Acerca de cómo los Benetton son los dueños de la Patagonia

Por Ricardo Guaglianone

El conflicto actual con los Mapuches y la desaparición de Santiago Maldonado desató un terremoto politico que pone sobre la mesa la pregunta básica: cómo los Benetton se hicieron dueños de centenares de miles de kilómetros de tierras fértiles, donde además de petróleo y gas, existe una veta de oro y plata que es de las más extensas del mundo.

Hace muchos años se habla de los Benetton. Se comenta que poseen  900 mil hectáreas de las mejores tierras en la Patagonia, que  crían ovejas que se cuentan por centenares de miles y que las lanas producidas se envían a procesar, a través de los puertos del sur, a otros países donde la mano de obra es “accesible”, como Turquía o Bangladesh. La producción de prendas y otros enceres, luego se venden en sofisticadas tiendas en todo el mundo a precios inalcanzables para el común de los mortales.

La Patagonia  abarca el 30% del territorio argentino, tiene unos 780.000 km2 donde se concentra el 80% de las reservas petroleras del país, grandes recursos hídricos y una diversidad de flora y fauna que en algunas zonas todavía son vírgenes.

La historia

Benetton es el final de una larga historia que comenzó con la llamada “Conquista del Desierto”, en la práctica, un genocidio de los pueblos originarios para poder extender las fronteras del Estado Nacional y controlar las riquezas de los territorios del sur.

Para lograr este objetivo se realizaron tres campañas militares. La primera fue emprendida por el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez, entre 1820 y 1823, con escasos resultados. La segunda fue la de Rosas, entre  1833 y 1834, que avanzó hasta el sur del río Colorado y remontó el río Negro en un intento de someter a los pueblos mapuches y tehuelches.

Rosas pactó con los Pampas y enfrentó a los ranqueles y a la Confederación liderada por el cacique Calfucurá, al que debilitó y dejo un escenario de 20 años sin malones cerca de las poblaciones.  El dato rosa de esa campaña: Rosas se encontró con el filósofo y naturalista inglés Charles Darwin que estaba en el desierto estudiando la fauna.

La tercera campaña se realizó cincuenta años después, comandada por Julio Roca. La  “Conquista del Desierto”, así se llamó, finalizó en 1885, con la derrota definitiva del cacique Sayhueque quien era el líder de siete naciones que vivian en esos parajes: araucanos, picunche, pehuenche, huilliches, tehuelches, agongures y traro huiliches.

El ejército de Roca, con fusiles de última generación, aniquiló a los habitantes preexistentes y centenares de prisioneros fueron mano de obra barata para trabajar en los campos conquistados o en zonas urbanas en tareas domésticas. Los pocos sobrevivientes se dispersaron hacia la frontera cordillerana.

Luego del sometimiento de estos pueblos, se inició el proceso de reparto y explotación de las tierras que hoy forman parte de las provincias de Buenos Aires, el sur de Córdoba, San Luis y Mendoza (las más antiguas) y las creadas a partir de la conquista: Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz.

Como fue el reparto de tierras

Aunque parezca increíble, el Estado argentino regaló gran parte de las tierras conquistadas a unas cincuenta compañías inglesas para que las colonizaran. En Chubut fueron dueños de 2.300.000 hectáreas administradas por un fondo de inversión común inglés,  llamado “Compañía de Tierras del Sud Argentino”, que explotó las tierras durante casi un siglo en condiciones excepcionalmente favorables: pudo producir, importar, exportar y obtener utilidades, sin pagar derechos aduaneros ni otras tasas y con tipos de cambio preferenciales.

Por otro lado, unas pocas familias de Buenos Aires adquirieron a precios irrisorios, más de ocho millones y medio de hectáreas.  Los territorios no vendidos fueron regalados a los militares y responsables de la conquista, según su graduación y jerarquía: a 541 personas les otorgaron cinco millones de hectáreas y a los herederos de Adolfo Alsina, ministro de Guerra del presidente Avellaneda, que murió al comenzar la campaña  (fue suplantado por Roca), le dieron 15.000 hectáreas.

