29 de años de democracia para festejar, repudiar, reflexionar y construir

El próximo 10 de diciembre se cumplen 29 años ininterrumpidos de la vuelta a la democracia en nuestro país.
Queremos reflexionar sobre los avatares que hemos sufrido y apreciado para llegar a esta fecha, porque la democracia como sistema político formal para organizar la vida comunitaria de la Nación, tuvo y tiene logros muy precisos en la conquista de derechos civiles y sociales pero también, episodios gravemente ultrajantes para la soberanía de nuestro país y la vida de sus habitantes.
Lo sabido es que nuestra democracia viene precedida por la dictadura más trágica y sangrienta que sufrió la Argentina en toda su historia, con la desaparición y asesinato de una generación completa y el exilio forzado de centenares de miles de ciudadanos. Viene de una guerra de Malvinas que tenía como objetivo perpetuar esa dictadura militar, donde murieron más de cuatrocientos jóvenes, quedaron centenares con secuelas graves y se han suicidado centenares de excombatientes. La democracia en el país viene de un extendido y paralizante miedo al compromiso político, fruto del accionar de los militares genocidas que aplastaron toda forma de participación comunitaria y de la acción de una clase política muy mediocre. Viniendo desde esa profunda oscuridad de la muerte y el odio, del atropello sistemático de los derechos individuales y sociales, lo peor de los años democráticos se vivieron simplemente como un mal menor y cuando en el primer episodio de la vuelta al sistema, allá por 1983, el presidente Raúl Alfonsín con sus aciertos y errores, pero con el temple de estadista, generó valores o acciones que no concordaban con la ideología de las corporaciones mediáticas y económicas, fue literalmente arrasado y tuvo que dejar su cargo seis meses antes de finalizar el mandato constitucional.
Así de débil era la vuelta a la democracia, existía una expectativa de cambio, de no volver al horror, pero los poderes destituyentes estaban intactos.

Te miro, te controlo y te cambio

El sistema de poder dominante entrelazado entre las élites económicas locales, las fuerzas armadas, la gran prensa concentrada, el capital extranjero y las corporaciones religiosas no perdonó a quienes plantearon miradas distintas a las establecidas y quisieron ir más allá de lo permitido al reiniciar el sistema. En su período, Alfonsín intentó dividir la deuda externa entre legítima e ilegítima y el no reconocimiento de la parte ilegal, rechazó el Plan Brady norteamericano que planteaba cambiar bonos incobrables de la deuda externa por estratégicos activos del estado, léase, empresas públicas, recursos naturales, comunicaciones, trasporte, desarrolló en un clima de severa adversidad política el castigo a los militares genocidas con un juicio histórico, pocas veces reconocido por sus pares. Intentó democratizar a la policía federal con Pirker como jefe de la fuerza y a las fuerzas armadas con el ministro Carranza. Los dos fueron asesinados. Los poderes que dominan la República no le perdonaron su osadía y con campañas de prensa intensa, con la aceleración inflacionaria y los disturbios sociales que le armaron, lo echaron del poder.

El gran hacedor

Luego de Alfonsín, en nombre de la democracia vino el profeta riojano, quien produjo el mayor desastre jamás recordado en el plano económico, político y social, completando las exigencias de los factores de poder que ni los militares, con todo el poder de fuego, pudieron concretar.
Menem cumplió con todas las asignaturas pendientes que el sistema tenía preparadas para apropiarse del destino de la República. Entre otras calamidades, remató las empresas del estado, destruyó a niveles increíbles las fuentes de trabajo nacional, entregó los recursos naturales a empresas extranjeras, destrozó lo poco que había de desarrollo científico y abrió instancias judiciales extrajeras para dirimir conflictos económicos locales en tribunales estadounidenses, el CIADI, que aún está vigente. Sin atender estas circunstancias históricas, no se puede entender como se desarrollaron estos 29 años de construcción de un sentido de comunidad.
Pero era necesario más para quebrar a la Nación y a la autoestima de los argentinos. Viene entonces la presidencia de De La Rúa que duró hasta la debacle del 2001.
En su gobierno se llegó a niveles de tanta indignidad que hiere recordarlo, de tanta desigualdad, de tanta destrucción planificada buscando aplastar a nuestra República.
Fue un gobierno que aniquiló el sentido de ciudadanía y fue De La Rúa junto a su ministro de economía, fieles ejecutores de las órdenes emanadas de las corporaciones que sustentan el poder a nivel internacional. Ante la fortísima reacción social huyó como un cobarde luego de reprimir las manifestaciones que dejaron 21 muertos.

