la base de redes de relación y de vinculación con familiares, amigos o vecinos del lugar desde donde partieron hacia la Argentina.
El mantenimiento y la expansión de la estructura organizativa boliviana tiene dos tipos de sujetos, los de vínculos fuertes que son el corazón de la organización (familiares y amigos), y otros que llegan en carácter de mano de obra barata, provenientes de la misma comunidad de origen que la familia que los trae. Forman así, un grupo con suficiente masa crítica como para convertirse en un colectivo con poder de decisión para imponer sus propias reglas de juego en el mercado en desmedro de los productores locales.
Esto se logra con una super explotación de mano de obra con salarios paupérrimos. Por ejemplo, en El Peligro (paraje de Florencio Varela, provincia de Buenos Aires), ante la escasez de peones bolivianos en el área, están empleando tanteros locales (criollos) pero solo cuando pueden marcar las condiciones; ¿qué significa esto?, básicamente que acepten un salario “degradado”, como el que le pagan a los bolivianos no familiares que llegan desde las localidades de Bolivia.

La ayuda y la falta de control estatal

La capacidad para acceder a tierras productivas, sea en calidad de propietarios o arrendatarios, está relacionada directamente con el extraordinario apoyo en subsidios y otras regalías del poder político hacia estas comunidades.
Dar a conocer solo algunos de estos subsidios ayuda para dimensionar el impacto: en Octubre 2012 el director del Programa de Innovación en Producción Alimentaria, Roberto Llanes les otorgó subsidios para insumos, tales como invernáculos, sistemas de riego por goteo y de filtro para aumentar la producción de frutas y verduras en Rosario.
El 15 agosto 2008 el intendente de General Rodríguez entregó desde motos fumigadoras hasta insumos agroindustriales, así como nylon cristal para generar invernáculos; elementos que venían siendo pedidos por la comunidad boliviana.
En Octubre 2011 el Municipio de Pilar entregó 400 mil pesos en subsidios a 25 productores de Pilar, todos bolivianos, en el marco del programa Pequeños y Medianos Productores Periurbanos. El evento contó con la presencia del Intendente local, Humberto Zúccaro, representantes del INTA, e integrantes de la Comunidad Boliviana en Argentina.
Allí se anunció que Pilar recibirá otros 800 mil pesos para destinar a los productores. El jefe comunal, señaló: “los subsidios son una manera de contribuir a la integración, evitando procesos de estigmatización y violencia para con los compatriotas bolivianos, quienes en sus quintas elaboran productos que sirven para abastecernos a todos”.
Recientemente, el 2 de febrero de 2014, el ministro de Asuntos Agrarios bonaerense, Gustavo Arrieta, firmó un convenio de promoción para pequeños productores frutihortícolas, con un fondo de 10 millones de pesos para los partidos de Berazategui, Florencio Varela y La Plata, donde los productores bolivianos controlan el 80% del mercado en todas sus etapas. Toda esta fenomenal ayuda estatal (es mucho más extensa) permitió el desarrollo de esta comunidad y el control casi absoluto de toda la cadena comercial en el rubro frutas y verduras.
Asimismo, es de destacar la falta de control fiscal, sanitario y condiciones de trabajo de parte del estado, tanto local como nacional, sobre estas producciones.
Todo este andamiaje, apoyo estatal y falta de controles, les permite ser formadores de precio con altas e injustificadas tasas de rentabilidad en los mercados propios de distribución mayorista y en la venta minorista de frutas y hortalizas.

Conclusiones

El capitalismo moderno conduce a un mercado de trabajo dual, en el que coexisten el sector primario, con puestos de trabajo bien remunerados y buenas condiciones laborales, y el sector secundario, inestable, de baja remuneración y condiciones de trabajo peligrosas.
El sector secundario en la comunidad boliviana en nuestro país, lo conforma mayormente fuerza de trabajo inmigrante que es dirigida por otros inmigrantes que generan condiciones de aislamiento de esos trabajadores de la comunidad local para poder someterlos a regímenes de explotación exacerbada eludiendo la legislación local.
Los inmigrantes conducen a sus empleados a no tener interacciones por fuera del propio enclave étnico. Existen estudios que afirman que el ingreso a través de las redes étnicas puede terminar atrapando a los migrantes en relaciones clientelares que, al ayudarlos en primera instancia, terminan colocándolos en trabajos de bajísimos salarios, que en muchos casos concluye por generar una relación de esclavitud encubierta.
Por lo tanto, en estos espacios “cuasi solidarios”, cerrados, es posible apreciar que existen quienes se favorecen excesivamente, (los menos), y quienes contribuyen al éxito de aquéllos, (los más), que sufren condiciones paupérrimas de empleo y nivel de vida.
En definitiva, son pocos los que pueden alcanzar los peldaños más elevados en la llamada “nueva escalera boliviana” hacia el progreso. Hacemos hincapié que ese “progreso” se genera a costa de los consumidores locales.

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