Luego a cada soldado, le regalaron 100 hectáreas para chacra y un cuarto de manzana, pero al poco tiempo fueron presionados para vender sus tierras a los nuevos terratenientes, que eran esas pocas familias residentes en Buenos Aires.

La Compañía de Tierras del Sud  fue inglesa hasta el 26 de Marzo de 1982, cuando ante el avenimiento de la guerra de Malvinas cambió a dueños nacionales (o testaferros, nunca se supo). En ese año, según los registros de la compañía, fue nombrado presidente Eduardo Menendez Hume, miembro de la clase terrateniente argentina.

Fue durante el gobierno de Menem, entre 1991 y 1997, que Benetton “compra”,  a esta compañía, por 50 millones de dólares, 900 mil hectáreas que equivalen a cuarenta veces  la superficie de la Ciudad de Buenos Aires  y estan ubicadas en un 98%, en las provincias de Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Neuquén y Buenos Aires.

Quienes son los Benetton

La empresa familiar formada por Luciano, Giuliana, Gilberto y Carlo se conformó en 1965 y su sede está en la ciudad de Treviso (Italia). Desde allì  se expandieron a las principales ciudades del mundo con tiendas en 120 países.

Invirtieron en una escudería de la Formula I  entre 1986 y 2001 con Michael Schumacher como figura, tienen un banco de inversiones inmobiliarias y son accionistas del grupo Pirelli.

Luciano Benetton, el presidente de la empresa, fue senador de Italia por el Partido Republicano Italiano (PRI), de Silvio Berlusconi en 1992, pero a un año de asumir lo investigaron por corrupción, motivo que lo llevó a retirarse.

Los Benetton  facturan 11.000 millones de dólares al año y tercerizan la producción a países de mano de obra barata y abundante como Turquía, donde fueron denunciados por explotación infantil de niños de entre 9 y 13 años que fabricaban sus prendas.

Otro caso desgraciado que los tuvo como protagonistas se produjo en 2013 en Bangladesh, donde una fábrica textil que producía tejidos para Benetton en condiciones infrahumana, se derrumbó provocando la muerte de 1.132 trabajadores y dejó 2.500 heridos. Hoy el imperio familiar cuenta, según la revista Forbes, (que no analiza el método de acumulación), con un capital aproximado de 3,4 miles de millones de dólares.

Los conflictos en Patagonia

La posesión de tierras en el sur argentino está plagada de irregularidades y atropellos de los cuales participan muchos famosos.

Esta el caso de Joe Lewis, dueño de Edesur,  amigo de Macri, que se apropió de todas las tierras que rodean el Lago Escondido. También poseen tierras, con lagos y montañas,  el creador de la CNN Ted Turner, los Suchard  (dueños de Nestlé), el inversionista húngaro George Soros, el actor Sylvester Stallone y, hasta hace pocos años, el hijo de uno de los fundadores de Pepsico, Ward Lay.

Loa argentinos también tienen conflictos con las comunidades mapuches. El basquetbolista Ginóbili  compró terrenos en Villa La Angostura que están siendo reclamados por la comunidad Paisil Antriao y la Confederación Mapuche Neuquina. Se trata de una propiedad de entre 10 y 12 hectáreas que en 2014 fue ocupada por los mapuches y luego recuperada en 2015 por gente de Ginobili, pero el conflicto sigue vigente porque ese lugar era una tierra ceremonial de la comunidad.

Un conflicto similar tiene Tinelli que compró miles de hectáreas en la provincia de Chubut donde habitan 30 familias mapuches a las que hace años quiere desalojar.

Moira Millán, integrante de la Comunidad Pillán Mahuiza denuncio que en ese lugar quieren construir una pista de patinaje.

Pero el conflicto que es ejemplo de estos atropellos, que desmiente las versiones que califican a los mapuches como terroristas, está protagonizado por la familia de Rosa Nahuelquir y Atilio Curiñanco con los Benetton.