El pueblo no se suicida

Lo que siguió a la debacle del 2001, con la fabulosa estafa de los bancos quedándose con los depósitos de la gente, la pérdida de centenares de miles de puestos de trabajo sumado a la duplicación de la deuda externa y la consolidación del dominio transnacional en la economía, fue una gran reacción popular que con la consigna “que se vayan todos” y una fuerte movilización social, obligó a revertir la política pública en beneficio del pueblo. En ese período de crisis, en cuestión de semanas, pasaron por la Rosada cinco presidentes y se quedó Duhalde para hacer una transición de un año y medio hasta las elecciones del 2003, en la que también hay que decirlo, con la devaluación que produjo, elevando el valor del dólar, licuó las inmensas deudas de las grandes empresas siguiendo con la tendencia de beneficiar a los sectores de poder concentrados.

Desde el 2003 con sus pro y sus contras

Con la democracia habíamos llegado como país al fondo de todo y gracias a la presión del pueblo, a partir del 2003 comenzó un proceso de reivindicación de la política y a mejorar la calidad de vida, básicamente, con la recuperación de fuentes de trabajo llevada a cabo por la administración de Kirchner, quien asumió su mandato con un 22% de voto popular. Es sano recordar de dónde se viene y qué se logró y es sano reflexionar sobre las carencias del modelo actual.

Lo bueno del modelo

Entre los méritos de la actual etapa hay cuestiones numerosas y muy significativas, que impactaron en la valoración de la percepción simbólica del estado, por ejemplo, la anulación de las leyes que impedían impartir justicia en el caso del genocidio de la dictadura que terminó con la impunidad y la promoción de una Corte Suprema de una jerarquía insoslayable. También se restituyó al Estado como autoridad presente en toda la vida nacional y se generó un espacio de pertenencia latinoamericana lleno de contenido real. En las distintas áreas se produjeron cambios impensados años atrás: el cuidado del trabajo nacional, el desarrollo de medidas educativas incluyentes aumentando el presupuesto al doble del porcentaje histórico, le puso fin al nefasto negocio de las jubilaciones privadas, haciendo posible que dos millones de personas sin posibilidades pudieran acceder a una jubilación. Son innumerables las obras de infraestructura realizadas a lo largo del país y es especial, y altamente elogiable, la atención prestada al desarrollo científico, creando el ministerio de ciencias y tecnologías. Mil ciento cuarenta son los especialistas altamente calificados que regresaron de otras naciones y están trabajando en nuestra tierra. Los científicos jóvenes no se van y encuentran motivos no solo económicos para quedarse.
Se reconstruyó de a poco el trabajo local reduciendo el desempleo del 24% al 7,6% actual. Es otro país, otra perspectiva de vida, otra democracia muy distinta a la que sufríamos en los períodos anteriores. Podríamos enumerar decenas de razones más que generaron que la trama social fuera cambiando de a poco, se vistiera de colores vivos y ahuyentara el olor a rancio de la política antinacional que soportamos. Sin embargo, este es un punto a discutir seriamente, pues una cosa son los discursos del gobierno y otra distinta es la realidad concreta.

Las deficiencias del modelo

En la nueva etapa democrática que conduce la presidenta Cristina Fernández, que viene con el apoyo del 54% de la población y que lleva apenas un año de gestión, en la situación individual hay perspectivas muy importantes de ampliación de derechos ciudadanos pero en el plano económico y social se ven situaciones que deben llamar a la reflexión y también al rechazo frontal.
El aspecto más repudiable de la actual administración es el desarrollo de sistemas de explotación de recursos muy gravosos para el medio ambiente y las poblaciones afectadas, como la minería a cielo abierto y la agricultura industrial basada en los transgénicos y los monocultivos, que producen mucho dinero, pero a un costo social que es nefasto. Lo más llamativo de esta situación es que el gobierno se define como antimonopólico por excelencia, pero en estas áreas la concentración de poder y la incidencia de las compañías extranjeras es total y las consecuencias para un gran porcentaje de ciudadanos es letal.
Por ejemplo, el atropello y muertes en las comunidades indígenas y campesinas por la disputa de territorios para la ampliación de la frontera agropecuaria que genera la destrucción sistemática de bosques y selvas en aras de expandir el negocio de la soja transgénica. Otro ejemplo en el mismo sentido, son los emprendimientos mineros que vuelan montañas enteras, secan ríos, contaminan ambientes, para llenar sus alforjas de oro. Las movilizaciones contra el gobierno estarían más justificadas si fueran por estos temas.
En otro orden, es cansador escuchar a los funcionarios hablar de quienes producen el proceso inflacionario en el país y no hacer nada al respecto o seguir cubriendo a las actividades financieras que no pagan ni un peso de impuestos, mientras que el resto de los mortales paga hasta por el aire que respira.

