Por Ricardo Guaglianone
“Es lo mejor de la región”, “Tiene el crecimiento más alto”, “Nuestra meta es ser como Chile”, son algunos de los elogios que Macri repetía al hablar del modelo chileno, que con sus brillantes y elogiadas cifras macroeconómicas, ocultaba la mayor desigualdad de toda la región, que las clases dominantes lograron ejecutando medidas concretas: liberación financiera extrema, libre economía sin control estatal, fuerte privatización en educación, salud y servicios básicos como la luz y el agua potable que pasaron a manos privadas y tienen tarifas impagables para la mayoría de los chilenos.
Estas premisas económicas se gestaron en la dictadura de Pinochet, quien además, lo escribió en una nueva constitución política, institucionalizando el saqueo, que todavía sigue vigente, 30 años después. Chile es el laboratorio neoliberal más extremo en América Latina y uno de los países más desiguales del mundo.
Tal como quería Macri lograr una Argentina privatizada, en el país trasandino todos los gobiernos que sucedieron a Pinochet, respetaron esa constitución que dio paso a privatizaciones de todos servicios públicos y estableció los peajes privados las carreteras. Tal como Macri quiso hacer acá, (varias cosas logro para el sufrimiento del pueblo), los gobernantes chilenos con el apoyo de un reducido grupo de multimillonarios, manejaron Chile como una empresa privada.
La actualidad y el estallido
Callados, angustiados, cansados de vivir indignamente, de no poder estudiar ni tener medicina pública gratuita, cansados de tener todos los servicios públicos privatizados, con tarifas impagables para salarios de US$550 al mes, cansados de un sistema que produjo un resultado extremadamente desigual: el 1% más adinerado del país acumuló en 2017 el 26,5% de la riqueza, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país ( datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
Todos elogiaban la situación económica chilena desde los números macroeconómicos, pero a nadie le importo el destino del pueblo que sufría con esos indicadores. Finalmente el pueblo se rebeló y el estallido tuvo consecuencias graves. La represión a las protestas son reprimidas al estilo de una dictadura militar, cosa que los medios locales no reflejan en su verdadera dimension: 19 muertos, cientos de heridos y detenidos, allanamientos nocturnos en casas particulares, denuncias de torturas y violaciones, vandalismo, saqueos y toques de queda en casi todo el país mostraron, al fin, la verdadera naturaleza del “modelo chileno exitoso”, donde el 80 % de los jubilados reciben menos que un sueldo mínimo de pensión y no le alcanza para cubrir necesidades básicas. (La jubilación es manejada por capitales privados)
El aumento del precio del metro de 30 centavos, fue la chipa necesaria para activar las protestas y denunciar el sistema: El 50% de la población activa percibe un salario de US$550 al mes, según la Encuesta Suplementaria de Ingresos elaborada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), mientras que el sueldo mínimo actual es de US$414, que es un sueldo de miseria y no alcanza tampoco para cubrir los servicios básicos privatizados, como el agua y la energía eléctrica.
El mercado, dueño de todo
En el modelo económico chileno el Estado no interviene y el mercado rige según sus reglas de libre comercio. Si se necesita un servicio, se debe pagar por él. Macri decía lo mismo sin ruborizarse por sus continuas mentiras, “el que quiere luz, gas, agua, debe pagar al precio que diga la empresa”.
En Chile la salud pública no es de calidad ni cubre todas las enfermedades, por lo que el 20% de la población usa la medicina privada, mientras el resto se arregla como puede y el precio de los medicamentos, tal como en nuestro país, es groseramente elevado: el costo promedio de la venta al público de un fármaco común, genérico, es de US$9,3, mientras que el precio promedio de los medicamentos originales (no genéricos) es de US$28,5, el más alto de la región.
La movilidad social prácticamente no existe, porque la capacidad de desarrollo de la gente está limitada por el apellido que tiene, por el lugar donde vive, por el poder económico de su familia, por el colegio que puede pagar o no pagar, mientras que a la educación pública se accede también pagando. Se le provee al que no tiene poder económico, un crédito que en el tiempo se torna en una deuda impagable. Hay casos de estudiantes que al terminar su carrera, quedaron endeudados por 20 años por la deuda generada por el préstamo.
En el tema jubilaciones, aparte de ser de manejo privado el sistema, los aportes para poder jubilarse lo hace el propio empleado, no los empleadores.
Actualmente, un pensionado en Chile recibe US$286 al mes, muy por debajo del salario mínimo y no le alcanza para cubrir servicios básicos, igual que la política que quiso implementar Macri en nuestro país, una jubilación miserable.
Este modelo chileno ahora exploto y se verá cómo evolucionan las protestas, que no solo mostraron las grietas del modelo económico chileno, que se ponía como ejemplo de desarrollo en toda la región, sino que dan una cabal idea de la deshumanización de estas propuesta neoliberales, basadas en el Darwinismo Social, donde la mayoría de la población es descartable y los ricos son considerados “la clase evolucionada”, no importa como haya hecho su fortuna.