 Volver a la tierra…

Rosa y Atilio son parte de una familia Mapuche.

Rosa abandonó el campo familiar a los 8 años. Luego de la muerte de su padre fue a trabajar en un hotel del pueblo y después fue obrera textil. Ella recuerda que salió de sus tierras en un carro de bueyes y siempre soñó con volver.

Atilio nació y se crió en la estación de tren llamada Leleque porque su padre fue obligado a ir a trabajar y vivir allí, luego que comerciantes turcos les arrebataran las tierras por la fuerza.

Rosa entró a trabajar en 1986 en una textil de Esquel y Atilio fue contratado en un frigorífico donde trabajó 15 años en mantenimiento. Con el esfuerzo de ambos criaron a sus cuatro hijos.

En febrero de 2002 la textil cerró de un día para otro y dejó a todo el personal en la calle. Atilio en el frigorífico ganaba 150 pesos por quincena que no alcanzaban para alimentar a toda la familia.

Ante la gravedad de la situación, Atilio y Rosa deciden volver al campo, para trabajar con sus manos la tierra. A sus padres les habían usurpado las tierras donde nacieron, asì que averiguaron en el IAC (Instituto Autárquico de Colonización) por un predio fiscal llamado Santa Rosa y presentaron una nota para iniciar un micro emprendimiento familiar.

En 1991, cuando Benetton compró las tierras patagónicas, eran lotes de 80.000 hectáreas cada uno, donados por el estado a ciudadanos ingleses residentes en su mayoría, en Londres.

Dentro de esas tierras estaba la estancia hoy conocida como Leleque,  donada a un tal Henry Rushton Roger, un londinense que nunca conoció estas pampas.

Un agrimensor de apellido Gorosito, al trazar los planos en esa época, dejó en el acta escrita de su puño y letra las referencias que usó para medir el territorio. En el acta explica que eligió «para ubicar esta Colonia, los valles ocupados anteriormente por tolderías indígenas y conocidos por los nombres de Lepa y Esquel».

Rosa y Atilio

El predio Santa Rosa, al que acceden Rosa y Atilio, era una reserva indígena desocupada durante décadas. Allì montan  un «campamento» de chapas para ponerse a trabajar.

Con sus ahorros y con lo que le prestaron familiares y amigos, comenzaron a arar, sembrar hortalizas y frutillas, criar animales y mejorar el terreno. Levantan el alambrado caído, trazaron los canales de riego y juntan material para hacer una casa de piedra. El sueño de volver a la tierra estaba en marcha.

Pero la voracidad irracional y delincuencial de los mismos personajes de siempre, no tardó en desatarse. A los pocos días de enterarse que estaban ocupando ese pequeño predio fiscal, los Benetton firman un poder al abogado Martín Iturburu Moneff,  quien hace una denuncia reclamando que el predio conocido como Santa Rosa, donde estaban Rosa y Atilio, era propiedad de la compañía.

Firma la denuncia Ronald Mac Donald, administrador de la estancia de los Benetton.

Pero esta voracidad no era nueva, porque en años anteriores,  habían avanzado sobre las pocas reservas indígenas que sobrevivían dentro de sus posesiones y también sobre los terrenos fiscales de la vieja estación de trenes Leleque, donde Atilio Curiñanco nació y se crió.

Pero estos robos de tierras, no son simplemente un problema de ambición centrada en los bienes raíces; alrededor del predio donde ahora  vivían Rosa y Atilio, existen 15 de los 150 cateos de minas de oro que hay en los alrededores de la ciudad de Esquel y

Santa Rosa es la puerta de entrada a esos yacimientos mineros.

Apenas un día después de la denuncia, el juez de Instrucción único de Esquel, el Dr. Colabelli firma la orden de registro «para constatar el delito» y ese mismo día, bajo la lluvia, van a hacer el allanamiento.