El futuro inmediato

El gobierno centró su energía en un enemigo que es Clarín, lo cual es un paso importante para la democracia de todos los argentinos, ya que es un estamento de poder diversificado y ampliamente destituyente. Pero si no presta atención a los efectos negativos de sus políticas concretas, por ejemplo, reconoce a Monsanto o a la Barrick Gold como estandartes de virtuosismo capitalista, cuando son asesinos seriales del medio ambiente y de las poblaciones afectadas. Se repite la misma lógica que venimos padeciendo en democracia. Soportamos políticas nefastas porque todo es mejor antes que volver a los militares y ahora, soportamos políticas nefastas para no volver a las políticas que destruyeron a la Nación.

El pueblo

El pueblo, ese pueblo joven que emociona al verlos comprometerse con su país, con el destino de la gente, con las cosas que pasan a cotidiano, es la esperanza de que la historia no se repita, que no haya nuevas frustraciones.
Si los jóvenes que están apoyando al gobierno, se convierten en aplaudidores de cualquier morisqueta oficial estamos perdidos.
Si se convierten en soñadores de un mundo de justicia e igualdad y mantienen una mirada crítica de lo que está ocurriendo, una oculta sensibilidad humana se los agradecerá. Se unirán a otros jóvenes que no reniegan más de la política, que dicen “queremos esta democracia y la igualdad que propone, pero aún no se logra”.
Jóvenes que han cambiado esa frase lapidaria “este país de mierda”, por otra, “hay posibilidad de cambiar las cosas para bien”.
¿Será esto la restitución del sentido de Nación? O tal vez para eso, haya otras cosas que lograr y corregir.
29 años no son nada

Cumplimos 29 años de esta democracia que hemos padecido y existen especulaciones políticas de toda índole acerca del futuro del actual gobierno. Existe una confrontación ideológica profunda en el peronismo entre los sectores afines al gobierno y los más ortodoxos. En ambos lados hay integrantes que fueron responsables de los momentos más oscuros de estos 29 años.
Pero entendemos que la Presidenta tiene una formación intelectual y humana que va a asegurar en los próximos tres años, la continuación y profundización de la inclusión social a través de políticas públicas activas. No le perdonarán los sectores del poder concentrado, no solo muchos de los aciertos y avances en la adjudicación de derechos importantes, sino la extraordinaria aceptación social que tiene, sobre todo de los jóvenes. A decir verdad, la oposición a este gobierno no es más virulenta porque no ha tocado nada de los intereses económicos concentrados que mantienen el control de la actividad.
Traducido: no estamos hablando de un gobierno revolucionario. Sin embargo, son tan sustanciales los cambios logrados en la esfera de derechos individuales, sociales y simbólicos, desde el cambio de la carta orgánica del Banco Central, la estatización de YPF o la redacción del nuevo código civil, que no tenemos la más mínima duda que los grandes medios, con sus operadores políticos y económicos van a tratar de desestabilizar a la Presidenta de la Nación sin reparar en métodos. Imaginen que va solo un año de gobierno y el ataque es bien sistemático. Pero van a ir por más. Buscarán desprestigiarla, ensuciarla, afectar su imagen a través de mentiras y componendas o directamente generar situaciones violentas para desestabilizarla.

En defensa de la democracia

Esperamos que todos, ciudadanos bien intencionados, sean opositores u oficialistas estemos atentos a estas maniobras nefastas y no permitamos que desestabilicen al actual gobierno. Recordemos lo que hicieron con Alfonsín.
Ahora con menor margen de maniobra, los mismos sectores querrán producir, sin reparar en métodos, una sensación de caos, de ingobernabilidad, fogoneada a través de grandes medios de comunicación.
Mas allá de las diferencias que se puedan tener con este gobierno, es sumamente evidente que de los 29 años de democracia, el último periodo es el más parecido a los valores que el sistema pregona. Hace mucho tiempo que no sucede algo tan positivo en la Argentina como lo que generó esta administración en la ampliación de derechos individuales y sociales, pero también, puede constituirse en la peor administración si profundiza los aspectos negativos que comentamos en esta editorial.
Y a la militancia que apoya a este gobierno, les decimos que la arrogancia es la madre de todas las derrotas, perder el sentido crítico es ser soldados de alguien y que el 54% le pertenece enteramente a la presidenta, ojalá lo cuide para bien de todos y escuche las críticas que se le hacen al modelo.
La historia argentina está llena de traidores como cualquier historia y hay que recordar siempre, que todos vamos a morir alguna vez.

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