Atilio y Rosa estaban ocupados  sembrando papas cuando llegan “las autoridades” y se enteran que el Dr. Moneff pide el desalojo por el «gravísimo perjuicio» que le causa la «usurpación» de ese pequeño campo.

Como pruebas adjunta mapas, documentos del siglo pasado y fotos satelitales, todos materiales que no demuestran nada, pero que alcanzan para que el juez Colabelli ordene la restitución del inmueble, apoyándose en el testimonio de Roberto Omar Vila, un agrimensor de los Benetton  que testifica que las tierras son de la estancia y que no hay tierras fiscales en la zona.  Con esas “pruebas” sale la orden de desalojo contra la familia Curiñanco.

Los 15 efectivos que realizaron el desalojo desarmaron la casa y secuestraron todos los elementos, incluyendo dos bueyes con los que Atilio y Rosa habían comenzado a arar.

En su denuncia, el abogado habla de «clandestinidad» y que los Curiñanco habían actuado como delincuentes, amparados en la noche y cortando el alambrado que en realidad, ellos mismos se encargaron de levantar.

Todos los pobladores cercanos saben que Santa Rosa era tierra fiscal, habitada por última vez por una familia aborigen de nombre Tureo, pero Benetton acusa a los Curiñanco de usurpadores y delincuentes. Y no están solos.

En un comunicado, la Sociedad Rural local repudia la ocupación, apoya el reclamo de los Benetton y pronostica que si otras familias Mapuche siguen el ejemplo de los Curiñanco se desataría en la región “una ola de violencia y sangre».

En realidad, ese es el gran temor, que los despojados de sus tierras, obligados a abandonar la tierra en la que nacieron y se criaron, decidan un día volver a recuperar lo que siempre fue de ellos.

«Saben que están mintiendo, y por eso necesitan tantos papeles e inventar tantas cosas”, dicen Atilio y Rosa que a partir del desalojo, comenzaron un viaje hacía sus raíces, a involucrarse en el histórico martirio hacia su pueblo, que  se continúa en sus historias personales.

En 2007 decidieron volver a Santa Rosa con tres vacas, tres gallinas y dos caballos. Construyeron una casa y multiplicaron sus actividades rurales, ayudados por Jones Huala, el joven mapuche detenido en el sur.

En 2014 el INAI reconoció a la familia Nahuelquir-Curiñanco como poseedores del área en disputa. Su título de propiedad es su presencia ancestral y les otorgaron un subsidio para ampliar su casa. Sin embargo, el conflicto continúa en los tribunales provinciales y aún no tienen agua ni electricidad y Benetton sigue reclamando el lugar.

Atilio y Rosa están, aun hoy, peleando por la posesión de Santa Rosa contra el gigante que intenta con el apoyo de jueces y políticos, aplastar la protesta de la familia Curiñanco.

Con esta historia, contada a trazos gruesos, está más que claro que los acontecimientos recientes en la Patagonia, son apenas una continuación trágica, de una larga serie de episodios de atropellos y muertes.

Fuentes: Ese ajeno Sur, Ramón Minieri, Agencia indymedia,

El Historiador, página de Felipe Pigna.

Un comentario sobre “Acerca de cómo los Benetton son los dueños de la Patagonia

  1. ¿PODRÍAN MANDARME UN LINK DONDE ESTÁ LO DE UNA LEY DE CHUBUT QUE EN 2016 FUE DEROGADA O NO CUMPLIDA? ES LA LEY QUE INDICÓ EL CENSO DE LOS DUEÑOS ORIGINARIOS PARA OTORGAR LAS ESCRITURAS. GRACIAS. SOY QUILMEÑA. NACÍ Y VIVO EN QUILMES ADONDE EL 14 DE AGOSTO DE 1666 TERMINARON LA CAMINATA A LA QUE FUERON FORZADOS POR LOS ESPAÑOLES DESPUÉS DE HABER RESISTIDO POR MÁS DE 100 AÑOS LOS INDIOS KILMES.

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